La temida plaga de langosta azotó el sureste mexicano hace 100 años; no fue la única ocasión que nuestros campos cedieron ante estos insectos, pero sí una de las primeras veces que el gobierno mexicano implementó complejos programas de erradicación.
La Schistocerca piceifrons piceifrons o langosta voladora de Centroamérica, es un acrídido de grandes dimensiones, entre 6 a 10 centímetros en estado adulto. Su morfología es parecida a los saltamontes o grillos, cilíndricos con patas posteriores que les permiten saltar con facilidad, además de cuatro alas que le ayudan a recorrer hasta 90 kilómetros diarios.
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Las medidas tomadas por los gobiernos de Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles se enfocaron en detener la plaga, pero nunca lograron erradicarla, tanto por su propia tardanza para actuar, como por la falta de apoyo entre pobladores y la misma resistencia de este acrídido.
Las mangas de langostas oscurecieron los cielos mexicanos
Aunque los reportes sobre una potencial plaga de langostas en el sureste mexicano llegaron desde 1923, fue hasta bien entrado el 1924 que el gobierno puso atención a la preocupante amenaza ecológica.
Para el 25 de julio de 1924, la Secretaría de Agricultura confirmó que millones de acrídidos de Centroamérica cubrieron, como mínimo, más de 300 kilómetros de territorio mexicano. Veracruz, Oaxaca, Chiapas, Tabasco y Yucatán, entre otros estados, tuvieron invasión insectil, al grado de que los pobladores veían “el sol oscurecer por una legión de aquellos insectos”.
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La langosta tiene diferentes etapas de desarrollo. Primero el desove, con el depósito bajo tierra de varios huevos; el lapso de ninfa y “saltón”, como cualquier grillo y sin capacidad de reproducirse o volar; y su fase adulta, con alas y habilidad para comer de dos a cinco veces su peso. Este acrídido se junta en “mangas” o enjambres de miles de especímenes.
Casi de inmediato, la plaga generó pérdidas por 43 millones de pesos, cifra que aumentó con el paso de los meses. Destruyó cultivos de maíz, frijol, caña de azúcar y parques comunitarios, además de afectar la producción de leche –agotando el pasto para alimentación de vacas– y puso en riesgo el paso de ferrocarriles, con miles de insectos que perecían en vías ferroviarias y hacían patinar las llantas de los trenes.
Era imperativo que gobierno y pobladores colaboraran para combatir la plaga, aunque las acciones comenzaron desiguales, sin presupuesto y con terratenientes sin interés alguno por detener el avance de langostas, a pesar de las pérdidas que sus enjambres provocaron.
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A finales de septiembre de 1924, se reportó la presencia de langostas en Tlaxcala, Puebla, Hidalgo, Estado de México y el entonces DF. En localidades urbanizadas se usaron atomizadores con químicos, pero pronto se comprobó la resistencia del insecto ante ciertas sustancias, lo que dificultó su desaparición.
Algunos estados tuvieron más suerte que otros; en Oaxaca hubo patos y golondrinas que depredaron algunas mangas de langosta, mientras que Chiapas enfrentó la devastación de campos y áreas verdes, en gran parte por la falta de cooperación entre sus pobladores.
Según lo indicó esta casa editorial, en junio de 1925, “los árboles que antes eran frondosos, hoy se encuentran en un estado verdaderamente lamentable, habiendo algunos que no tienen ni una sola hoja, encontrándose en sus ramas cientos de animales que los han devorado”. Tomó años contener la presencia del acrídidos, con millones en pérdidas y daños.
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Con Obregón se presentó la primera Ley contra Plagas
Para el 16 de septiembre de 1924, el entonces presidente, Álvaro Obregón, determinó como obligación pública terminar con la plaga de langosta, emprendiendo una campaña “permanente hasta lograr su total aniquilamiento”.
Como el mandato obregonista estaba por concluir, no tenía presupuesto para atacar la plaga. La opción fue establecer un gravamen semanal de 10 centavos a todos los dueños de tierras afectadas y pobladores; todos los hombres entre 15 a 60 años debían colaborar, ya fuera con dinero o un día de trabajo a la semana en campos infestados para acabarlas como fuera.
También se aplicó un impuesto sobre bebidas embriagantes, “dedicado exclusivamente a la extirpación de la langosta”. Entre todos los productores y distribuidores de alcohol de caña, de cereal, tequila y mezcales aportarían 500 mil pesos, mientras los dedicados al pulque pagarían un millón para ayudar a combatir a los acrídidos.
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El decreto de Obregón estaría vigente un año, pero un mes después, en octubre de 1924, la Cámara de Diputados discutió una Ley contra Plagas para cualquier emergencia ecológica.
El proyecto legislativo impulsado por el entonces secretario de Agricultura y Fomentos, Ramón De Negri, solicitó “facultades dictatoriales” para el presidente en casos de plaga severa. Sería un poder ilimitado para tomar las medidas necesarias contra insectos, animales o plantas, incluyendo posibles prohibiciones, impuestos o hasta condenas penales.
