En menos de 12 horas, Otis pasó de ser una tormenta tropical a el peor huracán en la historia del Pacífico mexicano. Los especialistas no lo anticiparon. Ni el Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos pudo advertir que tan rápidamente alcanzaría la categoría cinco. La extrema velocidad de su crecimiento hizo que lo consideraran un “escenario de pesadilla”. Le bastaron tres horas a la violencia de sus vientos para destruir buena parte de Acapulco.

El impacto cuando tocó tierra ha sido descrito como terrorífico por los acapulqueños. Las horas posteriores no fueron fáciles tampoco. Tocó el dolor de buscar a familiares entre escombros en medio de la oscuridad de la noche. La falta de luz se prolongó durante días porque no había electricidad. Eso imposibilitó la comunicación y complicó los traslados. Las gasolineras no podían funcionar en esas condiciones.

Lamentablemente la devastación alcanzó también a varios municipios de la Costa Grande de Guerrero. Se trata no solamente de uno de los estados más pobres del país. es también uno de los más violentos.

Luego de un desastre natural, el panorama suele mejorar con el paso de los días. En este caso no parece ser así. La violencia de siempre se sumó a la desesperación creciente. La gente necesita con urgencia agua y comida, mientras la ayuda se acumula en los centros de acopio. Llevarla a su destino es complejo por la afectación en los caminos. Eso mismo genera que los miles que quieren salir de la zona no puedan hacerlo.

El huracán destruyó infraestructura, hoteles, departamentos y restaurantes. Eso implica que la mayoría de las fuentes de empleo están, al menos temporalmente, canceladas. Reconstruir antes de la temporada de vacaciones navideñas no es viable. Se requiere de tiempo y de inversiones millonarias para recuperar lo perdido.

¿Cómo se va a levantar Acapulco? Lo que ocurra en los próximos meses será crucial. El reto es particularmente complejo por la presencia de grupos delincuenciales que se enfrentan entre sí y que han acaparado muchas de las actividades económicas. Me atrevo a decir, consciente de lo que implica, que el caos actual requiere de la colaboración incluso de los criminales.

Todos están a prueba. De la autoridad municipal se espera poco. No ha sido capaz ni de gestionar eficazmente el manejo de la basura. El gobierno estatal ya era también muy cuestionado desde antes del desastre. Ante esto, el gobierno federal queda obligado a apoyar con toda su capacidad por la magnitud de los daños. Tiene que hacerlo también con responsabilidad y altura de miras. Aquel que apueste por acaparar la ayuda o por darle un uso electoral, pagará un costo. La tragedia es muy dolorosa y no permite ese tipo de mezquindades.

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