El amor es algo impredecible y no ha perdonado a grandes personajes de la historia que ante los ojos de sus enemigos eran invencibles e incapaces de doblegarse ante las más difíciles pruebas de valor o de dolor.

Con motivo del día del amor y la amistad, relata en esta ocasión seis pasajes amorosos de las muchas historias que tiene nuestro país.

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El amor entra por los ojos y mucho ayudó ante los ojos de Miguel Miramón la belleza y elegancia de Concepción Lombardo Gil de Partearroyo. A sus catorce años y siguiendo el ejemplo de su padre el teniente coronel, Bernardo Miramón, Miguel se dio de alta en el Colegio Militar el 10 de febrero de 1846; fue uno de aquellos cadetes que defendieron el Castillo de Chapultepec ante el ataque del ejército estadounidense.

Siendo ya un oficial, una mañana conoció a tan distinguida mujer cuando ella fue con su hermana a admirar las habilidades de los alumnos en el Colegio Militar. El joven Miguel recibió la orden de acompañar a las damas, oportunidad que no desaprovechó para hacer uso de su gallardía; sin embargo, aquel primer encuentro no pareció tener futuro entre la pareja.

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Debido a los constantes cambios políticos, el oficial Miramón no contaba con una posición económica fuerte y aunque ascendía de grados rápidamente, a duras penas aspiraba solo a presumir su uniforme remendado.

Concha por su parte tenía su novio, un británico de apellido Perry con quien pensaba casarse, contaba con excelentes relaciones en la embajada inglesa, una economía envidiable, juntos visitaban los lugares más exclusivos y se daba el lujo de regalarle costosos presentes entre ellos un escritorio estilo imperio.

Hasta que seas general

En todo ese tiempo, Miguel nunca dejó de insistir y en cierta ocasión se coló en la casa de la dama y le pidió un beso. La negativa fue tajante y Concha para librarse de él de una sola vez se limitó a decir “De fijarme en ti, sólo cuando seas general, antes no”.

El galán herido en su amor propio y aprovechando la guerra de tres años entre conservadores y liberales se propone en persistir en la lucha y aunado a conquistar triunfos en el campo de batalla alcanzar el generalato y hacer valer la palabra de Concha.

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Al tomar la capital, Miramón fue ascendido a general el 14 de diciembre de 1857. La primera acción que hizo no fue ordenar a sus tropas atacar al enemigo, sino mandar su banda e insignias de su nuevo grado a Concha, en una caja con una nota “ya puedes fijarte en mí, ya soy general.”

Se conocieron en el Colegio Militar, pero Concepción estaba comprometida y lo rechazó. “De fijarme en ti, solo cuando seas general, antes no”, le dijo ella. La tenacidad de Miguel Miramón lo llevó a ser general y también ganar su amor. Años más tarde, el cargo le costó la vida y murió al lado de Maximiliano de Habsburgo en el cerro de Las Campanas. Foto: Mediateca INAH.
Se conocieron en el Colegio Militar, pero Concepción estaba comprometida y lo rechazó. “De fijarme en ti, solo cuando seas general, antes no”, le dijo ella. La tenacidad de Miguel Miramón lo llevó a ser general y también ganar su amor. Años más tarde, el cargo le costó la vida y murió al lado de Maximiliano de Habsburgo en el cerro de Las Campanas. Foto: Mediateca INAH.

No se sabe cuál fue la reacción de Concha al leer aquella nota y ver el águila de general, ni qué le dijo a su novio inglés, pero para mediados de 1858, el combatiente ya le contaba en cartas sus triunfos y penares de manera muy cariñosa, llamándola “chiniquita.”

La pareja decidió contraer matrimonio el 24 de octubre de 1858. Todo estaba listo en el Palacio Nacional, el padrino sería el presidente de México, Félix Zuluaga. El novio demostró su poder y mandó un coche con su estado mayor jalado con los más bellos caballos, pero la novia también dio muestra de su impositiva voluntad y por más que le rogaron que abordara el coche, se negó a salir de su casa si no era casada, por lo que su capricho obligó al enamorado, al cura y al presidente de la nación a trasladarse a dicha casa para llevar a cabo el enlace matrimonial.

