En el mes de mayo de 1923, la periodista Adela Sequeyro publicó en las páginas de , una serie de entregas periodísticas en las que exponía el aumento inexorable del tráfico en las calles del primer cuadro capitalino y el riesgo que representaba para todos los ciudadanos de a pie.

Sequeyro resaltaba la importancia del libre tránsito de los peatones y la imperiosa necesidad de estar siempre alerta al caminar en el Centro y sus alrededores. Hacía hincapié en la constante amenaza de ser atropellado por alguno de los tantos vehículos y transportes públicos que circulaban en la zona, e incluso reclamó a las autoridades en turno que sólo se concentraran en el aspecto de las calles y no en la seguridad del peatón.

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Vialidades de la capital mexicana en los años 20, apenas acostumbrándose a la creciente carga vehicular que llegó en la época postrevolucionaria. Foto: Hemeroteca EL UNIVERSAL.
Vialidades de la capital mexicana en los años 20, apenas acostumbrándose a la creciente carga vehicular que llegó en la época postrevolucionaria. Foto: Hemeroteca EL UNIVERSAL.

“A la cuestión de tráfico, hay que darle proporciones inmensas, puesto que el interés que representa tanto el bien social, cuanto para el común desarrollo del comercio, es la base fundamental para ese ensanchamiento de nuestro México, que, a pesar de tener muchos hijos, parece que la mayoría de ellos sólo se preocupan porque sus aceras, y principalmente las de la avenida Francisco I. Madero, estén perfectamente aplanadas”, escribió.

Al respecto, la arquitecta Diana D. Morales Sánchez, en entrevista con este diario, comenta que a inicios del siglo XX predominaban las calles estrechas, existían pocas avenidas amplias y la mayoría de las vías no estaban diseñadas para automóviles.

“Los peatones ocupaban gran parte del espacio urbano y compartían las calles con los vehículos. Además la traza urbana no estaba pensada para grandes volúmenes de tráfico motorizado. No existían límites de velocidad claros ni reglamentos estrictos para los vehículos”, señaló la arquitecta.

Desde los años 20, las principales calles de la capital ya contaban con un agente de tránsito para gestionar el avance de vehículos y peatones. La tambaleante cultura vial de ese entonces ponía en riesgo a muchos capitalinos. Foto: Hemeroteca EL UNIVERSAL.
Desde los años 20, las principales calles de la capital ya contaban con un agente de tránsito para gestionar el avance de vehículos y peatones. La tambaleante cultura vial de ese entonces ponía en riesgo a muchos capitalinos. Foto: Hemeroteca EL UNIVERSAL.

Volviendo a las colaboraciones de la periodista Sequeyro en 1923, en el siguiente párrafo resulta evidente su preocupación en retirar cualquier obstáculo que impidiera el libre tránsito en la vía pública, principalmente sobre avenida Madero, en la que personas de todas clases sociales solían coincidir:

“Bajo el punto de vista estético, ¿no sería mejor que esos jóvenes desocupados que se complacen en admirar y florear a la señoritas que transitan por la avenida Madero, en lugar de estacionarse en corrillos interminables, tapando con su esbelto o voluminoso cuerpo, las mercancías que se exhiben en los aparadores, siguiera su marcha en el paseo del mediodía, yendo y viniendo por toda la avenida, y en sentido contrario de una acera a otra?”.

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Según se leyó en EL UNIVERSAL ILUSTRADO de 1923, el entonces Departamento de Tránsito de la capital se enfrentó a crecientes problemas viales que surgían conforme aumentaba el tráfico capitalino. Con una naciente cultura vial, el DF debía actualizar pronto sus regulaciones en tránsito para proteger a sus peatones, conductores y vialidades. Foto: Hemeroteca EL UNIVERSAL.
Según se leyó en EL UNIVERSAL ILUSTRADO de 1923, el entonces Departamento de Tránsito de la capital se enfrentó a crecientes problemas viales que surgían conforme aumentaba el tráfico capitalino. Con una naciente cultura vial, el DF debía actualizar pronto sus regulaciones en tránsito para proteger a sus peatones, conductores y vialidades. Foto: Hemeroteca EL UNIVERSAL.

Seguir el reglamento, cuidar la vida

Otra de las medidas que sugería la periodista para cuidar la integridad física era que cada ciudadano fuera consciente de que debía aprender y poner en práctica los últimos reglamentos de tráfico, ya que era inminente que el futuro de los vehículos había llegado, y los peatones tendrían que aprender a convivir con ellos de ahora en adelante.

“Frecuentemente he oído esta frase ‘¿por qué voy a apegarme a las órdenes de tráfico, si nadie lo hace?’. Esta frase estulta debe de repudiarse. Cada persona, por su mutuo propio, debe de compenetrarse de la necesidad que tiene de obedecer sin fijarse absolutamente si los demás lo hacen o no al pie de la letra, y así, cuando un conjunto de personas sensatas, civilizadas y enérgicas, se lancen a mostrar el ejemplo para los demás indolentes, se ahorrará trabajo, se resolverán problemas agudos y se evitarán accidentes”, señaló.

