El asesinato del influencer y activista Charlie Kirk ha desatado una ola de censura en el que hasta hace algún tiempo era considerado el país de las libertades.
La suspensión del programa de Jimmy Kimmel en ABC News es la más reciente prueba de ello. La empresa decidió prescindir del programa luego de que Kimmel dijera que el movimiento MAGA está haciendo “todo lo posible por sacarle partido político” al crimen.
Días antes, NBC canceló a un analista que señaló el carácter divisivo del discurso de Kirk, quien fue asesinado el pasado 10 de septiembre durante un evento en la Universidad de Utah.
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Nada justifica un asesinato. La muerte de Kirk fue terrible, atroz. Igual que el asesinato de legisladora estatal Melissa Hortman, y que el intento de asesinato de la exlíder de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi.
Pero el clima que se ha generado desde la muerte de Kirk es de terror y persecución. En vez de llamar a la calma, el presidente Donald Trump acusó directamente a la “izquierda radical”, como llama a los demócratas, por el crimen, alegando que son ellos quienes están echando leña al fuego de la violencia política.
Trump amenazó con declarar terroristas a grupos de extrema izquierda. En cambio, nada ha dicho sobre los de extrema derecha.
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La administración también ha advertido que podría retirar la ciudadanía, con quitar visados a quienes, a su juicio, “glorifiquen”, justifiquen o minimicen el asesinato del fundador de Turning Point Action, que promueve los valores conservadores en universidades de Estados Unidos y que fue clave en la campaña de Trump en 2024.
El vicepresidente JD Vance llamó a delatar a quienes hablen mal sobre Kirk o minimicen el crimen, y se ha desatado una serie de despidos de profesores, de funcionarios.
“La premisa central de nuestro sistema democrático es que debemos ser capaces de estar en desacuerdo y tener a veces debates realmente contenciosos sin recurrir a la violencia”, dijo el expresidente Barack Obama la noche del martes, en un evento, respecto al clima de temor que se vive hoy en el país.
No hay en el Estados Unidos de hoy espacio para el disenso, o la crítica. No hay espacio para grises. Sólo extremos. Es blanco o negro. Y el único criterio que vale para calificar de blanco, o negro, es el de Trump.
A esto hay que sumarle las demandas millonarias de Trump contra medios que lo critican o cuestionan, incluyendo la más reciente contra The New York Times por 15 mil millones de dólares.
Mientras la situación actual trae para muchos ecos de lo peor del Macartismo, la libertad de prensa y de expresión en Estados Unidos está herida de muerte.
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