En el marco del aniversario de su inauguración, el 27 de abril, nos remontamos a los inicios de esta colonia que ahora se llama Anáhuac.
Fue en agosto de 1889, cuatro años antes de su formal inauguración, en abril de 1893, que el diario “Siglo XIX” informó que entre Popotla y San Antonio de las Huertas, en terrenos de la Hacienda de la Ascención, se había trazado una nueva colonia que tendría el nombre de Santa Julia.

Destacaba el hecho que a la par de definir las extensiones de las manzanas y los lotes, iniciarían las obras para la construcción de un templo católico.
En octubre de 1889, el antiguo diario “El Universal” -homónimo de esta casa editorial- incluía una publicidad que exaltaba las ventajas de adquirir un terreno en la naciente colonia, apoyándose en la tendencia entre algunas esferas de la sociedad y que consistía en mudarse a zonas de la ciudad que estuvieran fuera del primer cuadro capitalino:
Ensanche de la Ciudad de México. Esta colonia es la más importante y hermosa de cuantas se han erigido en esta metrópoli por su situación topográfica, sus ventajas de cercanía a la capital, sus preciosas vistas, su estado sanitario y la facilidad de comunicación rápida por ferrocarriles y tranvías. ¡Ventas al contado o en 24 mensualidades!

En entrevista, el cronista e investigador Rodrigo Hidalgo, nos comenta que en la segunda mitad del siglo XIX la ciudad empezó a crecer por el fraccionamiento de haciendas y ranchos que se convirtieron en colonias.
“Desde 1859, cuando se planeaba la urbanización de Santa María la Ribera, se mencionaba que en el poniente estaban las mejores condiciones para disfrutar una vida campestre cerca de la capital. Entonces, la colonia Santa Julia y otras de la época se promovían con esas ventajas, desde la abundancia de agua y la salubridad, hasta la belleza del paisaje”, señala.
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Hidalgo menciona que el proyecto de fraccionamiento de Santa Julia estuvo a cargo de los ingenieros José L. Collazo y Leopoldo Blanco y que para 1889, ya existía la colonia de Los Arquitectos que ahora es parte de la colonia San Rafael.

En ese año ya se fraccionaba la actual colonia Doctores y existían las colonias Santa María la Ribera y la Guerrero, antes llamada Hidalgo. “La ciudad ya estaba creciendo. Ya no era únicamente el Centro”.
En 1891 un artículo del diario “Municipio Libre” constataba los beneficios que significaba adquirir un terreno al poniente, particularmente los adquiridos en la Hacienda de la Ascensión, justo donde se levantaba la colonia de Santa Julia.
La misma nota destacaba la visión de los señores Carrillo Ruiz y Rivera, al haber fraccionado aquella antigua finca campestre y transformarla en “casitas de campo”, las cuales, a decir del diario, eran adquiridas, en su mayor parte, por “personas de la clase media, honrados industriales, que comprendiendo la ventaja de ser propietarios dedican sus economías a la adquisición de un pedazo de tierra en qué edificar su casa, en vez de dilapidarlas en el garito y la taberna”.

En otro párrafo, la nota resaltaba la conveniencia de hacerse de un terreno bajo el sistema de abonos a largos plazos, y añadía “tiene la ventaja de proporcionar facilidades para que hasta el más pobre se convierta en propietario de una manera insensible, sin sacrificios y en el orden moral ha sembrado ciertas ideas de economía y orden que redundan en beneficio de las familias, cuyo porvenir queda asegurado por la previsión de sus jefes que tratan siquiera de dejar un albergue seguro a sus hijos”.
Un año después de dicha publicación, en noviembre de 1892, poco antes de inaugurarse la colonia, el diario “La Voz de México” pidió a las autoridades su intervención para detener los robos en la localidad:
“La noche del día 15 al 16 del actual fueron asaltadas las casas de los señores Grobas y Hernández en la colonia de Santa Julia, llevándose los ladrones: maíz, ropa y algunas gallinas…”.
El 26 de enero de 1893 el antiguo diario “El Universal” anunció que se daban por inaugurados los trabajos para la construcción de la iglesia, el jardín, el mercado y los asilos “Salesiano y Colón”; se trataba de la actual capilla de la Ascensión.

En dicho anuncio se invitaba a la inauguración o “estreno”, como solía decirse en aquellos días, de las fiestas del 29 de enero de ese mes.
Finalmente, el 27 de abril de 1893, el periódico “El Nacional” anunciaba la inauguración formal de la colonia de Santa Julia: “Los dueños de lotes de esta colonia invitan a usted para las fiestas de la inauguración el día 30 de abril de 1893. ¡Fíjese, no se le olvide la fecha. 30 de abril de 1893!”. Las celebraciones comprendían entre otras actividades: carreras, bailes y fuegos artificiales.