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La boda, que se celebró en una casa de la calle Canoa de la Ciudad de México, fue todo un acontecimiento, al grado que la feliz pareja al salir de la casa no podía caminar por la multitud. Ahí Concha perdió la sortija, misma que fue regresada durante la fiesta, esa sí fue en palacio nacional, pero el anillo no llegó completo le faltaba la piedra preciosa que la adornaba, un topacio.

Concha nunca imaginó que llegaría a ser la primera dama de la nación, pues el 2 de febrero de 1859, Miguel Miramón fue nombrado presidente interino de México, suceso que marcó para siempre la política mexicana porque, hasta la fecha, ha sido la pareja presidencial más joven de la historia. Él apenas contaba con veintisiete años, ella con veinticuatro.

La constante lucha en México poco ayudó a que la pareja pudiera vivir un romance pleno, la intervención francesa y el imperio hicieron que Miramón dejara su casa para brindarle garantías al emperador austriaco y aunque Concha siempre apoyó a su amado, una vez más ganaba la batalla en el hogar cuando se negó a que los padrinos de su hija Guadalupe fueran Maximiliano y Carlota.

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Fueron varias las veces que Concha trató de convencer a su esposo que dejara la lucha y juntos vivir en el extranjero para disfrutar su amor y su familia, pues llegaron a procrear cuatro hijos, Miguel, Concepción, Guadalupe y Dolores.

Miramón, anteponiendo primero su honor de militar, nunca aceptó los consejos de su esposa en aquellas palabras y minutos antes de morir fusilado en el cerro de Las Campanas los recordó al lado de Maximiliano de Habsburgo, quien le dijo “general, yo estoy aquí por hacerle caso a mi esposa” a lo que Miramón respondió: “alteza, yo estoy aquí por no hacerle caso a la mía.”

Nada pudo hacer Concepción para salvar a su amado general, por más que imploró por su vida al mismo presidente Benito Juárez. Fusilado Miguel Miramón, Concepción se fue a Europa donde vivió junto a sus hijos y murió viuda. Foto: Mediateca INAH.
Nada pudo hacer Concepción para salvar a su amado general, por más que imploró por su vida al mismo presidente Benito Juárez. Fusilado Miguel Miramón, Concepción se fue a Europa donde vivió junto a sus hijos y murió viuda. Foto: Mediateca INAH.

El fugaz matrimonio de Zaragoza, empañado por las guerras

Pocas historias son tan tristes como aquellas cuando las personas que se aman no pueden estar juntos por algunas circunstancias o acontecimientos que escapan de su control.

El general Ignacio Zaragoza, nacido en Bahía del Espíritu Santo en 1829 en lo que aún era el Estado de Coahuila y Texas, tuvo que mudarse con su familia a la ciudad de Monterrey, en 1844, tras la pérdida de Texas.

Luego de ser rechazado para enlistarse en el Ejército por la invasión norteamericana, Zaragoza se incorporó a las fuerzas liberales durante la Revolución de Ayutla en 1853.

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Mientras estaba de visita en la casa de su amigo Marcelino Padilla de la Garza, Zaragoza conoció a la hermana de Marcelino, Rafaela Padilla, nacida el día 30 de octubre de 1836 en Villa de San Nicolás Hidalgo, Nuevo León, y quien tenía 20 años.

La relación creció y Zaragoza pidió la mano de Rafaela. La boda se fijó para el 21 de enero de 1857. Sin embargo, una insurrección en San Luis Potosí provocó que el general Zaragoza se ausentara.

