Rosanety Barrios

Lo que no nos mata, nos hace más fuertes. F. Nietzche

Ahora sí, inició la cuenta regresiva. Solo nos faltan unos cuantos días para que México sea gobernado por su primera presidenta de la historia. Esta presidenta, con gran experiencia en temas de energía y cambio climático, se enfrenta a retos extraordinarios, quizá de los más complejos que nuestro país ha experimentado.

Habiendo sido publicada la reforma judicial y a la espera de las leyes secundarias, están formadas en la fila de los pendientes un par de reformas más, directamente relacionadas con la energía. La primera para dar a la CFE un rol preponderante y la segunda para desaparecer a los organismos reguladores. Esta reforma abarca a los organismos independientes constitucionalmente y a los reguladores de energía, los cuales no tienen esa categoría, pero su posible desaparición tendrá impacto en el sector.

La intención de esta columna es brindar a mis amables lectores, elementos para conformar criterio y determinar los pros y los contras de los reguladores en el contexto de una nueva organización industrial en energía. Para hacerlo, voy a utilizar un solo ejemplo, la clasificación como confidencial que el Consejo de Administración de Petróleos Mexicanos hizo de la información de la nueva refinería Olmeca, ubicada en Dos Bocas, Tabasco.

La decisión se tomó con base en el siguiente argumento: “la divulgación de la información, sin el contexto adecuado, no solo podría afectar negativamente a nuestra empresa, sino también comprometer la seguridad y los intereses económicos del Estado mexicano, dado que este es un proyecto de gran relevancia nacional”.

¿Cuál será el “contexto adecuado” imaginado por el Consejo? Si Dos Bocas se hizo con dinero que pagamos todos vía impuestos, ¿no es suficiente contexto para aspirar a la transparencia? Hasta aquí voy a dejar el ejemplo.

Regresemos entonces a la nueva organización industrial, en la que CFE y Pemex tienen un rol “preponderante” No puedo dejar de apuntar que dicha preponderancia ha subsistido a lo largo de la historia nacional, con todas las reformas implementadas en el siglo XX y XXI y que dicha preponderancia era perfectamente sostenible en el tiempo, siempre que se nuestras campeonas fueran eficientes, pero está bien, pensemos que nos reinventamos desde cero y que tanto CFE como Pemex vuelven a nacer en octubre de 2024.

En esta organización, ¿qué entidad será la que se siente con Pemex y CFE y revise su operación? Porque eso es lo que hacían los reguladores sectoriales. Pongo un ejemplo, si CFE quería generar energía, tenía que pedir un permiso a la CRE y para determinar sus tarifas, es la CRE la encargada de definir cuáles costos se trasladan a los mexicanos y cuáles no, por ser excesivos, inadecuados, inaceptables, etc.

En el caso de Pemex y el petróleo, la labor de la CNH consistía en asegurarse que la exploración y producción del hidrocarburo de los mexicanos se hiciera con apego a la técnica más exigente, con la intención de que la sociedad entera pudiera disfrutar de la más alta renta petrolera sin poner en riesgo a nadie.

Este mismo ejercicio se repetía con los proyectos a cargo de la iniciativa privada, tanto en la CRE como en la CNH. Porque estar regulado se trata de cumplir con las reglas que una autoridad fuerte establece.

No está muy claro aún qué se propone para sustituir el rol de los reguladores de energía. Hay varias opciones, una es regresarlos a ser organismos desconcentrados de la SENER, como lo fueron por décadas, otra su desaparición plena y llana y que sean direcciones generales dentro de la Secretaría de Energía.

Si bien habrá quien piense que cualquiera de las dos opciones funciona, me parece indispensable recordar que lo que se busca es un Estado fuerte, que es decir una autoridad seria, respetable y confiable. Tres cualidades que devienen de un conocimiento profundo de la materia, una operación transparente y ágil y sin duda, de facultades sólidas, provenientes de un marco legal estable y certero.

No tengo duda que hay más de una forma de implementar la configuración de Estado fuerte, cuyo ejercicio estimule la creación de un bienestar compartido, de la mano de la iniciativa privada.

Solo recordar que tanto en las empresas estatales como en las privadas, los incentivos deben alinearse para evitar malas prácticas, corrupción, abuso y daño social, ya que no surgen de manera automática, ahí está el ejemplo de Dos Bocas, seguramente que hay a quien le conviene que la información sea confidencial, pero, ¿y al resto de los mexicanos? ¿Nos conviene ignorar lo que se hace con nuestros impuestos? ¿Nos conviene perder la supervisión de una Autoridad (con mayúscula) en la materia?

A la serie de incentivos alineados para el logro de los objetivos se le llama gobernanza y esta descansará, a partir del 1 de octubre, en la primera presidenta de nuestro país.

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