Porfirio Muñoz Ledo fue un político en toda la extensión de la palabra. Legislador, funcionario público, embajador, candidato presidencial, militante y dirigente de varios partidos, fundador del PRD, pensador, abogado, constitucionalista, viajero politólogo y orador espléndido. Su lucha para crear el Instituto Federal Electoral y sus aportaciones a la Constitución de la Ciudad de México lo convierten en un referente de la historia reciente del país.
Hace poco más de un año hicieron un homenaje a este gran entendedor del poder y sus alcances. Fue en la antigua sede del Senado en Xicoténcatl. Ahí Porfirio lamentó la violencia que afecta a Mexico y consideró que hemos alcanzado la seguridad del Estado, pero no la seguridad ciudadana.
El autoritarismo de los años recientes lo desilusionó, por lo que adelantó que dedicaría sus horas a debatir desde la imparcialidad del saber. Hizo además un llamado a la sensatez y al diálogo, más allá de obcecaciones, rencores o amenazas. “No aceptemos la provocación, venga de donde venga”, dijo con su característica firmeza.
En esa misma ocasión, Juan Francisco Ealy Ortiz recordó un concurso de oratoria organizado por EL UNIVERSAL en 1953. El ganador fue Muñoz Ledo cuando era apenas un estudiante de derecho. Desde entonces deslumbró a todos con su elocuencia. Pero no solo hizo un uso espléndido del lenguaje, también lo defendió como la herramienta esencial que es para construir paz.
El presidente de este diario trajo también a la memoria que aquel joven Porfirio “demostró que el discurso, el poder de la palabra, debe y puede emplearse para nutrir una esfera pública en la que cada quien exprese sus ideas y respete la libertad y el derecho del otro para hacerlo también. Que podamos cultivar sobre el terreno de nuestras coincidencias y no profundizar en aquello que nos divide. Así se construyen los consensos, materia prima esencial de la vida en democracia”.
Ante los ataques verbales desde el poder y los frecuentes intentos de polarización, nos haría bien aprovechar al lenguaje para tender puentes y escuchar respetuosamente a quien piensa diferente. Este Mexico adolorido necesita que la palabra se use para conciliar. Sería además una estupenda forma de homenajear a quien ejerció la libertad de expresión con maestría inigualable; a quien, sometido a examen en los cuartos oscuros, se defendió con sus ideas y sus ideales.
Y es que a un transformador no basta con recordarlo. El legado no es estático: el legado es un camino que se construye, arena a arena política. ¿Por qué tendríamos que reconstruir y llenar de arenas lo iniciado por Muñoz Ledo? Porque fue un pensador de la ruptura sin violencia. Podríamos aprender algo de eso.