El mundo cruza un umbral peligroso: estamos por rebasar el límite de 1.5 °C. La crisis climática es también una crisis de liderazgo. En la COP30, celebrada en Brasil, el gran ausente es Estados Unidos. Su presidente, Donald Trump, volvió a llamar “engaño” al calentamiento por emisiones de combustibles fósiles y retiró otra vez a su país del Acuerdo de París. China intenta ocupar parte de ese vacío con energías limpias como la nuclear, pero sus avances siguen siendo insuficientes.
Por lo que toca a México, la Secretaría de Medio Ambiente habló de una reducción de emisiones de entre 31 y 37 por ciento para 2035. El World Resources Institute celebró ese plan como uno de los más ambiciosos. Sin embargo, ya en plena cumbre, México seguía sin presentar formalmente sus nuevas metas. Ese vacío no parece ser un simple retraso administrativo, si no un hueco político que impide medir el verdadero compromiso del país. Mientras el gobierno mexicano se lo toma con calma, las lluvias torrenciales arrasan con comunidades enteras.
A los fenómenos meteorológicos cada vez más devastadores, hay que sumar otro enemigo del medio ambiente: la violencia. Global Witness documentó en 2024 al menos 146 defensores de la tierra asesinados o desaparecidos en el mundo. La mayoría de los casos ocurrieron en América Latina, con México entre los países más letales.
A los cientos de conflictos ambientales que hay en nuestro país, hay que sumar la estigmatización, criminalización y el riesgo permanentes para quienes defienden el agua, los bosques y el territorio. Los delincuentes que lo mismo trafican drogas que talan montes, amenazan y matan a quien se interpone en su negocio. Proteger a la naturaleza en México, es ir en contra de quienes lo depredan todo.
Los nombres ponen rostro a la desgarradora estadística. Samir Flores fue asesinado por oponerse al Proyecto Integral Morelos; a la líder purépecha Guadalupe Campanur, la mataron por defender los bosques de Cherán; Homero Gómez, protector de la mariposa monarca también fue encontrado muerto; al líder rarámuri Isidro Baldenegro, le quitaron la vida por enfrentar la tala ilegal en la Sierra Tarahumara. La dolorosa lista sigue y crece, mientras el Estado no garantiza un entorno seguro para casi nadie.
México habla de reducción de emisiones y de resiliencia al clima, pero en casa castiga o abandona a quienes defienden al capital natural. No hay justicia climática posible si la defensa del medio ambiente se paga con la vida o con la cárcel. Si esta quiere ser la “COP de la verdad”, la nuestra empieza por reconocer que proteger a los activistas del clima no es un tema lateral: es la condición mínima para que cualquier promesa climática deje de ser discurso y se convierta por fin, en futuro viable y compartido.
@PaolaRojas

