Empezó a protestar cada 8 de marzo desde que era niña. La primera vez que la encontré llevaba en las manos un cartel más grande que ella con la foto de su agresor. Me contó llorando que había sido víctima de abuso sexual muchas veces y que el tipo estaba prófugo. Este sábado volví a encontrarla. Ya tiene 13 años. Todavía tiene voz de niña, pero su expresión la hace ver mayor. Su mirada deja ver que ha sufrido y llorado mucho. Avanzaba por Reforma con el mismo cartel de siempre.
Su agresor sigue libre, al igual que el hombre que violentó a Adriana desde que tenía seis años. Ella tardó mucho en contarle a su familia que el chofer de su papá abusaba sexualmente de ella. Tenía miedo y estaba amenazada. Cuando al fin rompió el silencio, ya era demasiado tarde. Denunció al violador, pero el delito había prescrito. El tipo está libre, seguramente abusando de otras niñas.
Son apenas dos casos entre miles. Por eso marchamos juntas; porque el dolor de una se convierte en la causa de todas. Es el día en que abrazamos a las madres de las desaparecidas junto a las fotos de sus hijas en el Zócalo; en el que convergen las exigencias y las lágrimas y se convierten en el alimento para seguir luchando el resto del año.
Para el 8 de marzo no hay fronteras. En Santiago de Chile, las calles se llenaron con demandas de igualdad salarial y el fin de la violencia de género. En Argentina, miles se congregaron en la Plaza de Mayo. En Caracas, donde las mujeres denunciaron la violencia machista y las dificultades económicas.
En Madrid, la lluvia no detuvo a quienes exigieron educación en igualdad desde edades tempranas.
Londres fue escenario de concentraciones en Trafalgar Square. En Roma y Milán hubo manifestaciones en favor de la igualdad salarial y la representación femenina en la política. En Berlín y Bruselas exigieron el fin de la violencia de género.
En Irán, las mujeres desafiaron restricciones para exigir sus derechos, enfrentando represión. En Ucrania, en medio del conflicto armado, las mujeres marcharon pidiendo paz y seguridad. Turquía, por su parte, exigió el regreso al Convenio de Estambul, del cual se retiró en 2021.
Marchamos en todo el mundo porque la violencia de género sigue siendo alarmante. Según ONU Mujeres, en 2023, aproximadamente 51,100 mujeres fueron asesinadas por sus parejas u otros familiares, lo que equivale a 140 víctimas diarias.
Más del 10 por ciento de esas víctimas están en México. El año pasado, hubo en este país 6,837 homicidios de mujeres, un promedio de 18.7 al día. Solo 839 se tipificaron como feminicidios. Cuesta creer que hay quien se asusta con nuestra marcha y no con esas cifras.
Marchamos juntas, porque las autoridades no nos han protegido. Marchamos juntas porque nos violan, nos discriminan, nos desaparecen y nos matan. Y sí, nos faltó una mujer en Reforma: la que hoy tiene el poder para implementar políticas públicas que cambien la realidad de miles. Entiendo el riesgo de compartir la calle con el hartazgo, frustración y furia de tantas. Lo que no podré entender, es que no gobierne con perspectiva de género. Apenas empieza a escribirse su historia. Esperemos que sea la de una mujer, que cambió para bien la vida de muchas otras.
@PaolaRojas