Otros artículos de la Ley contra Plagas establecieron procedimientos aconsejados por la ciencia o experiencia, incentivos para agricultores con “espíritu de defensa”, cuarentenas y requerimientos más severos para la entrada de especies animales o vegetales; así como la suspensión de cultivos que la Secretaría de Agricultura tomara como peligro para el campo.
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Aunque los diputados se mostraron renuentes a la Ley contra Plagas, tras considerar que no existía motivo para dar “poder dictatorial” al presidente y que la legislación perdía mucho tiempo en experimentaciones, el proyecto obregonista se promulgó el 10 de diciembre de 1924, sólo reemplazando las “facultades dictatoriales” por “decisiones extraordinarias”.
Como suele ocurrir en discusiones públicas, algunos legisladores y colaboradores de EL UNIVERSAL consideraron que la plaga de langostas era un arma política para el gobierno de Álvaro Obregón, sobre todo cuando el secretario De Negri aseguraba que la invasión insectil “no estaba tan mal” o sólo culpaba a los terratenientes de no ayudar.
Para cuando Plutarco Elías Calles llegó al poder a finales de 1924, se emprendió la nueva Campaña contra la Langosta, parecida al decreto presidencial y Ley contra Plagas previos. Dentro de sus medidas para atacar la invasión de acrídidos, el gobierno callista impulsó un nuevo impuesto para recabar fondos, ahora enfocado en el servicio postal.
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El nuevo secretario de Agricultura y Fomento, Luis L. León, informó que, “para hacer frente a los fuertes gastos que origina esta campaña, se creará un impuesto que significa un pequeño sacrificio de todos, aumentando la tarifa de correo en un centavo por pieza. El impuesto quedará repartido equitativamente y no supone un peso grande para el contribuyente”.
Desde apalearlos hasta bañarlos, métodos contra los acrídidos
Con aire catastrófico, esta casa editorial advirtió, el 5 de febrero de 1925, sobre la posibilidad de que todo el país estuviera en peligro de quedarse sin cosechas, tras ver a ocho entidades en severo estado de invasión insectil.
Como la situación rebasaba al gobierno federal, pobladores y campesinos emprendieron sus propias medidas contra la “plaga de Egipto”. Rociaron petróleo o gasolina sobre campos infestados e incendiaron a “saltones” y huevos, pero eso permitió que enormes mangas de langostas adultas huyeran a otros sitios.
También acarrearon “saltones” hacia profundas zanjas donde se les apaleó y enterró, o machetearon los huevos encontrados. Otra de sus medidas fue acorralar a la langosta adulta entre rejillas de metal y quemarla en el aire, aunque resultó menos efectivo.
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Uno de los intentos más interesantes se conoció el 3 de junio de 1925. El oaxaqueño Joaquín Figueroa ideó un aparato contra langostas adultas, parecido a un repelente eléctrico de seis metros cuadrados, con láminas calientes de metal colocadas al frente de una aeronave y que fulminó a los insectos desde los aires. Lo mejor de todo, su uso apenas costaba 300 pesos.
Según apareció en EL UNIVERSAL ILUSTRADO el 20 de agosto de 1925, pobladores de Tabasco optaron por destruir los puntos de desove con azadones y estacas. Una vez que los huevos quedaron inservibles, se echaron al fuego o se ponían al alcance de pájaros.
Contra los “saltones” aplicaron baños con agua hirviendo o lanzarlos a una zanja a palazos. Ni insecticidas o cebos envenenados tuvieron tan buenos resultados como las propuestas campesinas a comienzos del siglo XX, pues, “para combatir a la langosta sólo hacen falta tres cosas: palas, zanjas y voluntad para trabajar”, según indicó EL UNIVERSAL ILUSTRADO.
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Según datos de la Secretaría de Agricultura y Fomento, reportados por EL UNIVERSAL, durante 1924 y 1925, campesinos y trabajadores públicos aniquilaron y recolectaron más de cinco toneladas de “saltones”, huevos y especímenes adultos, pero la plaga no descendía con la rapidez deseada y tomó meses detener su impacto.
Pobladores supersticiosos impidieron su aniquilación
Aunque comunidades de Veracruz, Oaxaca y Yucatán se destacaron por su activa colaboración, funcionarios y científicos se toparon con pueblos muy supersticiosos que impedían su labor contra la invasión insectil, por considerarla un “llamado de Dios”.
Esta casa editorial reportó, el 29 de abril del 25, sobre la negativa de ciertos oaxaqueños a erradicar las langostas, pues interpretaron la plaga como “anuncio de una época de bonanza”.
“Cuando aparecieron los primeros insectos, los recibieron con alegría y bailes religiosos”, informó EL UNIVERSAL. Algunos recurrieron a los acrídidos como fuente de alimento o como carnada para atraer a aves y mamíferos, lo que fortaleció su permanencia en varios sitios.
