El mundo avanza a una velocidad vertiginosa. Las nuevas tecnologías han acelerado los cambios a un grado tal, que es cada vez más difícil predecir el futuro. Personajes casi desconocidos irrumpen de pronto, seducen al algoritmo y se vuelven tendencia. Así le sucedió a Javier Milei, quien dio la sorpresa en Argentina. Las encuestas le daban apenas el 20 por ciento de las preferencias y ganó el primer lugar. Dejó atrás a los dos rivales de los partidos tradicionales, que siguen pasmados ante el resultado que obtuvo aquel al que no se tomaban en serio.
En términos de comunicación es un fenómeno interesante. En los mítines políticos lo reciben como estrella de rock. Él entra cantando mientras sus seguidores saltan y bailan entusiasmados. Grita “soy un león” y la gente responde con rugidos. “No vengo a guiar corderos, vengo a despertar leones”, es una de sus frases taquilleras.
Con un estilo desenfadado logró captar la atención y el voto de los jóvenes. Su discurso de sacar a “la casta”, en referencia a la clase política, le dio también el sufragio de los decepcionados. Decían que estaba loco, y hasta eso aprovechó. ¿Sabés cuál es la diferencia entre un genio y un loco? El éxito", dijo en entrevista con una sonrisa.
Su campaña fue tan breve que no le dio ni tiempo de recorrer el país. Se posicionó gracias a las redes sociales y a la televisión. De hecho, fue en programas televisivos en los que participaba como analista, donde empezó a delinear las que luego serían sus propuestas económicas.
Ya como candidato, sus apariciones en pantalla aumentaban los niveles de audiencia. Todos lo querían como invitado. Ahora que se ha convertido en el favorito para ganar las elecciones en octubre, esas invitaciones se han multiplicado.
Como economista, ha sabido capitalizar la desesperación de una población que subsiste con una inflación de tres dígitos. Vivir así es una locura, y en ese contexto demencial, Milei plantea propuestas que sacuden y escandalizan.
Dolarizar la economía, desaparecer el Banco Central y privatizar las empresas del Estado son sus banderas políticas. También su oposición a la legalización del aborto y a que se imparta educación en torno a temas de género e identidad.
Lo preocupante es que el cinismo le resulta redituable. Cuando le señalan un cambio en su postura, el tipo responde con humor. Cuando le muestran un video en el que declaró algo un poco diferente a lo que hoy sostiene, primero se detiene en su imagen y bromea: “estoy más delgado, me da gusto”. Ya luego, sin rubor, reconoce que efectivamente cambió de opinión.
El hartazgo es terreno fértil para el surgimiento de personajes así: ídolos que pueden decir y hacer lo que sea. Basta ser disruptivo y refrescante para dar una patada en el tablero y mover todas las fichas… o todas las corcholatas.