Los años 70 en México trajeron un auge de los grupos reaccionarios que tenían en común la oposición al régimen gobernante, como también ocurría en otros países. Luego de que la vía pacífica les resultó estéril, muchas agrupaciones dieron de qué hablar por tomar las armas, hasta llegar a estrategias como el secuestro de políticos.
Esta entrega de Mochilazo en el Tiempo recuerda el plagio de José Guadalupe Zuno Hernández, muy conocido entonces por haber sido gobernador de Jalisco de 1923 a 1926, por fundar la “U de G” en 1925 y por la intensa labor de asistencia social de su hija, la entonces primera dama mexicana, Esther Zuno de Echeverría.
A plena luz del día, se lo llevaron en un minuto
Faltaba menos de una semana para el IV Informe de Gobierno del presidente en turno, Luis Echeverría Álvarez, cuando las “Fuerzas Revolucionarias Armadas del Pueblo” (FRAP) orquestaron el secuestro del exgobernador José Zuno.
La mañana del 28 de agosto de 1974, el “maestro Zuno” -como muchos lo llamaban- salió de su casa a las siete de la mañana para cumplir con la apretada agenda que mantenía a sus 83 años. Sus primeras paradas fueron en las oficinas de sus cargos, en el Museo de Historia de Jalisco y en la Comisión Federal de Electricidad.
El siguiente punto sería renovar su suscripción de EL UNIVERSAL en las oficinas estatales del diario, que recién iniciaban labores aquel día. Como también quería hablar con el gerente, le comentó al personal que regresaría más tarde.
Era un día normal hasta el momento, sin mencionar que se trasladaba con el apoyo de su chofer particular, Miguel González González. No había razón para pensar que, como sugiere el dicho popular, sus planes cambiarían “sin deberla ni temerla”.
Decidió dirigirse a la imprenta del Instituto Tecnológico de la “U de G”, por las correcciones de un libro que lanzaría en fechas próximas. La noticia que sacudió tanto a la “Perla de Occidente” como al resto del país los siguientes diez días sería que, al salir de ahí, lo plagiaron.
En la esquina de avenida Revolución y Constancia un Ford Falcon 1966, sin placas, se le atravesó al Ford Galaxie 1974 del licenciado Zuno Hernández. En cuestión de un minuto incapacitaron al conductor con gas lacrimógeno, extrajeron al octogenario y lo sometieron por la fuerza.
Lo último que supo Miguel González fue que pisaron el acelerador con rumbo a la carretera que va a Los Altos de Jalisco, por lo que enseguida alertó “a todos los cuerpos policiacos tapatíos”.
Según la nota de Ángel Gómez Granados, Nidia Marín y Francisco Jordan Galán, “Así se inició la más grande movilización policiaca que haya tenido lugar en esta ciudad. En menos de una hora, Guadalajara se vio inundada de investigadores federales, estatales y municipales”.
Además de los elementos desplegados para la localización del exgobernador, medios informativos y ciudadanos también se movilizaron. Quedó claro que el apoyo moral de los jaliscienses estaba con el maestro Zuno y su esposa e hijos, quienes establecieron una base de operaciones en el domicilio de José Zuno Arce, hijo mayor del secuestrado.
Lo capturaron para pedir la libertad de 10 encarcelados
La noche del 30 de agosto las FRAP enviaron a la prensa copias del comunicado en el que se atribuyeron el incidente y en el que dieron a conocer el rescate solicitado: inmovilizar a todas las fuerzas policiacas, liberar a 10 presos (con todo y un vuelo privado a Cuba) y pagar 20 millones de pesos.
No faltaron los tapatíos que, en breve, se organizaron para enviar donativos a la familia, como apoyo para “completar” dicho rescate económico. Sin embargo, la estrategia por la que apostaría la administración de Luis Echeverría estaba muy lejos de elegir esa opción.
Tanto los secuestradores como las autoridades remarcaron que no tenían intención de ceder a las demandas de una y otra parte, a pesar de que la amenaza principal de las FRAP era “ajusticiar al detenido”.
