La mayor paradoja de la comunicación de Donald Trump es que entre más miente, más credibilidad gana entre sus seguidores.
Cuando se descubre que un político tradicional miente paga altos costos, pero líderes populistas como Trump no son penalizados, e incluso son premiados por sus seguidores cuando mienten.
Los seguidores de Trump tienden a ver sus afirmaciones falsas como un signo de autenticidad, de rechazo a las élites y al estatus quo que los agravia.
Es como si al verlo mentir pensaran de él: “está tan comprometido con nuestra causa que está dispuesto a hacer lo que sea para defenderla”.
Por eso, en su toma de posesión en enero de este año aseguró que “heredó una catástrofe económica”, cuando en realidad el empleo estaba cerca de los máximos históricos.
Y aquí es donde la trampa de Trump comienza a funcionar.
Al notar la gran distancia entre esta afirmación y los datos reales, los rivales políticos, los expertos y los grandes medios se sienten obligados a exponer la falsedad y criticar al presidente por mentir.
Esto es lo que los especialistas llaman el “juego de la vergüenza”.
Se trata de un patrón de interacción en el que las mentiras de Trump provocan una respuesta de desprecio de los políticos y los medios tradicionales.
Esta respuesta solo sirve para reforzar la narrativa populista de que las élites están en contra de Trump y sus seguidores.
Pero la trampa de Trump no solo funciona por medio de mentiras.
También se realiza a través de acciones deliberadas para transgredir las reglas habituales de la actuación política.
Por ejemplo, recientemente Trump atacó con fuerza una práctica no escrita muy arraigada en el Senado conocida cómo blue slip.
Este mecanismo político tradicional permite a los senadores de un estado objetar la nominación de un candidato a juez o fiscal federal para su estado.
El procedimiento otorga un gran poder a los senadores para bloquear nombramientos a nivel estatal.
Es un mecanismo de contención del poder del presidente, pero cuya utilidad resulta poca clara para la mayoría de la audiencia.
Al cuestionar este mecanismo porque bloqueaba sus nominaciones para jueces en algunos estados Trump activó nuevamente “el juego de la vergüenza”.
Los demócratas, los expertos en el congreso y los medios atacaron con fuerza a Trump y buscaron exhibir su ignorancia y falta de respeto a mecanismos de contención del poder.
Este ataque sólo consigue reforzar la percepción de que Trump es disruptivo para las élites del poder y que está totalmente comprometido con transformar el estatus quo.
Además, como la mayor parte de la audiencia no comprende cómo funciona ni para qué sirve el blue slip, Trump logró reforzar la percepción de que las élites están obsesionadas con trivialidades y no en los problemas reales del pueblo.
Hasta ahora la trampa ha funcionado eficazmente.
Los rivales de Trump siguen sin saber reaccionar ni tener una estrategia de respuesta.
Una opción es dejar de reaccionar tildando de escándalo moral ante cada declaración provocadora. Cada reacción de indignación sólo hace válida la narrativa populista de Trump.
El siguiente paso es enfocarse en el costo, es decir, moverse de "lo que dijo" a "lo que cuesta" a los ciudadanos.
Por ejemplo, en lugar de centrarse en una afirmación sobre la economía falsa, es mejor centrarse en cómo las políticas propuestas por Trump afectan directamente la vida diaria (salarios, empleos, servicios, etc.).
Hasta ahora pocos rivales de los líderes populistas han logrado escapar del “juego de la vergüenza”.
Sus adversarios siguen sin vencer la tentación Trump y anidan en su pantano trampa.
Pedro Isnardo De la Cruz es Doctor en Ciencias Políticas y Sociales. Publicó en 2017 Decisiones estratégicas presidenciales en EUA: El aprovechamiento de la ocasión en crisis de Seguridad nacional y Terrorismo. George W. Bush y Barack Obama (2001-2012). Es especialista en temas de sistema político electoral y seguridad pública y diseñó la metodología de análisis estratégico y cualitativo DISENSUM aplicada a campañas presidenciales.
José Antonio Dorantes es consultor en comunicación, relaciones públicas y manejo de crisis, con especialidad en el desarrollo de mensajes para activar cambios de percepción en el ámbito político, el cuidado de la salud y las finanzas personales. Tiene una certificación en Marketing Digital por la Columbia Business School y una en Leading Organizational Change por el Massachusetts Institute of Technology.