Encontraron ropa, cientos de zapatos y algunas mochilas, junto a cráneos calcinados y casquillos de bala. Hay crematorios que indican que fue un campo de exterminio. La descripción es tan devastadora, que ya empiezan a llamarlo el Auschwitz mexicano.
La gente de Teuchitlán, Jalisco, no quiere que su municipio se compare con un campo de concentración. A nadie le gusta esa analogía. Pero su repudio a ese estigma es superado por el miedo, y es que el régimen nazi es un deplorable y vergonzante recuerdo del pasado, mientras que el horror con el que los criminales actúan en México es parte del doloroso presente y del temible futuro.
El predio fue descubierto por grupos de familiares que buscan a sus desaparecidos. Entre los hallazgos del colectivo de Guerreros Buscadores de Jalisco, hay cartas de despedida que dan cuenta de la tortura a la que fueron sometidos quienes murieron ahí.
Lo más indignante es que ese lugar ya había sido visitado por la Guardia Nacional. Hubo un operativo en septiembre del año pasado en el que liberaron a dos personas secuestradas y detuvieron a diez delincuentes. Quedó luego bajo resguardo de la Fiscalía de Jalisco. Pasaron los meses y ninguna autoridad reportó lo que había ahí. Una clara muestra de su negligencia e indolencia, que abandona por completo a los familiares de las víctimas. .
¿Por qué no hicieron una inspección más detallada? ¿Cómo es que dejaron atrás todas esas evidencias? Una madre buscadora dijo alguna vez, que el estado no busca porque se encontraría a sí mismo.
De acuerdo a la Comisión Nacional de Búsqueda, en las últimas dos décadas se han encontrado más de 5,700 fosas clandestinas en el país. La mayoría han sido ubicadas gracias al esfuerzo de familiares de víctimas. Detrás de los casos de personas desaparecidas que logran ser rescatadas o identificadas, están también sus familiares. Casi siempre son madres que lo dejan todo, hasta el miedo, para buscar donde sea y como sea a sus hijos.
Lo más terrible, es que muchas de las personas dentro de las bandas criminales no están ahí porque lo eligieron. El reclutamiento forzado es hoy una realidad en buena parte del territorio nacional. Está cada vez más documentado. Quienes han logrado sobrevivir y escapar, relatan que recibieron ofertas de trabajo falsas. Las más de las veces los enganchan a través de engaños cibernéticos. Cuando acuden al llamado, son obligados a colaborar con los delincuentes. Si no lo hacen, simplemente los matan a ellos y a sus familias.
Lamentablemente los niños también son víctimas del reclutamiento forzado. De hecho, el que no puedan ser llevados a prisión por su edad, los hace aún más interesantes para los grupos criminales. De acuerdo a la organización “Tejiendo Redes por la Infancia”, más de 30 mil menores de edad son obligados a sumarse a las filas de la delincuencia anualmente.
Basta recorrer algunas ciudades fronterizas de México para encontrarlas. Son madres que han dejado sus comunidades en Michoacán, Guerrero, Chiapas y otros estados, para que no se lleven a sus hijos. Algunas no logran evitarlo. Se los arrebatan. Los buscan a pesar de todos los riesgos que eso implica. Según Amnistía Internacional, en los últimos 15 años, 24 familiares de personas desaparecidas han sido asesinados. Pero esas madres persisten, aún cuando las amenazan y las persiguen. No les importa morir. Les quitaron a sus hijos; están muertas en vida.
@PaolaRojas