Kaliningrado es la provincia más occidental de la Federación Rusa, situada entre las fronteras de Lituania y Polonia, con un importante puerto del mar Báltico, que ocupa una superficie de 15,100 Km2 y tiene una población cercana al medio millón de habitantes.
Al final de la Segunda Guerra Mundial, la premura por restablecer la paz en Europa dejó acuerdos incompletos y zonas geográficas pendientes. Este fue el caso de Kaliningrado, que como parte de los acuerdos de Teherán en 1943 y Potsdam en 1945, los aliados cedieron, zona que hasta entonces era conocida como Königsberg, como parte de sus enclaves en Europa del Este, sometidos a la Unión Soviética, y que en 1955 fueron aliados militares en el Pacto de Varsovia. Lo anterior debido al interés que, desde Pedro el Grande, Rusia ha buscado tener como un puerto más templado en el mar Báltico que no se inhabilitara en los crudos inviernos. Aquella solución aparentemente adecuada a su tiempo hoy presenta uno de los riesgos geopolíticos más delicados.
A consecuencia de la caída del muro de Berlín y el desmantelamiento de la Unión Soviética, Polonia y Lituania se integraron a la Unión Europea y aspiran a contar con la defensa de la OTAN. Como parte de las sanciones por la invasión a Ucrania, hoy Kaliningrado está aislado por vía terrestre o ferroviaria y supeditado al tránsito marítimo o aéreo.
El pasado lunes 25 de noviembre, dos bombarderos B52 de los Estados Unidos, en maniobras de entrenamiento sobre el mar Báltico con Finlandia, reciente aliado de la OTAN, fueron interceptados por dos cazas rusos SU-27 en la proximidad con Kaliningrado. Son incidentes que demuestran la fragilidad de las condiciones que se perciben ante las crecientes hostilidades y la ausencia de todas las instancias diplomáticas disponibles para lograr un acuerdo de pacificación y restauración territorial en Ucrania.
Este pequeño territorio, que algunos especialistas definen como “la puerta trasera de Europa” y seguramente tendrá mayor valor estratégico por la escalada militar y verbal de Vladimir Putin de los últimos días, es situado como uno de los escenarios más observados de la ya tensa relación de occidente con Rusia. No se descarta que el líder ruso, en su estrategia de responder con más fuerza a las acciones de sus adversarios, decida incrementar su calidad de guarnición militar y naval para ubicar fuerzas especiales y armas más poderosas de mediano y largo alcances, así como de tipo nuclear en esta provincia.
En este contexto, vale la pena recordar el cambio del paradigma en la Guerra Fría, que representó el Tratado de Tlatelolco para lograr que América Latina fuera un territorio libre de armas nucleares desde 1967, y que posteriormente escaló a un acuerdo internacional de No Proliferación de Armas Nucleares, signado un año después.
De igual manera el sistema internacional de naciones requiere de una innovación en su organización que recupere el valor de la paz y la cooperación.
Es en los tiempos más hostiles que las potencias necesitan más aliados. ¿Será posible concebir una nueva forma de convivencia pacífica cuando las potencias militares se verán gobernadas por dirigentes reconocidos más por su intransigencia que por su voluntad de reconciliación?
Rúbrica. El futuro en el ayer. Surge de las sombras proteccionistas el GATT (Acuerdo General sobre Aranceles y Tarifas).
Político y escritor.
@AlemanVelascoM