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Para agosto del 25, Guerrero se incluyó en la lista de estados severamente afectados por la langosta. Según informaron miembros de la campaña, la plaga llegó por su frontera con Oaxaca por culpa de habitantes de ambas entidades, quienes impidieron las actividades de especialistas y campesinos, al grado de agredirlos y hasta asesinarlos.
Los pretextos de autoridades federales tampoco ayudaron al control de la crisis, con el secretario Luis L. León repitiendo que la plaga fue herencia de gobiernos pasados. “Nosotros hemos recibido una situación creada durante años anteriores, pero tenemos consciencia de nuestra responsabilidad y aceptamos el problema tal como se presenta”, aseguró.
Una contundente crítica a la Campaña contra la Langosta se publicó en este diario el primero de agosto de 1925, a nombre del Jefe de la Dirección de Estudios Biológicos, Alfonso L. Herrera, quien evidenció la “apatía del pueblo mexicano, la superstición, fatalismo e ignorancia de campesinos que se burlan de la ciencia, que no cooperan y que todo lo esperan del gobierno”.
“Se niegan a comprar bombas, insecticidas, […] se ríen de los medios científicos y emplean los procedimientos más primitivos e ineficaces, forjándose teorías absurdas. ¿Qué podemos esperar de la indolencia general y desunión cuando se trata de la langosta, que exige cuantiosos gastos y constante esfuerzo”, aseguró el especialista.
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Con tan pesimista opinión, Alfonso L. Herrera consideró que ni los mejores intentos del gobierno cambiarían las costumbres o ignorancia del pueblo. A su parecer, la plaga de langosta no se extinguiría, pues “desafía a todos y persiste, aunque disminuida si se les combate bien”.
La campaña se extinguió antes que la misma plaga
Para el primero de marzo de 1926, el secretario Luis L. León aseguró a EL UNIVERSAL que, tras más de un año de campaña, la “plaga de Egipto” quedó bajo control y casi erradicada del sureste mexicano, con un 90% de los estados libres de langostas. “Hoy puede decirse que la langosta fue derrotada, pero no vencida”, sostuvo el funcionario.
Desde ese momento se suprimieron los impuestos especiales y se redujo el presupuesto de la campaña, quedando en menos de 50 mil pesos, cuando 10 meses antes rondaba los 600 mil.
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El secretario sostuvo que no se detendrían las acciones en donde todavía existieran langostas, pero ya no serían los funcionarios públicos quienes aniquilaran a los acrídidos, sino los campesinos del área. Como último comentario al respecto, Luis L. León pronosticó que, para mediados de 1927, la plaga regresaría en ciertos lugares, por lo que debían estar preparados.
A principios de abril del 26 y contrario a los datos de la Secretaría de Agricultura y Fomento, este diario indicó que Veracruz, Tabasco, Chiapas, Oaxaca, Guerrero, Quintana Roo y ahora también Puebla, Jalisco, Michoacán, Nayarit y Sinaloa registraban una invasión de langostas.
El último día de diciembre de 1926, la Campaña contra la Langosta llegó a su fin, reemplazada por la Oficina de Defensa Agrícola, un proyecto más burocrático y ambiguo. Pobladores “pesimistas y sombríos” comentaron a esta casa editorial que la nueva dependencia no daría mejores resultados que su antecesora y que tampoco tardaría en ser desmantelada.
Para febrero de 1927 y como si de una maldición se tratara, varias zonas del sureste notaron un agresivo regreso de mangas de langosta. Algunos aseguraron a EL UNIVERSAL que aquel insecto era un “castigo del cielo”, convencidos que todos los obstáculos para controlar la plaga eran evidencia de una fuerza divina que los atormentaba con miles de acrídidos hambrientos.
Para el resto de los años 20, estas páginas continuaron con reportes sobre la invasión insectil, pero con mucha menos frecuencia que lo visto en 1924 y 1925.
- Fuentes:
- Hemeroteca EL UNIVERSAL
- Arrioja, L. (2011). "Enjambres" y "nubarrones" en el campo oaxaqueño: las plagas de langosta de 1802 y 1853. En Relaciones, Estudios de historia y sociedad.
- Campañas fitosanitarias contra plagas - Gobierno de México
- Cinco cosas que debes saber sobre la langosta del desierto, una de las plagas más antiguas del mundo - FAO
- Contreras, C. & Galindo, M. (2022). Historia de la plaga de langosta centroamericana Schistocerca Piceifrons Piceifrons (Walker) en México. En Revista Inclusiones.
- Langosta centroamericana - SENASICA
- Langosta (Schistocerca piceifrons piceifrons) - CESAVE
- La plaga de langostas es la epidemia migratoria más peligrosa del mundo - ONU
- Ley federal de sanidad vegetal - Instituto de Investigaciones Jurídicas
- Ortiz, I. & Zuleta, M. (2020). Asuntos de vecinos: langosta, defensa agrícola y la construcción de la sanidad vegetal en México y Centroamérica, siglo XX. En Historia Mexicana.
- Zárate, I. (s.f.). El combate de la plaga de langostas en el estado de Oaxaca. México: Archivo General del Estado de Oaxaca.