Ya decía Alfonsina Storni que en las grandes mujeres reposó el universo, y esto es más que cierto en nuestro país. Las mujeres que nos precedieron abrieron caminos en un mundo que les cerraba puertas. Nosotras caminamos sobre sus pasos, andamos y continuamos sus luchas y somos gracias a sus conquistas, muchas veces silenciadas o ignoradas por la historia oficial. Sin ellas, no estaríamos aquí. Sin su valentía, sin su inteligencia, sin su insistencia en desafiar lo establecido, el avance que hemos logrado no sería posible.

En la historia de México, hay nombres que se repiten hasta el cansancio, pero otros que han quedado en los márgenes, a pesar de haber sido pilares fundamentales para la justicia, la literatura, la lucha social y la independencia. Gertrudis Bocanegra, María Cristina Salmorán, Rosario Castellanos, María Asunción Sandoval son algunas de esas mujeres cuyas huellas en ocasiones han pasado desapercibidas, pero cuyo legado resiste y nos interpela hasta nuestros días. Hoy, en una época donde las mujeres siguen peleando por espacios de poder, por reconocimiento y por justicia, recordar sus historias es recordar que las batallas de ayer no están terminadas, sino que siguen transformándose.

Gertrudis Bocanegra no solo fue una insurgente incansable, sino una estratega brillante. En un tiempo donde la guerra se narraba desde las gestas de los hombres, ella organizaba redes de inteligencia, movilizaba recursos y se jugaba la vida con cada mensaje que llevaba de un bando a otro. Fue capturada y fusilada en 1817, sin que su valentía quebrantara. Hoy, cuando seguimos viendo mujeres liderar luchas por justicia y libertad, su historia nos recuerda que la resistencia no es solo un acto de valentía, sino una herencia que atraviesa generaciones. Como las madres buscadoras, como las defensoras del territorio, como las periodistas que enfrentan la censura y la violencia: la lucha de Gertrudis sigue viva en cada mujer que se niega a quedarse en silencio.

María Cristina Salmorán rompió otro tipo de cadenas: las de la exclusión en el ámbito judicial. Fue una jurista excepcional que, al llegar a la Suprema Corte de Justicia de la Nación en 1961, enfrentó un ambiente dominado por hombres que no creían en la capacidad de una mujer para impartir justicia al más alto nivel. Tanto así, que algunos decían con sorna que la Corte pasaría a ser 'la Suprema Corte y confección', reduciendo su llegada a un mero acto simbólico y no a un verdadero avance en la igualdad de género dentro del Poder Judicial. Fue la primera mujer ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, un espacio históricamente reservado para los hombres. En una época en la que a las mujeres se les relegaba a lo doméstico, ella se sentó en la silla más alta de la justicia mexicana. Su desempeño en la Corte demostró que la excelencia en la judicatura no tenía género y que la inclusión de mujeres en los más altos tribunales no solo era justa, sino necesaria para una impartición de justicia más igualitaria. Hoy, en un contexto donde el Poder Judicial enfrenta amenazas y cuestionamientos, donde se discute la elección de jueces y ministros por voto popular, recordar a Salmorán es recordar que la independencia judicial no es una concesión, sino una conquista que costó décadas y que no podemos permitirnos perder.

María Asunción Sandoval, la primera mujer en obtener el título de abogada en México, fue una pionera en la lucha por los derechos de las mujeres y la igualdad de género en el ámbito legal. Su trayectoria académica y profesional fue un desafío al sistema que negaba a las mujeres el acceso a la educación superior y al ejercicio profesional del Derecho. Fue una de las primeras mujeres en abrir camino dentro del litigio en México y con su incansable trabajo, nos enseñó que la justicia no es solo un principio, sino una exigencia constante. En un México donde cada día desaparecen mujeres, donde la impunidad sigue siendo la norma, su historia nos grita que no basta con indignarse, que es necesario actuar, denunciar y transformar.

A estas mujeres debemos sumar muchas más que han sido pioneras en sus ámbitos. Matilde Montoya, la primera médica mexicana, fue una mujer que desafió no solo las normas sociales de su época, sino también un sistema educativo y profesional que le cerraba las puertas a las mujeres y, en 1887 se convirtió en la primera mujer titulada como médica en México. Eulalia Guzmán, arqueóloga e historiadora, fue una de las primeras mujeres en incursionar en la investigación arqueológica en México. Su trabajo la llevó a ser reconocida como una de las primeras mujeres en desempeñar un papel clave en la arqueología mexicana. Su labor en la arqueología y la educación permitió abrir espacios para mujeres en estos ámbitos, demostrando que la ciencia y la historia también podían ser espacios para nosotras.

Cada una de estas mujeres desafió su tiempo, pero su legado no es solo pasado: es presente y futuro. Hablar de ellas hoy no es solo un acto de reconocimiento, sino de resistencia. Porque si bien su lucha fue distinta, el mensaje es el mismo: el espacio de las mujeres en la historia no se pide, se toma. Y su legado, lejos de ser un capítulo cerrado, es un llamado urgente a seguir abriendo camino.

Así como ellas nos abrieron el camino, nosotras tenemos la responsabilidad de seguir construyendo sendas para las que vienen y resistir los intentos de retroceso. Hoy vemos cómo los gobiernos de ultraderecha intentan desmantelar los derechos conquistados con décadas de lucha: el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos, la paridad en los espacios de poder, la protección contra la violencia de género. No podemos permitir que nos arrebaten lo que hemos ganado. El reconocimiento de su historia no es solo un homenaje, sino un compromiso con el presente y el futuro. No podemos permitir que las generaciones que nos siguen tengan que empezar desde cero; debemos garantizar que avancen con la fuerza de todo lo conquistado. Porque hoy, como ayer, el futuro sigue siendo nuestro por escribir. No basta con recordar a las mujeres que nos precedieron, debemos honrar su legado defendiendo cada derecho que conquistaron y asegurándonos de que ninguna de las generaciones que vienen después tenga que volver a luchar por lo que ya nos pertenece. Está en nuestras manos hacerlo con justicia, igualdad y memoria. Porque parafraseando a Storni, en las grandes mujeres reposa el futuro de nuestro universo.

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