La colonia del Tigre de Santa Julia, hoy Anáhuac
A la par del crecimiento urbano de la zona, nació una de las leyendas con las que inmediatamente se asocia a esta colonia, la del famoso, carismático y popular “Tigre de Santa Julia”.
Escritores, cineastas, historiadores, maestros y público en general cuentan hasta la fecha sus aventuras, fechorías, grandes amores, robos y todo lo relacionado con este pintoresco personaje, cuyo nombre real era José de Jesús Negrete Medina.
Tal vez con más peso que todo lo que se pueda decir sobre las hazañas y tropelías de esta figura, se encuentra el consabido dicho “lo agarraron como al tigre de Santa Julia”. Al referirse a que no únicamente se sorprende al individuo por sorpresa, sino en cuclillas y con los pantalones abajo, es decir, en el peor momento posible, defecando, y en completa indefensión.

En este contexto, en la revista “Entorno Universitario” publicada por la Universidad Autónoma de Nuevo León en 2018, el escritor e investigador Rafael Olivares Ballesteros escribió lo siguiente acerca de este memorable personaje y el origen del popular dicho:
Cuenta la historia que allá por el primer cuarto del siglo XX, por los años anteriores a la Revolución, hubo un bandido en el Estado de México que cometió asaltos, crímenes y mil tropelías que lo hicieron famoso y temido, por lo que la gente le puso el mote de El Tigre de Santa Julia, ya que en este suburbio de la Ciudad de México tenía su origen su familia, y era común verlo seguido rondando por allí.
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La policía secreta le tendió mil trampas, pero no podían echarle el guante porque su banda tenía una red de informadores que lo tenían bien protegido. Pero como toda historia tiene un desenlace, así el fin del Tigre tenía que llegar.
Las redes de espionaje e inteligencia rindieron frutos, y la investigación desembocó en una silenciosa emboscada. El Tigre de Santa Julia caería con toda su banda.
Aquella noche rodearon el área donde se ubicaba la casa que servía de madriguera al bandido. El cerco se fue cerrando silenciosamente y docenas de rifles estaban listos para un enfrentamiento final.
Con gran sigilo entraron por puertas y ventanas. Buscaron por todos los cuartos y rincones. No se encontró a nadie de su banda. El Tigre no estaba...

Al fin se dio la voz de alarma. ¡El Tigre había caído! ¿Dónde estaba? Lo encontraron sentado en cuclillas rindiendo tributo a la Madre Tierra en medio de las nopaleras del amplio patio. Lo traían a rastras con los pantalones en los tobillos.
Desde entonces se popularizó el dicho: Lo agarraron como al Tigre de Santa Julia... que quiere decir, sin posibilidades de correr o de defenderse.
De hecho, el cráneo del Tigre de Santa Julia se encuentra en exhibición dentro del Museo Casa del Risco, en San Ángel, al sur de la capital.
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Retomando la información contenida en las notas de 1893, el cronista Rodrigo Hidalgo señala que cuando se inauguró la colonia, podemos ver que se bendijo la capilla de la Ascensión, junto al casco de la hacienda, y también se puso la primera piedra del orfanatorio salesiano en un terreno que donaron los fraccionadores, Julia Gómez de Escalante y Eduardo Zozaya.
“Desde entonces empezó la construcción de la iglesia de María Auxiliadora, que es un ejemplo importante del estilo neogótico en la ciudad y tardó en concluirse hasta la década de 1990. El proyecto original fue del arquitecto José Hilario Elguero; después lo modificaron Pietro Roveda y Vicente Mendiola, en diferentes momentos”.
Rodrigo Hidalgo comenta que al paso de los años la antigua colonia de Santa Julia, hoy Anáhuac, no ha perdido su vieja identidad y se hace presente al caminar por sus calles y avenidas.

En efecto, al hacer un recorrido nos encontramos con la antigua estación Santa Julia del Ferrocarril de Cuernavaca y las vías que ahora cruzan la avenida Marina Nacional, testigos de otras épocas que han superado la prueba del tiempo, al igual que varias construcciones que denotan la antigüedad de la zona y que ahora convergen en singular armonía con edificios de departamentos, oficinas y fábricas.
Otro sitio emblemático que colinda con la colonia Santa Julia es el antiguo Colegio Militar, además de la histórica Calzada México-Tacuba, de origen prehispánico.
Al preguntar acerca de otra leyenda urbana del rumbo, resultó que la de la elefanta ”Judy” es una historia muy presente entre los vecinos, la cual después de escapar y dejar a todo mundo sorprendido por su presencia en la vecina colonia Santa María la Ribera, terminó sacrificada en la colonia Anáhuac, luego de dejar atónitos a todos los vecinos a su paso en julio de 1958, hecho que este diario cubrió con entrevistas a testigos y un registro gráfico de los eventos.
Fuentes consultadas:
- Entrevista con Rodrigo Hidalgo, cronista e Investigador.
- Olivares Ballesteros, Rafael. “Rincón de Tradiciones - Como el Tigre de Santa Julia”
- en Revista Entorno. Universidad Autónoma de Nuevo León. Agosto-Diciembre 2018.
- Hemeroteca Digital de México, Universidad Nacional Autónoma de México.