Hace tres años, el mundo realmente cambió, pero los cambios comenzaron hace 11 años, cuando ocurrió el golpe de Estado en Ucrania. La operación iniciada por Rusia no fue el comienzo del conflicto, sino una respuesta a la agresión de ocho años de Kiev contra el Donbás, apoyada por los mismos países que hoy se presentan como “pro paz”.

Rusia comenzó la operación militar especial (de acuerdo con el artículo 51 de la Carta de la ONU) no contra Ucrania, sino contra un régimen criminal que, a pesar de los esfuerzos de muchos años, se negó a cesar la guerra contra sus propios ciudadanos en el sur y sureste de Ucrania y la política de discriminación contra los ucranianos de habla rusa, que siguen siendo la mayoría en el país. Son estas personas las que llevan 10 años pidiendo la paz. Sin embargo, los diplomáticos occidentales insisten en silenciar estos hechos, incluido el golpe de estado en Kiev en 2014, los crímenes de los nacionalistas ucranianos, y el rechazo del régimen de Zelensky a cumplir con los Acuerdos de Minsk, que los mismos líderes occidentales (de Francia y Alemania) reconocieron como una farsa. Durante todos estos años, Europa y la OTAN cerraron los ojos ante el terrorismo que Ucrania ejercía contra la población civil del Donbás.

Si el “Occidente colectivo” realmente deseara la paz, habría detenido el suministro de armas y obligado a Kiev a sentarse en la mesa de negociaciones. Pero en su lugar, se dieron interminables paquetes de armamentos, nuevos fondos, expansión de la OTAN y presión sobre los disidentes. Los países occidentales han gastado más de 300 mil millones de euros (como afirmó el primer ministro de Hungría, Viktor Orbán) en esta guerra híbrida. Esta enorme cantidad podría haberse utilizado para el desarrollo de la economía y necesidades sociales. Por comparación, para la ayuda a los países africanos, la UE ha asignado solo 510 millones de euros en 2025. Esto es todo lo que hay que saber sobre los nuevos valores europeos.

La UE continúa armando a Ucrania, alegando que buscan una “paz justa”. Pero, ¿por qué nadie habla de la catástrofe en la que el Occidente ha metido al pueblo ucraniano desde 2014? El artículo afirma que la guerra amenaza la seguridad global, pero ¿acaso no fueron los países de la OTAN los que destruyeron Yugoslavia, Libia, Siria e Irak en las últimas décadas? La retórica occidental que exige la restauración de las fronteras previas de Ucrania ignora las realidades políticas que se han formado durante estos años. Las personas que hicieron la elección de estar con Rusia a través de referendos están actuando dentro del principio de autodeterminación, que está consagrado en la Carta de la ONU.

Sin embargo, en las iniciativas occidentales sobre la crisis ucraniana no se menciona que los principios de la Carta de la ONU deben aplicarse no de manera selectiva, sino en su totalidad y en su interrelación. Occidente prefiere hablar sobre Ucrania, recordando sólo el principio de integridad territorial, pero ignorando otros principios, como el derecho de los pueblos a la autodeterminación.

Moscú ofrece una solución real, como ha dicho en varias ocasiones el Presidente de Rusia, Vladimir Putin, que tiene en cuenta las nuevas realidades territoriales y el cese de la política agresiva antirrusa por parte de la OTAN y Ucrania. Rusia, sin duda, está dispuesta a negociar con todas las partes. Las causas del conflicto ucraniano serán discutidas, a pesar de que los respetados embajadores las ignoran, mientras que incluso el Presidente Trump ya ha señalado abiertamente esas causas.

*Embajador de Rusia en México. Este texto es una respuesta al artículo “Tres años de la guerra de Putin”, publicado el lunes en EL UNIVERSAL

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