Proteger al planeta, mejorar las vidas de todos sus habitantes y erradicar la pobreza, fueron los retos que asumieron los países miembros de la ONU en 2015. Una agenda con 17 objetivos para el desarrollo sostenible que tendrían que cumplirse en un lapso de quince años. ¿Cómo vamos avanzando hacia esa meta? Lamentablemente sin la velocidad necesaria.
El 2020 inició con el propósito de dar un nuevo impulso a estos objetivos, pero el mundo se topó con la pandemia por Covid 19. La economía global todavía no termina de recuperarse del brutal golpe que ese virus representó. Son muchas las industrias que aún sufren las secuelas financieras y laborales de ese inesperado freno de actividades. El Covid empobreció a quienes ya padecían escasez y nos alejó de la anhelada igualdad económica.
Los conflictos bélicos de estos años pospandemia se han convertido en un nuevo obstáculo para avanzar en los objetivos de desarrollo sostenible. La población desplazada por la violencia se suma a la que emigra por razones económicas y se convierte en un reto inmenso para el que ningún país parece estar listo.
Por otro lado está la crisis climática, que también genera movimientos masivos de población, golpea a la economía e imposibilita la consecución de los objetivos de la cada vez más vulnerada Agenda 2030.
Los pronósticos para los próximos años no son muy optimistas. Se espera que la tasa de crecimiento global siga estando muy por debajo del promedio registrado en las dos décadas previas a la pandemia. Todo indica que en este 2024 la economía mundial se desacelerará y alcanzará un avance de apenas 2.4 por ciento.
La estimación de crecimiento para los países menos desarrollados se ubica en 4% para 2023 y 5.2% en 2024. Para America Latina el panorama es peor. Los expertos esperan un crecimiento de apenas 1.6 por ciento. La Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible establece un crecimiento necesario del 7 por ciento para lograr los objetivos. A solo seis años de que se venza el plazo, estamos muy lejos de alcanzar esos niveles.
Li Junhua, secretario general adjunto de la ONU para Asuntos Económicos y Sociales, ha sido enfático: “La comunidad internacional debe abordar urgentemente la creciente escasez de financiación a la que se enfrentan muchos países en desarrollo, fortaleciendo sus capacidades para realizar inversiones críticas en desarrollo sostenible y ayudándoles a transformar sus economías para lograr un crecimiento inclusivo y sostenido a largo plazo”.
Sin embargo, lo que hay en el panorama son políticas monetarias restrictivas, altos niveles de endeudamiento, un comercio débil y una inversión mundial insuficiente.
Con una economía afectada y temerosa, no se invierte en energías limpias, ni en investigación e innovación para el futuro. Seguimos entonces aplicando procesos contaminantes y calentando más al planeta. Esto genera catástrofes naturales que golpean aún más a la economía y que matan a cada vez más personas. Es un temible círculo vicioso que debería llevar a los líderes mundiales a replantearse los objetivos para el futuro inmediato. Hemos llegado a un nivel tan alto de afectación medioambiental, que el desarrollo ya no debe verse como sustentable si no como restaurativo. Ya no es cuestión de crecimiento, es de sobrevivencia.