El cese al fuego en Gaza tenía bajas probabilidades de hacerse permanente, como lo señalamos acá mismo hace algunas semanas. Había una serie factores de fondo que empujaban hacia lados completamente opuestos. Al introducir el factor Trump en la ecuación, no obstante, existía una leve ventana de oportunidad, esencialmente porque el actual presidente estadounidense tiene una mucho mayor capacidad de ejercer peso e influencia sobre Netanyahu que la que podía ejercer Biden. Lo que pasa, decíamos, es que Netanyahu no es la única pieza del rompecabezas. Por un lado, ahí están los componentes más extremos de su gabinete, y por el otro está Hamás. De hecho, cuando el día que tomó protesta, preguntaron a Trump acerca de este cese al fuego, él mismo dijo que no pensaba que se sostendría, pero pues “no es nuestra guerra, es su guerra”, dijo encogiendo los hombros. Acá unos apuntes acerca de esos factores que chocan y algunas ideas de hacia donde puede caminar el conflicto en los meses que siguen.

1. Recordemos que se trataba de un cese al fuego en tres fases. La primera que incluía la liberación de 33 rehenes israelíes a cambio de cientos de prisioneros palestinos que estaban en cárceles en Israel, además de repliegues parciales de las fuerzas israelíes y al acceso de ayuda humanitaria a la franja, se cumplió, no sin obstáculos, pero se completó. El día 14 de la primera fase, debían iniciar las negociaciones para la fase 2 que incluiría un repliegue mayor de las fuerzas israelíes (quedó vago desde un inicio si el repliegue era total o si Israel conservaría un “colchón de seguridad”, pero eso era parte de lo que se negociaría) a cambio de la liberación del total de los rehenes en poder de Hamás y la Jihad Islámica. Otros cientos de prisioneros palestinos serían liberados por parte de Israel. La tercera era la fase final en la que se establecería un nuevo gobierno para Gaza que no incluiría a Hamás, así como la reconstrucción y estabilización de toda la situación. Por supuesto que todo ello quedaba pendiente de negociarse, pero idealmente, si el cese al fuego perduraba hasta ese punto, habría un camino para seguir adelante con esa transición.

2. Lo que sucedió en la realidad fue que la fase 1 concluyó sin que hubiesen prosperado exitosamente las negociaciones de la fase 2. Como alternativa, la administración Trump y el gobierno israelí estuvieron proponiendo algunos esquemas para extender la fase 1 haciendo un puente entre fases que dieran tiempo a las negociaciones para seguir adelante. Hamás no aceptó ninguna de esas propuestas argumentando que Israel ya se había comprometido a los principios fundamentales de la fase 2 y que, por tanto, lo que debía definirse eran los términos y detalles de esa fase (que como dije incluía entre otras cosas el repliegue israelí de Gaza).

3. Como contexto, es importante recordar que Trump está urgido de acuerdos veloces que permitan proyectar el cumplimiento de sus promesas, y que lo muestren como el “peacemaker” al que alude en su mismo discurso inaugural. En este sentido, su amigo y enviado especial para Medio Oriente, Steven Witkoff ha estado enormemente ocupado con el fin de ofrecer ideas creativas y pragmáticas para conseguir un acuerdo, cuando menos parcial, incluso si ello consistía en la liberación de un solo rehén de ciudadanía doble estadounidense-israelí. Hamás tampoco aceptó esta propuesta transitoria.

4. Así que, si miramos el plano en la superficie, podríamos concluir que la reanudación de la ofensiva israelí sobre Gaza consiste en un medio de presión a través de fuerza máxima, para conseguir que Hamás ceda en estas negociaciones para lo cual, Netanyahu obtuvo el visto bueno de Trump, asumiendo que esa fuerza conseguiría flexibilizar las posturas de Hamás.

5. Hay, sin embargo, otra serie de planos más de fondo que necesitan ser examinados. Empecemos por decir que a lo largo de estas últimas semanas, Hamás se dedicó a demostrar con alta visibilidad (a) que no está muerta ni acabada, lejos de ello, (b) que ha conseguido reclutar a decenas de miles de combatientes para sustituir a las decenas de miles que han muerto, (c) que si bien ha perdido mayormente su arsenal, conserva la capacidad para seguir luchando de forma asimétrica una guerra de guerrillas, empleando su vasta red de más de 800 km y ocho plantas subterráneas de túneles construidas debajo de la infraestructura civil de centros altamente poblados, haciendo a la aviación y ejército israelíes caer una y otra vez en la trampa política que incluye masivas bajas civiles entre la población palestina, y por último (d) que sigue en control del gobierno en Gaza a pesar de un año y medio de una guerra devastadora en su contra. La razón de fondo es que hoy no existe una alternativa al gobierno de Hamás que sea viable e implementable para el control y administración de Gaza. Por tanto, ante esa falta de alternativas, cesar las hostilidades implica que Hamás es quien llena los vacíos que se han producido.

6. En suma, si las metas expresas de Netanyahu eran la liberación de los rehenes y la destrucción de las capacidades militares y políticas de Hamás, quedó clarísimo en estas semanas que lo segundo no solo estaba lejos de conseguirse, sino que ambas metas parecían estar en contradicción. Conseguir la liberación de rehenes termina por fortalecer el mensaje y con ello la supervivencia de Hamás como cuerpo político.