Cinco años duró el matrimonio de Ignacio Zaragoza con Rafaela, siempre interrumpido por las guerras de Reforma y luego por la invasión del ejército francés. Ella murió al parecer de pulmonía, mientras él planeaba la estrategia para combatir al ejército más poderoso del mundo. Foto: Archivo fotográfico MNI/Tomada de internet/ESPECIAL.
Cinco años duró el matrimonio de Ignacio Zaragoza con Rafaela, siempre interrumpido por las guerras de Reforma y luego por la invasión del ejército francés. Ella murió al parecer de pulmonía, mientras él planeaba la estrategia para combatir al ejército más poderoso del mundo. Foto: Archivo fotográfico MNI/Tomada de internet/ESPECIAL.

La boda se llevó a cabo, sin el novio, ya que en la iglesia católica es posible celebrar el matrimonio por poderes, en representación del general fue su hermano Miguel Zaragoza.

La cuestión fue frustrante, pues el sacerdote olvidó dos veces pronunciar el nombre de Ignacio en lugar del de Miguel y fue corregido por la novia.

Así transcurrió la guerra de Reforma y el matrimonio logró procrear tres hijos, dos varones que murieron siendo bebés y una niña, Rafaela, quien sobrevivió. Tras el fin de la contienda y un breve lapso de paz, llegó a México el ejército francés.

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El general Zaragoza, al mando del Ejército de Oriente, debía irse para enfrentar a las fuerzas francesas, fue entonces que Rafaela enfermó de gravedad, al parecer de pulmonía, pero él debía partir el 21 de diciembre conociendo de boca de los médicos que la enfermedad de ella era incurable.

Mientras el general estaba preparando la defensa contra el invasor francés, el 13 de enero 1862, Rafaela Padilla falleció acompañada de su suegra en la Ciudad de México.

Placa de la tumba de Rafaela, esposa del general Ignacio Zaragoza. Aquel 1862 todo pasó, ella murió en enero, cuatro meses después, el 5 de mayo, Zaragoza triunfó en la histórica batalla de Puebla y a los cuatro meses del mismo año, en septiembre, fallece de tifo el general Zaragoza. Foto: Tomada de internet/ESPECIAL.
Placa de la tumba de Rafaela, esposa del general Ignacio Zaragoza. Aquel 1862 todo pasó, ella murió en enero, cuatro meses después, el 5 de mayo, Zaragoza triunfó en la histórica batalla de Puebla y a los cuatro meses del mismo año, en septiembre, fallece de tifo el general Zaragoza. Foto: Tomada de internet/ESPECIAL.

Tres meses después, la preparación, entrega y patriotismo de Ignacio Zaragoza pagado a un enorme costo, de no estar con su amada en sus últimas horas, rindió frutos con la victoria del Ejercito de Oriente sobre las fuerzas francesas, comandadas por el Conde de Lorencez, el 5 de mayo de 1862 en la ciudad de Puebla. Así fue como Zaragoza alcanzó la gloria militar bajo el oscuro velo del luto por la muerte de su amada.

Zaragoza murió el 8 de septiembre de 1862, luego de contraer la fiebre tifo. El general fue sepultado en el Panteón de San Fernando y Rafaela a unos pasos de su esposo. Sin embargo, fue exhumado en 1976 para ser sepultado en la ciudad de Puebla en un monumento en el Centro Cívico Cultural 5 de mayo, ubicado en lo que fue el campo de batalla de 1862, donde están los fuertes de Loreto y Guadalupe.

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Pareció que, otra vez por razones de Estado, ni en la muerte se les permitiría estar juntos, pero en 1979 los restos de Rafaela se unieron a los de su esposo en aquel monumento.

El amor imposible de Lerdo de Tejada

Un amor no correspondido es fuente de dolor, tristeza, inspiración y aprendizaje. Una historia de frustración le ocurrió a Sebastián Lerdo de Tejada y Corral, quien nació en Xalapa, Veracruz, en 1823.

Abogado de profesión ocupó puestos públicos de alto nivel como Fiscal de la Suprema Corte, Diputado Federal, ministro de la Relaciones Exteriores, de Justicia e instrucción Púbica, este último cargo dentro del gabinete del presidente Benito Juárez.