El transporte público en camiones cometía imprudencias como sobrecargarse de pasajeros y dejar que colgaran de forma insegura. Este era uno de los rasgos que podían evitarse con un mejor reglamento de tráfico. Foto: Hemeroteca EL UNIVERSAL
El transporte público en camiones cometía imprudencias como sobrecargarse de pasajeros y dejar que colgaran de forma insegura. Este era uno de los rasgos que podían evitarse con un mejor reglamento de tráfico. Foto: Hemeroteca EL UNIVERSAL

Sequeyro insistía en que el peatón debería siempre regirse por ciertas reglas básicas de supervivencia: caminar siempre a la derecha, atravesar rigurosamente por los cruceros, y únicamente cuando así lo indicaran los semáforos manuales al señalar el letrero la palabra “PEATONES”, y siempre ascender o descender de los tranvías por el lugar conveniente.

Al seguir estos simples consejos, escribió, los peatones tendrán muchas ventajas, como lo sería caminar sin ser atropellados, ya que con las últimas modificaciones al reglamento de tráfico de la ciudad, se exigía que las calles tuvieran cabida para tres carriles, lo que significaba que los autos tendrían entonces que circular lo más cerca de la banqueta posible, ocasionando que cualquier cualquier descuido de un peatón pusiera en riesgo su vida al bajar -aunque fuera por un momento- de la banqueta.

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La periodista invitaba también a las autoridades policíacas a realizar más acciones para que el peatón entendiera la importancia y significado de los semáforos manuales, en especial las personas que no sabían leer o comprender los letreros y que tal vez pudieran seguir el ejemplo de la mayoría a fin de prevenir accidentes.

Fotografía mostrada en EL UNIVERSAL ILUSTRADO de 1923, con un tranvía capitalino a su máxima capacidad y con pasajeros casi colgando de sus vagones. Según el semanario, “cuando los trenes caminan así, de ‘bote en bote’, es cuando hay más peligro de accidentes de tránsito”. Foto: Hemeroteca EL UNIVERSAL.
Fotografía mostrada en EL UNIVERSAL ILUSTRADO de 1923, con un tranvía capitalino a su máxima capacidad y con pasajeros casi colgando de sus vagones. Según el semanario, “cuando los trenes caminan así, de ‘bote en bote’, es cuando hay más peligro de accidentes de tránsito”. Foto: Hemeroteca EL UNIVERSAL.

Movilidad peatonal, otros factores de riesgo

Otra de las cuestiones que Adela Sequeyro mencionó era la de evitar los tumultos que ocasionaban los merolicos y los adiestradores de animales, ya que solían buscar sitios con bastante afluencia y desde ahí juntar personas, que muchas veces no se daban cuenta que estaban justo en el paso de vehículos que les podían causar algún daño o incluso la muerte.

Del mismo modo, Sequeyro solicitó a las autoridades la remoción de los puestos semifijos que entorpecieran el tráfico peatonal en las aceras y en otros puntos en donde existieran un buen número de personas congregadas y una gran cantidad de vehículos circulando.

Dentro de las exigencias que la periodista hiciera a la Compañía de Tranvías en su espacio en El Universal Ilustrado, señaló lo siguiente: “La compañía de tranvías debe de ayudar al Departamento de Tráfico en una de las principales formas de beneficio para el público, y esto equivale a decir, o indicar la conveniencia de que establezca la puerta de subida y la de bajada de sus carros, y evitar que se estacione en la plataforma”.

Según mencionó EL UNIVERSAL ILUSTRADO, “el peatón es uno de los que más deben respetar las indicaciones del semáforo, para bien de ellos mismos”. La creciente demanda vehicular obligó a peatones a ser más cuidadosos en las vialidades capitalinas, a fin de evitar atropellamientos y accidentes. Foto: Hemeroteca EL UNIVERSAL.
Según mencionó EL UNIVERSAL ILUSTRADO, “el peatón es uno de los que más deben respetar las indicaciones del semáforo, para bien de ellos mismos”. La creciente demanda vehicular obligó a peatones a ser más cuidadosos en las vialidades capitalinas, a fin de evitar atropellamientos y accidentes. Foto: Hemeroteca EL UNIVERSAL.

Otra de las peticiones que hizo la periodista a las autoridades fue la de mover los expendios de gasolina a otros sitios menos congestionados:

“Éstos expendios, indispensables para el automovilismo, es necesario que los retiren a calles menos transitadas que las avenidas Juárez, Bucareli, Peralvillo, Guerrero, etc. donde abundan, pues presentan inconvenientes grandísimos para los transeúntes y moradores de su contorno.

