La participación de las mujeres en el mercado laboral es un fenómeno complejo y cambiante que ha sido determinado por factores sociales, económicos y culturales a lo largo de la historia. Desde hace siglos las mujeres han desempeñado roles laborales, adaptándose a las necesidades de cada época; sin embargo, tradicionalmente se ha asociado a los hombres.
Las reformas aprobadas a la Ley Federal del Trabajo que objetivan las recientes modificaciones constitucionales ya vigentes, a fin de reducir la brecha salarial, constituyen un parteaguas. Ambas iniciativas fueron enviadas por la presidenta de México al Congreso, lo que confirma la importancia de que una mujer de izquierda conduzca los destinos de nuestra Nación.
Como acertadamente expone la Iniciativa, no obstante que se cuenta con normas e instituciones creadas de forma específica para prevenir, atender, sancionar y erradicar la violencia de género, así como erradicar la brecha salarial por razones de género, éstas han tenido una posición marginal en las prioridades de muchos gobiernos, por esta razón es necesario colocar en una posición central la política para garantizar la igualdad sustantiva entre mujeres y hombres.
Y es que el Estado, efectivamente, debe reconocer el problema de la desigualdad social y económica como un asunto de carácter público del que debe hacerse cargo, pues solo desde esta posición se puede identificar a la desigualdad, a las violencias y a la discriminación como elementos estructurales generadores de opresión y desventajas para diversos grupos, en particular para las mujeres, adolescentes, niñas y niños.
Es verdad, “las dimensiones desde las cuales se puede atajar el problema son diversas, empero, la desigualdad vinculada a la brecha salarial continúa siendo prioritaria”.
Para darnos una idea de la dimensión de la problemática, basta decir que de acuerdo con al INEGI, las mujeres en México enfrentamos una brecha salarial considerable en comparación con los hombres. En 2022, el ingreso promedio trimestral monetario para los hombres fue de $29,285.00 pesos, mientras que para las mujeres fue de $19,081.00 pesos, lo que representó una diferencia de $10,204.00 pesos por trimestre entre ambos sexos.
Desigualdad la anterior, que se manifiesta en diversas actividades económicas y sectores laborales. Además, no podemos pasar desapercibido que, las mujeres a pesar de tener una participación creciente en el mercado laboral, continuamos enfrentando barreras estructurales que limitan el acceso a puestos mejor remunerados y las condiciones laborales equitativas.
Tampoco podemos soslayar que, de acuerdo con el Instituto Nacional de las Mujeres, las mujeres destinan menos horas promedio a la semana a las actividades para el mercado y bienes de autoconsumo, pero destinan más horas al trabajo no remunerado: 30.1 horas en trabajos domésticos y 28.8 horas a los cuidados, mientras que los hombres destinan a estas actividades 11.6 y 12.9 horas respectivamente.
La brecha salarial entre mujeres y hombres en México es un problema persistente y significativo, abordarlo para darle solución constituye un esfuerzo inconmensurable que se verá reflejado en los próximos años de forma contundente.
Lo anterior permitirá mayores ingresos para las mujeres, en consecuencia, podrán cubrir sus necesidades básicas, tener una vivienda, ahorrar para el futuro o invertir en su educación y desarrollo profesional. Tendrán mejores pensiones, independencia económica y autonomía, lo que reducirá la violencia, abuso y vulnerabilidad.
Activista Social
@larapaola1