Ha hecho usted historia al ser elegida democráticamente como la primera presidenta de México. La felicito, le deseo éxito a su gobierno y, sobre todo, que le vaya bien a nuestro país.

Su currículo la acredita como científica y ambientalista. Fue secretaria de medio ambiente de la Ciudad de México y formó parte del Grupo intergubernamental de expertos sobre el cambio climático de la ONU, que recibió el Premio Nobel de la Paz.

Hoy, desafortunadamente, no hay nada que celebrar en medio ambiente en México. El desempeño ambiental de pasados gobiernos federales fue malo; el del actual fue ominoso y será recordado como el gobierno que mandó al diablo a las instituciones ambientales, persiguió organizaciones de la sociedad civil y ambientalistas, quiso encarcelar científicos.

El medio ambiente nunca ha sido prioridad gubernamental; con contadas excepciones tampoco lo ha sido del sector empresarial, a pesar de que en sexenios pasados muchos enarbolaron con entusiasmo la bandera ambientalista.

Hoy México es un país letal para quienes defienden el medio ambiente: más de 100 mujeres y hombres defensores ambientales han sido asesinados en lo que va del sexenio, según el Centro Mexicano de Derecho Ambiental.

El desmantelamiento, la pérdida de capacidades humanas y el debilitamiento presupuestal de las instituciones ambientales en estos seis años fue brutal. Nuestras selvas y bosques, ríos y agua, mares y costas, áreas naturales protegidas, conocimiento de la biodiversidad, procuración de justicia, pesca –y los centenares de valientes servidores públicos (hombres y mujeres) dedicados a cuidarlas– están hoy desamparados.

Defensores ambientales, OSC y científicos fueron difamados, acosados, perseguidos desde el poder. Seis años aciagos en los que el miedo a desatar la ira presidencial silenció a casi todos.

Al gobierno no le importó, tal vez porque nunca entendió, el papel de la naturaleza para el bienestar humano. No comprendió que un medio ambiente sano es imprescindible para forjar economías sólidas y sociedades justas; no entendió su importancia para la seguridad nacional, la salud pública, la seguridad alimentaria, energética e hídrica, para combatir la pobreza.

Con tres secretarios ideologizados, la Semarnat vagó sin rumbo. La ciencia fue satanizada por un Conahcyt, adoctrinado y adoctrinador, que quiso encarcelar científicos. México se desdibujó en la agenda ambiental internacional. Servidores públicos con trayectorias reconocidas en la sociedad civil callaron; funcionarios que en décadas pasadas lucharon por el desarrollo sustentable y la justicia ambiental perdieron la brújula.

¿Entonces, cómo celebrar hoy el Día Mundial del Medio Ambiente en México?

Convocándonos a todos los mexicanos –sin distinción de preferencias políticas– a trabajar con su gobierno para cuidar el medio ambiente y usar responsablemente los recursos naturales de la Nación. Porque el presente y el futuro de más de 130 millones de mexicanos (la mitad menores de 29 años) dependen en gran medida de cómo su gobierno haga cumplir nuestro derecho constitucional a respirar y vivir en un ambiente sano.

Si queremos el bienestar de los mexicanos –en particular de los más pobres– el agua, el medio ambiente y el cambio climático deben ser prioridades nacionales, y la ciencia la brújula del quehacer gubernamental. Porque un ambiente sano es la base para combatir la pobreza. Presidenta electa Sheinbaum, muchos mexicanos anhelamos trabajar con usted, codo a codo, para asegurar el uso sustentable de los recursos naturales en beneficio de todos.

Con el respeto que merece por su trayectoria e investidura, me dirijo a la científica, a la ambientalista, a la Presidenta:

¿Se hará realidad el artículo 4 de nuestra Constitución que establece el derecho de todo mexicano a un ambiente sano para su desarrollo y bienestar, y el artículo 25 que estipula que corresponde al Estado garantizar que el desarrollo nacional sea integral y sostenible?

¿El respeto al medio ambiente será eje de las políticas públicas, en congruencia con los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030?

¿Se destinarán suficientes recursos al desarrollo científico, tecnológico e innovación para generar soluciones a los desafíos alimentarios, hídricos, energéticos y de salud pública de los mexicanos, la contaminación, el cambio climático, la movilidad, la pérdida de biodiversidad?

¿Se logrará que, para el 2030, por lo menos 35% de la energía utilizada en México provenga de fuentes renovables (mini hidro, eólica, solar, geotérmica) e instrumentarán planes de descarbonización y adaptación al cambio climático con enfoque de género?

¿Se cumplirán los ordenamientos ecológicos y las manifestaciones de impacto ambiental para dar certidumbre jurídica al ambiente y la sociedad?

¿Se cuidará nuestra diversidad biocultural?

¿Se fortalecerán nuestras áreas naturales protegidas, proveyéndoles de los recursos humanos y económicos necesarios para proteger los servicios ambientales, la biodiversidad y contribuir al bienestar de los mexicanos?

¿Se sumará la sociedad civil a los esfuerzos de protección del medio ambiente y se promoverán alianzas público-privadas-sociales transparentes que estimulen el uso sostenible de nuestros recursos naturales?

¿Se recuperará el liderazgo regional y global de México en materia de medio ambiente y sustentabilidad?

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