El anuncio del proyecto Kutsari (arena en purépecha), realizado durante la conferencia matutina del 6 de febrero y liderado por la presidenta Sheinbaum, marca un hito al resaltar el papel de los centros de investigación y las instituciones de propiedad intelectual (PI) en México.
No solo se trató del anuncio de un centro de diseño y producción de chips (semiconductores), sino también del reconocimiento de la transferencia de tecnología y, sobre todo, de la PI como pilares esenciales para transformar el resultado de investigaciones en soluciones comercializables. Este enfoque es alentador, aunque también expone los retos que enfrentamos.
Durante la presentación, se destacaron nuestras fortalezas: una capacidad creativa e innovadora sobresaliente y una gran cantidad de profesionales altamente preparados en el país. Sin embargo, también se reconoció que esta capacidad permanece desaprovechada.
La Secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación señaló que las investigaciones suelen quedarse en los laboratorios, mientras que la Secretaria Buenrostro, encargada del buen gobierno, admitió que México carece de una cultura de PI. Por consiguiente, no explotamos ni comercializamos adecuadamente los frutos de la innovación. Estas declaraciones, aunque crudas, son un reflejo fiel de nuestra realidad.
El director general del IMPI aportó cifras contundentes: solo 6.38% de las patentes concedidas en 2024 corresponden a mexicanos.
Esto evidencia no solo una falta de cultura de patentamiento, sino también la urgencia de mejorar la infraestructura institucional que respalda este proceso. No obstante, como hemos reconocido en esta columna en varias ocasiones, el IMPI cuenta con examinadores altamente capacitados que desempeñan un papel clave en garantizar que las patentes otorgadas cumplan con los más altos criterios de calidad. Aprovechar plenamente su experiencia requiere no solo dotarlos de mayores recursos y herramientas, sino también multiplicar su número para garantizar una respuesta eficiente y oportuna a las crecientes demandas del sistema de patentamiento.
Si bien se mencionó la necesidad de reformas legislativas, como la introducción de una figura de patente provisional, la solución no puede limitarse a nuevas leyes. El TMEC, junto con otros tratados internacionales en la materia de los que México es parte, ya nos otorga un marco normativo de altos estándares; lo que necesitamos es aplicarlo eficazmente.
Por otro lado, la propuesta de incorporar a investigadores del Sistema Nacional en el examen de patentes es un paso que puede sonar atractivo, pero que merece un estudio profundo para evaluar su viabilidad y posibles implicaciones.
También es fundamental reactivar el consejo consultivo de transferencia de tecnología, una herramienta que, aunque existente, ha permanecido inactiva. No se trata de crear algo nuevo, sino de rescatar lo que ya se tenía. Si bien se nos repite constantemente que "no se es igual al pasado", esto no significa que debamos ignorar las mejores prácticas que se implementaron previamente para impulsar la colaboración de la tétra hélice.
El reconocimiento presidencial de que “la innovación debe patentarse para comercializarse” refleja una comprensión adecuada de la economía del conocimiento. Sin embargo, el impulso al patentamiento no debe convertirse en una carrera por cifras vacías. Recordemos el “plan de choque” implementado al final de la administración del presidente Calderón, donde el enfoque en cantidad y rapidez comprometieron la calidad.
Kutsari representa una oportunidad para transformar la narrativa de la propiedad intelectual en México. Al igual que la arena, que puede parecer frágil, pero forma cimientos inquebrantables cuando se consolida, este proyecto puede convertirse en la base sólida que impulse la competitividad, la innovación y el desarrollo económico del país.
*Especialista en propiedad intelectual y protección de innovación, socio de ECIJA México
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