7. Esto fue generando enormes presiones en Netanyahu por parte de los partidos más extremos de su coalición. Uno de ellos, el de Ben Gvir, abandonó la coalición hace semanas (y ahora, tras la reanudación de la guerra, se acaba de reincorporar). Si Netanyahu seguía delante con las negociaciones bajo las condiciones que describo, su coalición no sobreviviría a la fase 2. Por tanto, se tendría que convocar a elecciones nuevas con la probabilidad de que él perdiera el liderazgo del país de manera definitiva, con las consecuencias de encontrarse además en medio de tres procesos judiciales por cargos de corrupción.

8. Esto en pocas palabras, añade dos componentes que están fuera de las manos de Trump: primero, las posiciones más extremas en el gabinete de Netanyahu que se oponen a seguir adelante con cualquier clase de negociación y segundo, por tanto, la supervivencia de Netanyahu como líder del país. Netanyahu quiere mucho a Trump, lo sabemos. Pero se quiere mucho más a sí mismo.

9. El siguiente elemento que no puede obviarse es Hamás. Tras sus demostraciones de fuerza política de las últimas semanas, hay posturas fuertes en la organización que no solo se niegan a ceder el gobierno en Gaza, sino que se oponen a desarmarse y quizás exiliarse. Esto no incluye a toda la gama política de esa agrupación, pero por lo visto, sí incluye a la rama militar que está liderada por el hermano del ya muerto Yahya Sinwar, es decir, la rama que orquestó y ejecutó los atentados terroristas del 2023 y quien ha sostenido toda la guerra desde su inicio.

10. Para entender todo el panorama, se necesita evaluar su lógica. A partir de entrevistas y declaraciones efectuadas desde octubre del 23, además de filtraciones de cartas y mensajes varios, Hamás ha expresado con claridad que la situación en la que se encuentra Gaza es precisamente lo que ellos buscaban. Hamás deseaba, según indicaba su liderazgo, “despertar al mundo de su letargo” ante la situación palestina, reposicionar el tema, convertir el Estado Palestino en una realidad viable y para ello “generar un estado de guerra permanente” con Israel. Permanente, repito. Cuando los entrevistadores indagaban sobre el costo en decenas de miles de vidas palestinas y en destrucción que esos objetivos conllevarían, el liderazgo de Hamás respondía que “eran mártires necesarios para una causa mayor”. En una carta de Sinwar filtrada al WSJ, Sinwar incluso pedía paciencia al buró político de Hamás en Doha, pues “tenemos a los israelíes exactamente donde queríamos tenerlos”.

11. Siguiendo esa línea, los rehenes israelíes resultan fichas de negociación indispensables para Hamás. De un lado, se genera una presión psicológica y política en Israel por parte de amplios sectores de la sociedad (que según encuestas hoy suman el 70%) para efectuar concesiones a fin de liberarlos, incluso ante el costo de la potencial supervivencia de Hamás en la franja. Del otro lado, si esas concesiones no se efectúan, entonces Hamás puede justificar internamente su resistencia frente a Israel, toda vez que sus tácticas siguen produciendo un aislamiento político y diplomático de ese país que también puede eventualmente acarrear costos económicos considerables.

12. Si reintroducimos el factor Trump a esa ecuación, se dibujan escenarios complejos. Por un lado, ese presidente está urgido de acuerdos y de presentarse como el hacedor de la paz. Por otro lado, también busca proyectarse globalmente como el presidente que sí está determinado a aplicar toda la fuerza que sea necesaria a fin de conseguir que sus contrapartes cedan en lo que se necesita ceder. Por eso amenaza a Hamás con “las puertas del infierno sobre Gaza” y cosas similares, sin considerar que ya desde hace 18 meses hay una aplicación de fuerza sin precedentes sobre esa franja y que estas tácticas no han conseguido doblegar a esa organización.

13. Por tanto, asumir que Hamás efectuará automáticamente más concesiones bajo fuego masivo que las que estaba efectuando en las negociaciones, es una suposición que necesita ser repensada. A pesar de que hoy Israel cuenta con un mayor respaldo de Washington, a medida que pasen los días, crecerá la presión interna en ese país (dentro del que como ya dije, 70% favorece un cese al fuego inmediato) y externa entre países aliados, para suspender la guerra. Esta presión incluirá países mediadores como Egipto, quien contaba con que Israel abandonaría ya la frontera de Gaza con Egipto, tal y como está estipulado en el acuerdo de paz entre los dos países y a lo que Jerusalem se había comprometido. Pero también podría ocurrir que el mismo Trump se sienta frustrado por fracasar en obtener ceses al fuego para este tema y para otros como Ucrania y sea él mismo quien ejerza presión sobre Netanyahu.

14. Eventualmente, si las condiciones actuales mayormente permanecen, se tendrá que continuar con las negociaciones, lo que, independientemente de lograr otro cese al fuego temporal, si realmente se busca prosperar hacia algo permanente, quizás requerirá de efectuar mayores concesiones a Hamás de las que hoy se contempla. O bien, si Netanyahu consigue sostener el aval de Trump para seguir adelante con las hostilidades, la guerra se podría prolongar por muchos meses más bajo un esquema de combate de guerrilla, creciendo el número de bajas civiles entre la población de Gaza y por tanto el aislamiento al que se seguirá sometiendo a Israel. De ese aislamiento, a Jerusalem solo restará el salvavidas trumpiano. No obstante, vale la pena recordar que cuando Trump así lo decidió, rompiendo las convenciones al respecto y sin preguntar a Israel, autorizó que su gobierno negociara directamente con Hamás pasando por alto a Netanyahu y a todo su gabinete. Las palabras del enviado estadounidense para los rehenes hablan por sí solas: “EU no es agente de Israel ni trabaja para ese país”.

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