Aunque tal vez no lo imaginemos, detrás de la famosa tendencia de imágenes “estilo Ghibli” generadas con inteligencia artificial (IA) que han inundado las redes sociales durante los últimos días, hay un lento pero constante proceso de despojo que el capital está haciendo sobre la clase trabajadora. Por si alguien no las ha visto, estas imágenes han sido generadas por miles (o millones) de usuarios de ChatGPT 4.0, una de las últimas actualizaciones del chatbot de inteligencia artificial. Casi al mismo tiempo, se han difundido diversas críticas a dicha tendencia, e incluso se ha hecho viral una supuesta demanda de Studio Ghibli contra OpenAI (propietaria de ChatGPT), noticia la cual no ha sido verificada hasta el día de hoy.
En todo caso, esta tendencia ha generado un debate interesante sobre la ética y las responsabilidades detrás de la naturaleza de la inteligencia artificial. La capacidad que tiene ChatGPT (y otras aplicaciones similares) para la generación de estas “imágenes estilo Ghibli” claramente está basada en el uso no autorizado y no remunerado de miles de imágenes del estudio para entrenar los algoritmos. No sólo el estudio no recibe beneficios sobre esto, sino que los artistas que ahí trabajan no se benefician en lo más mínimo.
¿Debería haber regulación alguna para el uso de propiedad intelectual detrás de la IA? ¿Es ético y justo que la IA esté usufructuando el trabajo de miles (o millones) de personas, sin retribuirles nada, para generar un producto "similar" (actualmente aún de menor calidad, aunque eso podrá cambiar en el futuro)? ¿Es legítimo apropiarse del beneficio generado por un algoritmo que se basa en el trabajo de otros, sin añadir creatividad ni nada más?
Para tener una mejor orientación a las respuestas de tales preguntas, vale la pena no olvidar el tipo de actores involucrados de cada lado en estas polémicas. En el caso específico de Ghibli, resuena además que se trata de un estudio de animación cuyos fundadores vienen de un pasado sindicalista y con afinidad al socialismo, y que se ha destacado por sus filmes de un claro carácter antifascista y en contra de "la destrucción medioambiental, la guerra y el capitalismo" (lo cual vuelve más irónico o nauseabundo que usen la tendencia para compartir imágenes poco éticas, como el caso de la cuenta oficial de la Casa Blanca con ilustraciones sobre deportaciones).
Por el otro lado tenemos una empresa, OpenAI, que originalmente se creó como una organización sin fines de lucro en 2015, lo cual cambió en 2019. Actualmente, Microsoft es dueña de cerca de 49% de las acciones de Open AI. Además, la empresa se ha visto involucrada en distintas demandas por temas de propiedad intelectual, por parte de distintos artistas, escritores (entre ellos George R. R. Martin), y también por parte de The New York Times.
Además, la economía política de las grandes empresas tecnológicas de la actualidad ha consistido en prácticas anticompetitivas, destrucción de la competencia y abuso de posiciones dominantes con amplio poder de mercado, todo para aumentar los márgenes de ganancia (tal vez entre los casos más sonados están Amazon, Google, Microsoft, entre muchas otras).
En mi opinión, parece muy claro qué actores están abusando de su poder para despojar a otros del beneficio de su trabajo. Es por eso que en algunos países o regiones ha comenzado ya a debatir sobre las urgentes regulaciones hacia la inteligencia artificial, lo que en la Unión Europea derivó en la Ley IA. Pero aún con las regulaciones actuales, no se ha logrado reconocer que el ascenso de la IA representa un nuevo capítulo en el conflicto de clases entre el capital versus el trabajo.
Incluso parece hipócrita que los promotores de este tipo de IA sean los grandes capitales que durante años combatieron la “piratería” en internet, y han logrado obstaculizar el avance de proyectos de socialización de conocimiento y otros productos artísticos, como Sci-Hub y The Pirate Bay, entre otros. El tema es que claramente no se trata de una "piratería" convencional, ni mucho menos de una piratería con filosofía de socialización.
En realidad se trata de una nueva forma de despojo, de los grandes corporativos tecnológicos contra el trabajo de millones (o miles de millones) de trabajadores, para el usufructo capitalista.
Porque en este caso no estamos debatiendo el uso liberador de la IA para el goce de la sociedad y del bien común, como propone el libro “Comunismo de lujo totalmente automatizado”. Es más bien el despojo capitalista contra los trabajadores para generar ganancias privadas. Se trata de un conflicto de clases. Porque el debate, en el ejemplo específico de esta tendencia, no se centra en la riqueza o los ingresos de Miyazaki o los dueños de Ghibli (como algunas personas han tratado de desviar), sino en los millones de artistas e ilustradores que se emplean a nivel global.
Así, en el fondo el debate de las abundantes imágenes en redes sociales de Ghibli no se trata de los consumidores (nunca hay que individualizar la culpa, mucho menos en los casos en que se trate de personas que generan imágenes y que no podrían pagar en trabajo personalizado de un ilustrador). Ni siquiera se trata de la prohibición de la IA. Se trata de entender que la naturaleza y la existencia de esta depende del uso del trabajo que ha generado la clase trabajadora durante años (o siglos), y como tal no es justo ni ético (ni debería ser legal) que sea utilizada para el usufructo privado.