Rosanety Barrios
“De noche, es especialmente hermoso creer en la luz”,
Platón
Estoy segura que la lectura de esta frase, así como está en inglés, dice mucho ya a quienes me distinguen con su lectura. No hay duda que el presidente de EUA logró colocarla mundialmente como su marca en materia energética.
Donald Trump ya tomó posesión y nos inunda todos los días con declaraciones que invitan a la reacción. El mundo entero sabe que la relación con México está en su cartera (ya se ha escrito mucho sobre el análisis de la firma Eurasia, quien coloca a esta relación dentro de los 10 riesgos globales más relevantes) y dado que en materia energética ya firmó 3 Órdenes Ejecutivas y amenazó con establecer aranceles al crudo mexicano y al canadiense, conviene conocer los elementos reales que tenemos sobre la mesa en este tema.
Lo primero es saber que la agencia de energía norteamericana reporta que las refinerías en EUA todos los días procesan 16.4 millones de barriles de crudo y que, de esos, 6.7 millones son importados. El origen de esas importaciones es amplio, pero Canadá destaca como el principal proveedor. México también aparece en esa lista de países que exportan crudo a los EUA.
En EUA las refinerías son privadas. Cada empresa decide a quién le compra qué tipo de crudo, en función a precio y características físicas. Las refinerías se diseñan para procesar un tipo especial de crudo.
Es así que, si el presidente Trump decide aplicar un arancel al crudo de importación en su país, pues lo primero que sucedería es que la gasolina y el diésel aumentarían de precio para sus votantes. Ningún gobierno quiere eso, pero además hay que tomar en cuenta que en uno de los decretos que firmó, establece como objetivo bajar el precio de la energía. Considero que podemos estar tranquilos. No habrá aranceles al crudo mexicano.
Sobre los riesgos en gas natural (importamos casi todo el gas que se consume para usos distintos a los petroleros), hay que tomar en cuenta que la promesa de Trump en su primer discurso fue “inundar al mundo con la energía norteamericana” y que esa energía, al menos por el momento, está concentrada en gas natural. Ya son el productor más grande del mundo y Trump está decidido a mantener ese liderazgo.
Hará todo lo posible por poner incentivos a la industria para producir más gas y exportarlo. México es un cliente muy destacado. Nadie más concentra el volumen de compra que nosotros demandamos (de acuerdo con la agencia norteamericana de energía, el 30% de todas las exportaciones de gas de los EUA tienen como destino final, nuestro amado país).
El gas nos llega por ducto. Si no lo consumimos, las empresas que lo producen no tienen qué hacer con él. Hay contratos que comprometen la venta y para licuarlo y sacarlo de EUA hace falta construir infraestructura, así que cualquier idea de no venderlo es, al menos en circunstancias comerciales normales, infundada. Si vamos a hablar de escenarios catastróficos como una guerra, el riesgo cambia, pero no veo el caso a suponerlo actualmente.
El plan energético del Sr. Trump busca poner en la mesa todos los incentivos para que, además de extraer más gas, se pueda exportar. Esto es, desarrollar ductos, centros de procesamiento y terminales de exportación. Para ello ordenó ya una revisión de toda la regulación vigente, incluyendo la ambiental, con el objeto de eliminar aquella que, a su juicio, “estorba”.
Si bien, con esta estrategia el presidente Trump busca reforzar su balanza comercial, el objetivo máximo no está en energía. Como he escrito en ocasiones anteriores, la energía es un medio, no un fin en sí misma. Trump busca el inshoring y eso representa una competencia con nuestro país, cuyo Plan México está basado, de manera natural, en el desarrollo del nearshoring.
Yo sigo pensando que es posible para México atraer inversiones ligadas a la relocalización y reconstruir una relación funcional con nuestros vecinos. Espero que la presidenta tenga claro que en materia energética el balance de fuerzas es similar, por lo que no me parece que sea un tema que deba preocuparla mucho.
Pero el desarrollo de la estrategia general con Trump sí debería incluir el adoptar una política energética regional, que nos permita aprovechar los recursos que de uno y de otro lado de la frontera existen y asegurar primero, que nuestro tratado comercial va a subsistir en los mejores términos para ambos países y con base en ello, que el nearshoring es viable en nuestro país.
Los cambios constitucionales recién aprobados en materia energética representan conflictos al TMEC, seguramente que en su revisión van a estar en la mesa. Quedan pendientes las leyes secundarias. Todos esperamos que las reglas que ahí se establezcan logren vencer la turbulencia actual. Ojalá.