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“Ya he dicho en artículos anteriores que un leve descuido, por parte de cualquier persona, valdría la explosión de un tanque y sus desastrosas consecuencias, máxime que no expenden la gasolina por medio de la bomba, sino que por desconfianza la miden y riegan algo sobre el pavimento que queda sujeto a inflamarse con el más insignificante motivo. Los lubricantes ponen el suelo resbaloso, presentando el peligro de qué algún presente sufra un resbalón y se fracture una pierna. Además, estos lugares son sucios y, por consiguiente, existe la conveniencia de trasladarnos a calles menos transitadas”.

El entonces Crucero de San Fernando, frente al Palacio de Correos, era uno de los más peligrosos para peatones en la capital durante los años 20. Foto: Hemeroteca EL UNIVERSAL.
El entonces Crucero de San Fernando, frente al Palacio de Correos, era uno de los más peligrosos para peatones en la capital durante los años 20. Foto: Hemeroteca EL UNIVERSAL.

Pensando en que la niñez representaba el futuro y que tendría que estar preparada ante los súbitos cambios de movilidad en la Ciudad, la periodista abordó la arraigada costumbre que tenían gran cantidad de personas de irse “colgados” en alguna parte del exterior de los vehículos en marcha a la que pudieran aferrarse, emite un llamado a los profesores de las escuelas capitalinas:

“... a procurar que los chiquillos no cometan la imprudencia de treparse arrastrados por los vehículos exponiéndose a grandes peligros, y hacerles ver los inconvenientes de que se pongan a jugar a media calle a la salida de su colegio”.

Vendedores callejeros o “merolicos” obstruyendo una de las calles del entonces DF, en los años 20. Su inconsciencia generó problemas de tránsito y hasta los puso en riesgo de accidentes viales. Foto: Hemeroteca EL UNIVERSAL.
Vendedores callejeros o “merolicos” obstruyendo una de las calles del entonces DF, en los años 20. Su inconsciencia generó problemas de tránsito y hasta los puso en riesgo de accidentes viales. Foto: Hemeroteca EL UNIVERSAL.

El poder de la prensa, resultados a la vista

Tres meses después de que se publicaran las peticiones y recomendaciones, la orgullosa periodista daba una actualización a los lectores, informando que varias de sus iniciativas para controlar el tránsito ya se habían convertido en disposiciones del Departamento de Tráfico y se habían puesto en marcha en distintos cruceros conflictivos con buenos resultados.

De igual manera, la periodista compartió a sus lectores la noticia de que por otra de sus recomendaciones, las autoridades habían modernizado el semáforo manual y se le había añadido un tercer letrero que indicaba “PEATONES” a los dos anteriores que indicaban “ALTO” y “ADELANTE”, en beneficio de los capitalinos.

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Ante lo concurrido de muchos cruceros capitalinos, imperó la urgencia de instruir a los peatones para cruzar de forma segura e informada algunas vialidades con alta carga de tránsito. Foto: Hemeroteca EL UNIVERSAL.
Ante lo concurrido de muchos cruceros capitalinos, imperó la urgencia de instruir a los peatones para cruzar de forma segura e informada algunas vialidades con alta carga de tránsito. Foto: Hemeroteca EL UNIVERSAL.

Acerca de la relevancia de rescatar y dar a conocer el trabajo realizado por la periodista Sequeyro, nuestra entrevistada, la arquitecta Diana D. Morales Sánchez recalca la importancia de retomar los temas relacionados con los inicios, causas y problemas de los primeros reglamentos de tránsito porque nos permiten entender cómo surgió la movilidad urbana. Nos ayuda a comprender el origen de algunos conflictos urbanos; y al mismo tiempo revalorar el papel del peatón y del transporte público.

“Los reglamentos de tránsito también reflejan valores sociales, culturales y políticos de su época y el estudiarlos nos permite comprender cómo cambiaron las ideas sobre el orden, el control, el civismo, de cómo se han regulado los espacios urbanos, y la relación entre el ciudadano y la ciudad”, concluyó.

Desde los años 20, la capital mexicana padeció problemas en sus vialidades, debido a las malas costumbres viales de sus habitantes. Coches en doble fila, obstrucción de avenidas o peatones demorados en la acera entorpecieron desde entonces el ritmo vial de la ciudad. Foto: Hemeroteca EL UNIVERSAL.
Desde los años 20, la capital mexicana padeció problemas en sus vialidades, debido a las malas costumbres viales de sus habitantes. Coches en doble fila, obstrucción de avenidas o peatones demorados en la acera entorpecieron desde entonces el ritmo vial de la ciudad. Foto: Hemeroteca EL UNIVERSAL.
  • Fuentes consultadas:
  • Entrevista con Diana D. Morales Sánchez, arquitecta egresada de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Sus líneas de investigación se orientan hacia los proyectos de divulgación de los archivos sonoros, audiovisuales y fotográficos.
  • Hemeroteca EL UNIVERSAL.
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