El Festival Internacional Letras de San Luis Potosí cumplió su diecisieteava emisión el pasado viernes con el entusiasta apoyo del Presidente municipal de la capital, Enrique Galindo, que apuesta por el valor de la cultura para el bienestar y la riqueza social. La participación de los escritores invitados consiste en la lectura en voz alta de nuestros textos. El poeta Víctor Manuel Mendiola, su curador, subrayó que el texto está en el centro de festival que promueve la lectura. Por eso cada poeta o narrador comparte frente al foro la lectura en voz alta del fragmento o pieza seleccionada. Así la silenciosa relación con la palabra escrita se torna un acto colectivo, se vuelve escena viva y produce emociones añadidas porque lo orgánico de la voz, llena de matices e intenciones, de singularidad, acerca al público al texto en una propuesta diferente.

Irene Vallejo, presente en los últimos días del festival, leyó de las primeras páginas de su exitoso y genial libro dedicado a la historia del libro y la lectura: El infinito en un junco. Precisamente esas primeras líneas refieren a la lectura en voz alta que su madre le hacía cuando niña previo al momento de dormir. Escrito con la naturalidad y certera observación de los detalles y emociones que caracterizan su mirada literaria, nos recuerda la importancia de la lectura en voz alta como vehículo de afecto, de juego, como artilugio mágico para que a través de las palabras vivan los paisajes, se muevan los personajes, existan los sonidos. El Festival tiene como eje la lectura en voz alta en la plaza pública, en centros escolares para que los asistentes se acerquen a los autores que conocen o conozcan a otros, pero sobre todo para irradiar el poder de las palabras que construyen imágenes, ritmo, reflexiones y que nos hacen viajar con el sonido que de ellas emana.

Qué deleite la lectura colectiva: escuchar los poemas que juegan con los nombres de los pájaros o la presencia de las canas de Luis Miguel Aguilar, los versos en zapoteco y español de Natalia Toledo, ver las escamas del dragón que Verónica Murguía despierta, sentir el sonido dominical de la plaza en el puerto de Veracruz en el cuento de Silvia Molina, las palabras con que el personaje del cuento de Serna vive su origen hispano en una ciudad gringa, la fiereza del comienzo de Salvar al fuego en voz de Guillero Arriaga, la eficacia del diálogo de los personajes de Ella entró por la ventana de Élmer Mendoza, la gracia del cuento navideño de Jorge Volpi a dos voces, el poder de la narrativa de Adán Medellín, la decadencia como tema del poema de Chema Espinaza, la voz beligerante de Luisa Tristán, el mundo bluesero de Vicente Acosta.

Hay algo de rito, de comunión, de asunto antiguo como cuando el Quijote era disfrutado entre quienes no sabían leer por aquel que le daba vida con la lectura en el corro. Antes de la experiencia potosina sólo había vivido esta celebración del texto en voz de sus autores en el Word Fest de Calgary en Canadá. Me habían sorprendido las largas filas del público en el teatro para escuchar a los escritores leer en voz alta. En el vestíbulo estaban los libros, la posibilidad de continuar la lectura y la oportunidad de acercarse a los autores y obtener una firma. En el señorial centro histórico de San Luis Potosí presencié esas largas filas queriendo colectar las firmas del grupo de escritores que fuimos afortunados invitados.

Le deseo al Festival Internacional Letras de San Luis Potosí muchos años más de amor por los libros y contagio por la lectura.

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