Mientras el gobierno federal informó que no haría ningún tipo de “pacto con delincuentes”, los plagiarios mencionaban en su comunicado que “no estamos dispuestos a someternos al juego en que han caído otros grupos al llevar a cabo las negociaciones”.
Para entonces, los grupos de oposición política que tomaban acciones violentas ya no eran ninguna novedad. Así como ellos tachaban al gobierno de insensible o autoritario, la postura oficial los descalificaba como criminales que sólo buscaban alterar a la sociedad.
Por su parte, la familia Zuno Arce estaba muy unida en respaldar la postura de la primera dama, quien declaró “ante todo soy la esposa del presidente”. Es probable que esas declaraciones ayudaran a que el Informe de Gobierno recibiera su usual cobertura el 1 y 2 de septiembre.
Lo anterior no significa que la investigación hiciera una pausa. La Dirección Federal de Seguridad reportó que comprobaron la identidad del “director” del secuestro, Ramón Campaña López, y que dieron con el hallazgo tras interrogar a una visitante -y cómplice- de su pariente, Francisco Juventino Campaña.
A fines de julio, Alma Durán Ibarra, alias Yolanda, visitó a Juventino y otros dos convictos del penal local de Guadalajara. Ellos pagaban condena por el secuestro del cónsul estadounidense Terrance Leonhardy y de Pedro Sarquis, en 1973.
“Yolanda” fue a comunicarles el plan de lograr su liberación con el secuestro de alguien mucho más prominente y para pedir su opinión de revelar el nombre de las Fuerzas Armadas Revolucionarias del Pueblo, a lo que accedieron.
“Háganme mi cena, que tengo hambre”, dijo al ver a su familia
Si bien se informó que las averiguaciones continuaban, y que el 6 de septiembre los captores difundieron una fotografía en la que Zuno Hernández se veía en buenas condiciones, fue una sorpresa para la opinión pública cuando el anciano profesor apareció en la puerta de la casa de su hijo mayor.
Se informó que el mismo don José Guadalupe habría convencido a sus guardianes de la liberación. Cuando lo abandonaron en la calle Penitenciaría de la colonia Americana, se limitó a tocar la puerta más cercana, en el número 36.
Eduardo del Río y familia lo recibieron y reportaron de inmediato su aparición. Fue cuestión de minutos para que llegara un vehículo federal a recogerlo y llevarlo a Lope de Vega 881, el domicilio de sus hijos.
La noche del 7 de agosto de 1974, José Guadalupe Zuno se reunió con su familia, de forma tan imprevista que la edición Extra de EL UNIVERSAL que publicó la noticia recibió elogios del público y la prensa por igual.
Como lo dejaron en la entrada detrás de la “base de operaciones” del hijo mayor, en su momento algunas personas sospecharon un presunto “autosecuestro”, que se desmintió en breve.
Tal y como se sospechaba a partir de la foto difundida por las FRAP, nunca le hicieron daño al fundador de la Universidad de Guadalajara, ni presentó complicaciones por su delicado estado de salud. Eso sí, al ver a su familia, después de diez días, lo primero que dijo fue: “Háganme mi cena, que tengo hambre”.
En entrevista con la prensa, al día siguiente, reveló que no les guardaba ningún rencor a los culpables. Por el contrario, mencionó que en cuanto lo vieron cooperar en todo momento, “su trato fue amable y amistoso, se podría decir”.
Al final, para la familia Zuno Arce, todo quedó más en una anécdota que en una tragedia. Un mes después del incidente, don José Guadalupe asistió a la ceremonia que le dio carácter oficial a la más reciente aportación que había hecho ese año a la “U de G”: su residencia.
- Fuentes consultadas:
- Archivo Fotográfico EL UNIVERSAL.
- Hemeroteca EL UNIVERSAL.
- “Zuno Hernández, José Guadalupe”. Enciclopedia histórica y biográfica de la Universidad de Guadalajara.