El actor Emilio Echevarría, mi entrañable amigo de la infancia, partió al viaje sin retorno el pasado 4 de enero. Sentí en el alma su partida, ya que Emilio fue el amigo varón más cercano que tuve durante mi infancia, prácticamente a diario jugamos y crecimos juntos. Emilín, lo llamaban todos, era un año mayor que yo. Vivíamos en una elegante privada ubicada en el número 728 de la calle de Gabriel Mancera, en la colonia Del Valle, entre las calles de Concepción Béistegui y Eugenia, conformada por un conjunto de amplias y confortables casas de tres pisos, al fondo de las cuales había un enorme jardín alfombrado por un suave pasto esmeraldado que fue nuestro jardín de juegos.

Me permito contar a ustedes su historia ya que a través del juego manifestó el germen de su verdadera pasión por la actuación.

Corría el año de 1952 cuando apareció para nosotros, los niños de entonces, la televisión como una novedad y esta innovación nos trajo nuevos juegos influenciados por lo que veíamos. Empezamos a aprender lo que era un actor con programas como Teatro en casa, que hacían el gran actor Ángel Garasa y Carmelita Molina, quienes con gran versatilidad nos presentaban los diferentes personajes que interpretaban. Sin embargo, lo que más nos impresionaba eran las películas mexicanas que todas las tardes pasaban por la televisión.

Éramos una pandilla básicamente de seis niños de clase media a la que a veces se agregaban otros amigos a nuestros juegos. Emilín y yo éramos los mayores, nos seguían Yvonne Notholt, mi mejor amiga, un año menor que yo, y su hermano menor, Herman; Toño, el hermano menor de Emilín; Phillipe Bisson, también menor, y yo. Éramos seis niños de diferentes orígenes, Emilín y Toño provenían de una familia mexicana muy católica con estrictas reglas; Yvonne y Herman, de padre alemán y madre francesa; Phillipe Bisson, hijo único, de padre francés y madre norteamericana; y yo, de padre compositor de música y madre tapatía.

Cuando me di cuenta de que el nombre de mi padre aparecía en los créditos de algunas de las películas que veíamos, le pregunté al respecto a mi madre, quien me explicó lo que hacía mi padre: componer la música de fondo o acompañamiento de las películas.

A los pocos días, hurgando en el garaje de mi casa, me encontré con un montón de papeles apiñados que contenían papeles plagados de notas musicales, incomprensibles para mi corta edad, los cuales estaban atados con un cordón, los fajos llevaban el título de algunas de las películas que había yo visto, lo que llamó mi atención y descubrí que además de las notas musicales había una libreta empastada que contenía el argumento o guión de las películas.

Hoy sé que se trataba del break-down, que es la descripción, escena por escena y con diálogos, de la película ya cortada y editada para que el músico, después de ver varias veces la película, escribiera la música necesaria. El break-down era en realidad el guión para el músico al que le agregaban las medidas del tiempo de música en segundos y minutos que tenía que componer para cada película.

De inmediato convoqué a Emilín a una junta urgente para enseñarle mi descubrimiento que le fascinó, traviesamente extrajimos el argumento de El Joven Juárez y decidimos montar con él una obra de teatro. Emilín sería el director y actor principal, y yo, la primera actriz. (Continuará...)

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