Aquel gobierno itinerante de Juárez se estableció en la ciudad de Chihuahua en 1864, donde Lerdo conoció en una cena a Manuela Revilla de 14 años, segunda hija del político chihuahuense Bernardo Revilla Valenzuela, quien había ocupado dos veces la gubernatura, la primera en 1838 y la segunda en 1856. Sebastián quedó flechado por la belleza de aquella jovencita, a pesar de triplicarle la edad.

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Lerdo de Tejada siendo una persona reservada, tímida, dado al estudio y no a la acción, encontró el valor necesario durante un baile que se celebró en Chihuahua y le propuso matrimonio, pero de inmediato fue rechazado, pues Manuela le dijo estar comprometida.

Fotografía de Manuela Revilla, hija del político chihuahuense Bernardo Revilla Valenzuela, dos veces gobernador del estado. Ella nunca correspondió al amor del abogado Sebastián Lerdo de Tejada, quien era mayor que aquella niña por más de una década; sin embargo, nunca dejó de amarla. Foto: ESPECIAL/Tomada de internet.
Fotografía de Manuela Revilla, hija del político chihuahuense Bernardo Revilla Valenzuela, dos veces gobernador del estado. Ella nunca correspondió al amor del abogado Sebastián Lerdo de Tejada, quien era mayor que aquella niña por más de una década; sin embargo, nunca dejó de amarla. Foto: ESPECIAL/Tomada de internet.

Sebastián no se rindió y buscó al padre de Manuela para hablar del matrimonio; sin embargo, don Bernardo Revilla demostrando principios adelantados a la época y a pesar de la conveniencia de una alianza matrimonial con el político de más confianza del presidente Juárez, quien en su momento llegó a la presidencia, respetó la decisión de su hija.

El hombre vivía una tormenta sentimental; en las jornadas diurnas, seguía siendo el político sagaz, de cabeza fría, fiel colaborador del presidente. En los ratos de soledad, sufría de mal de amores, pues, cuántas veces intentó convencer a Manuela de que él podría ofrecerle seguridad y un buen futuro, ella le respondía que su corazón era de otro hombre que se desempeñaba como simple sastre.

Cuando los franceses y el Imperio de Maximiliano comienzan a replegarse, el gobierno republicano también debe moverse hacia el centro del país. Lerdo, ante su inminente partida, trata de convencer a Manuela con ayuda de Antonia, hermana de la joven.

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Tras dejar Chihuahua, Lerdo mantiene correspondencia con Antonia para seguir insistiendo en que la hermana se fije en él, pero en 1867, dejó de insistir. En sus últimas cartas dejó ver su tristeza al escribir “si usted tiene algo bueno que decirme, aunque sea lo más mínimo, hágame saber esas noticias por el viento".

El abogado, político e integrante del gabinete de Benito Juárez murió solo en Nueva York en 1889. Foto: Wikimedia Commons.
El abogado, político e integrante del gabinete de Benito Juárez murió solo en Nueva York en 1889. Foto: Wikimedia Commons.

"Hice otros recuerdos, que lo que es para mí son sensibles, y que a mi pesar están influyendo en que ahora escriba yo con sentimientos de tristeza. Perdone usted esa fea y desagradable palabra. Viva usted mucho, Antoñita, y muy feliz. Adiós, Antoñita.- S. Lerdo de Tejada”, se leyó en la correspondencia del político.

La principal fuente de este hecho es el historiador José Fuentes Mares; sin embargo, en las memorias de Sebastián Lerdo de Tejada nunca se refiere a Manuela Revilla, únicamente habla de un episodio de enamoramiento en un baile mientras era ministro en el gobierno y en el cual fue correspondido con la entrega de un guante perfumado.

Lerdo nunca se casó y es el único presidente soltero que ha tenido México, sucedió a Juárez en la presidencia hasta que Porfirio Díaz, quien era más afortunado y arrojado en el amor y en la política lo derrocó. Lerdo murió solo en Nueva York en 1889. El tren que trasladó su cuerpo pasó por Chihuahua y Manuela, ya con un hijo, se despidió de su eterno enamorado.

Fuentes: