Con al frente de la Casa Blanca retornaron las amenazas contra cualquier extranjero que ose atravesar sus fronteras de forma ilegal. Deportación y persecución parecen ser las únicas vías de diálogo con el otra vez mandatario estadounidense.

Sin embargo, estas acciones no son nuevas. Durante la llamada , entre 1929 y 1939, nuestro vecino decidió que los mexicanos ya no eran útiles para su economía y los echó por la puerta de atrás.

La Unión Americana apenas sobrellevaba la Gran Depresión y aplicó drásticas medidas para proteger su economía. Entre esas acciones estuvo el rechazo y repatriación de miles de extranjeros que “arrebataban” trabajos y oportunidades a los ciudadanos estadounidenses.

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Estados Unidos advirtió que deportaría a todo migrante que fuera una carga pública o que ingresara de forma ilegal, aunque los testimonios históricos indican que las repatriaciones estuvieron más motivadas por la discriminación.

Migrantes mexicanos en California, 1935. Meses antes del colapso de la economía, México recibió 14 millones de dólares en remesas, suma que enfadó a las autoridades estadounidenses. Foto: Dorothea Lange/Wikimedia Commons.
Migrantes mexicanos en California, 1935. Meses antes del colapso de la economía, México recibió 14 millones de dólares en remesas, suma que enfadó a las autoridades estadounidenses. Foto: Dorothea Lange/Wikimedia Commons.

“Trabajos para verdaderos estadounidenses”

Las deportaciones contra mexicanos en los años 30 generaron un amplio campo de estudio para historiadores de ambos lados de la frontera, casi siempre con la conclusión de que el gobierno estadounidense humilló a una importante fuerza de trabajo que le generó ganancia a inicios del siglo XX.

El investigador californiano, Abraham Hoffman, señaló en su libro Unwanted Mexican Americans in the Great Depression, que la migración hacia la Unión Americana se incrementaba por miles entre 1880 y 1919. Mexicanos que escaparon del Porfiriato ayudaron con el desarrollo agrícola en California, Texas, Arizona, Nuevo México y Colorado, así como con la construcción de vías férreas en Chicago y Kansas.

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El índice aumentó todavía más con la Revolución Mexicana y la prometedora explosión económica e industrial que Estados Unidos disfrutó a inicios de siglo. De acuerdo con Hoffman, para los años 20 y a pesar de tener un castigado salario, un migrante tenía catorce veces más poder adquisitivo que un trabajador que permaneció en México.

Contratación de braceros para ir a EU, 1954. Si no tenían papeles, los migrantes comprobaron su entrada legal con cartas juramentadas de estadounidenses; en caso de no tener comprobante, podían salir de forma voluntaria y hacer el trámite de visa o ser deportados y perder derechos de residencia. Foto: Los Angeles Times/Wikimedia Commons
Contratación de braceros para ir a EU, 1954. Si no tenían papeles, los migrantes comprobaron su entrada legal con cartas juramentadas de estadounidenses; en caso de no tener comprobante, podían salir de forma voluntaria y hacer el trámite de visa o ser deportados y perder derechos de residencia. Foto: Los Angeles Times/Wikimedia Commons

Algunos establecían su residencia en el vecino del norte y otros aprovechaban la cercanía y facilidad de acceso entre las ciudades fronterizas para permanecer en México con trabajo en Estados Unidos.

Según recuperó el historiador, una publicación de 1926 aseguró que un mexicano “viene a nosotros [empleadores de Estados Unidos] porque quiere venir y porque nosotros queremos que venga. Es la mano de obra barata preferida del sureste”.

Con su censo poblacional de 1930, Estados Unidos calculó un millón 422 mil 533 mexicanos en su territorio. Ese dato no fue exacto, pues hubo migrantes no cuantificados; EL UNIVERSAL estimó que eran 3 millones de connacionales.

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La amigable interacción migratoria se quebró con la Gran Depresión de 1929. El presidente Herbert Hoover tenía pocos meses en el poder cuando todo colapsó, con una incesante pérdida de empleos y caída del poder adquisitivo en todos los sectores.

Trabajadores en un campo de lechuga en California, 1937. En la primera mitad del siglo XX proliferaron las “casas de enganche”, sitios del lado estadounidense con la contratación de jornaleros mexicanos para trabajar en construcción, minería o agricultura; se les daba plaza por seis meses. Foto: Dorothea Lange/Wikimedia Commons.
Trabajadores en un campo de lechuga en California, 1937. En la primera mitad del siglo XX proliferaron las “casas de enganche”, sitios del lado estadounidense con la contratación de jornaleros mexicanos para trabajar en construcción, minería o agricultura; se les daba plaza por seis meses. Foto: Dorothea Lange/Wikimedia Commons.

El republicano impulsó la ideología “American Jobs for Real Americans” o “trabajos estadounidenses para verdaderos estadounidenses” para proteger los intereses de su pueblo y entre sus acciones promovió la salida de extranjeros para dejar esos trabajos en manos de sus ciudadanos nativos.

Se actualizaron y reinterpretaron las leyes migratorias, como la reforma Johnson-Reed que limitó el número de migrantes permitidos por nacionalidad. Esta adecuación no afectó a México de inmediato, sino que fueron cambios paulatinos para resarcir sus términos laxos y facilitar la deportación de nuestros compatriotas.

En sus páginas del 7 de marzo de 1931, este diario confirmó “el vehemente deseo [de EU] de deshacerse de los jornaleros que van a ‘rebajar el standard de vida norteamericana’ y a reducir el salario mínimo, pues trabajan por un sueldo menguado”.

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EL UNIVERSAL consideró que “los mexicanos no cuidaron de registrarse en la Oficina de Inmigración, pues no se les exigía, ni recabaron constancia de su residencia legal, por lo que no importó que vivieron diez, quince y hasta veinte años en Estados Unidos”.

La fotoperiodista Dorothea Lange retrató numerosos escenarios durante la Gran Depresión, incluyendo historias de migrantes. En la imagen, la fotógrafa captó a un menor mexicano de 13 años quien trabajaba en un campo de algodón y recogió hasta 12 kilogramos al día. Foto: Dorothea Lange/Wikimedia Commons.
La fotoperiodista Dorothea Lange retrató numerosos escenarios durante la Gran Depresión, incluyendo historias de migrantes. En la imagen, la fotógrafa captó a un menor mexicano de 13 años quien trabajaba en un campo de algodón y recogió hasta 12 kilogramos al día. Foto: Dorothea Lange/Wikimedia Commons.

De acuerdo con datos de Servicios de Ciudadanía e Inmigración de la Unión Americana, se repatrió desde 400 mil a un millón de connacionales entre 1929 y 1939; otras fuentes lo lanzan a 2 millones. La mayoría salió por “propia voluntad”, orientados o coaccionados por administraciones locales y estatales.

Por irónico que parezca, el gobierno federal estadounidense casi no practicó deportaciones. El buró de Inmigración y Naturalización sólo repatrió 82 mil mexicanos entre 1929 y 1935, dejando al grueso de migrantes en programas estatales.

Según indicó el autor Julián Nava, en la introducción de Unwanted Mexican Americans in the Great Depression, las deportaciones fueron “uno de los actos más duros cometidos por estadounidenses contra mexicanos” por la severidad y falta de empatía con los trabajadores y sus familias.

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Nava aseguró que los mexicanos y mexicano-estadounidenses (nacidos en EU de padres migrantes) no olvidaron la vergüenza de la repatriación ni que una nación poderosa con altos principios que se benefició de su labor los rechazara de manera cruel; los mexicanos se sintieron como “cosas indeseables” en lugar de gente.

Ante la urgencia de sacar mexicanos durante la Gran Depresión, EU también echó a miles de ciudadanos legalmente estadounidenses. Hay muchas historias que contar al respecto de la repatriación masiva de los años 30. Fuente Detroit PBS/YouTube.

Redadas en parques y plazas de Los Ángeles

En la edición del 17 de abril de 1931, EL UNIVERSAL informó que al menos 15 mil mexicanos ubicados en la Unión Americana pidieron su repatriación. Muchos eran ilegales y no tenían oportunidad de permanecer en el país norteamericano, pero otros que tenían sus papeles en regla prefirieron escapar del “sentimiento antimexicano”.

Pobladores en varios estados ejercieron agresiones y amenazas contra cualquier extranjero, fuera legal o no. El 11 de enero del 31, el diario estadounidense La Opinión reportó un incidente en Indiana, donde al menos 200 estadounidenses “determinaron” que los mexicanos acaparaban los pocos trabajos que había y “tomaron acciones”.

Según informó el medio, estos pobladores acorralaron una construcción donde había 60 empleados mexicanos y gritaron “¡Fuera los extranjeros! ¡Nosotros tenemos más derecho de comer!”. Obligaron a los migrantes a dejar sus herramientas, renunciar de inmediato y salir del estado, mientras ellos se apropiaban de sus trabajos.

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A pesar de episodios como el de Indiana, ese no era el peor lugar para los migrantes, sino Los Ángeles, California.

En el texto Regreso a Casa: la Repatriación de Mexicanos en Estados Unidos durante la Gran Depresión, de Fernando Alanís Enciso, se menciona el severo modelo de persecución en la ciudad sureña, con redadas en hospitales, parques, plazas comerciales y, sobre todo, en lugares de trabajo de extranjeros.

Hijos de migrantes recolectores, 1935. El mismo gobernador de California, John C. Porter, encabezó el Comité Ciudadano para la Coordinación de Ayuda contra el Desempleo, que defendía la “limpia de extranjeros deportables” para retirarlos de sus trabajos. Foto: Dorothea Lange/Wikimedia Commons.
Hijos de migrantes recolectores, 1935. El mismo gobernador de California, John C. Porter, encabezó el Comité Ciudadano para la Coordinación de Ayuda contra el Desempleo, que defendía la “limpia de extranjeros deportables” para retirarlos de sus trabajos. Foto: Dorothea Lange/Wikimedia Commons.

De acuerdo con The Guardian y The Washington Post, Los Ángeles repatrió casi medio millón mexicanos en los años 30, además de instigar a otros tantos que tenían residencia legal.

Fue tan severa la discriminación que muchos connacionales mentían sobre sus orígenes, diciendo que eran de España para evitar la violencia.

La mayor prueba del manejo californiano en temas migratorios ocurrió el domingo 26 de febrero de 1931 en el parque La Placita, del barrio Sonora Town de Los Ángeles. Esa zona tenía fuerte presencia mexicana y se eligió como primer sitio para una redada.

Según reportó entonces La Opinión y en tiempo reciente The Guardian y The Washington Post, al menos 400 agentes encubiertos de migración y policías locales rodearon La Placita e interrogaron a todo individuo que tuviera “piel café”.

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Testigos sostuvieron que los agentes golpearon y atraparon a quien podían, mientras otros preguntaban nombre, edad, tiempo de residencia en Estados Unidos, lugar por donde entraron y si tenían trabajo. Los encargados de la redada aseguraron que sólo “obedecían órdenes superiores” y que su procedimiento estaba ajustado a la ley.

Estación de trenes en Los Ángeles, con repatriados en camino a México, 1932. Una década antes, en junio de 1921, reportó la repatriación de 2 mil 300 mexicanos de California, cuando todavía no estaba la crisis migratoria. Foto: Wikimedia Commons.
Estación de trenes en Los Ángeles, con repatriados en camino a México, 1932. Una década antes, en junio de 1921, reportó la repatriación de 2 mil 300 mexicanos de California, cuando todavía no estaba la crisis migratoria. Foto: Wikimedia Commons.

La Opinión reportó apenas 17 detenidos: 11 mexicanos, cinco chinos y un japonés. The Guardian y The Washington Post lo elevaron a 400 retenidos.

Aquellas redadas migratorias parecían dirigidas de forma deliberada contra mexicanos y los testigos las consideraron como una “limpieza étnica” más que un seguimiento de la ley, postura que las autoridades refutaron.

Se aseguró la razzia que se practicó en La Placita fue sólo porque era un sitio con “elementos de dudosa conducta, mezclándose entre personas de honesto vivir”, no por ser un espacio frecuentado por nuestros conciudadanos.

También se dijo que Los Ángeles no era el único sitio con estos operativos; también Nueva York y otras ciudades los emprendieron contra extranjeros ilegales. EL UNIVERSAL no publicó sobre la razzia en Sonora Town, pero el 27 de febrero de 1931 denunció agresiones e interrogatorios injustificados contra mexicanos en Texas.

El entonces jefe de Departamento de Migración texano, Groves C. Wilmouth, aseguró que sólo quienes cometieron crímenes o ingresaron de forma ilegal “están expuestos a que se les deporte tan pronto como se les eche mano”, pero que nunca se les agredió. “En realidad, es más bien para ayudar a los mexicanos”, sostuvo.

Mucho del discurso que Donald Trump ahora fomenta contra los migrantes ya se escuchó hace casi un siglo, falta ver que tanto desprecio desprende contra nuestros conciudadanos en los próximos cuatro años.

Trump no es el primer presidente que culpó a los mexicanos de “robar empleos” y de otras desgracias en EU. En México casi no se menciona el severo ejercicio de deportación de los años 30, época en que la Unión Americana “traicionó” a miles de trabajadores. Fuente: Democracy Now/YouTube.

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