Justo un día antes de la segunda ronda de conversaciones directas Kiev-Moscú, Ucrania lanzó una operación contra bases aéreas muy adentro en el territorio ruso, para lo cual empleó 117 drones según Zelensky. De acuerdo con el Servicio de Seguridad Ucraniano (conocido como SBU), esta operación consiguió destruir o dañar 41 aviones militares rusos de largo alcance. Este tipo de aeronaves son empleadas usualmente para el envío de misiles en contra de infraestructura militar y civil ucraniana. El tamaño del daño es aún desconocido y es difícil confirmar si lo que afirma Kiev es preciso, pero estamos sin duda ante un golpe maestro contra Rusia sobre todo en términos tácticos, políticos y simbólicos. Estos hechos, una vez más, han logrado impactar la narrativa durante un momento crucial en las negociaciones. Hay medios como The Economist que hablan de que el ataque “reescribe las reglas de la guerra”. En muchos sentidos esto es correcto. Sin embargo, es importante calibrar adecuadamente la dimensión de un ataque así, dado que esta es esencialmente una guerra que se está librando por tierra. Ucrania ha desarrollado enormes capacidades en cuanto a sus drones, pero también Moscú, y en esa competencia, los drones de Kiev no han conseguido detener los muy lentos pero firmes avances rusos. Por tanto, no podemos asumir que este último ataque ucraniano por impactante que sea, conseguirá alterar los cálculos de Putin, sobre todo si hacemos una revisión más profunda de la historia de esta guerra. Acá unos apuntes al respecto.
1. La operación ucraniana es relevante en muchos sentidos. Primero, porque logra demostrar una vez más cuán vulnerable puede ser Rusia, lo que ha ocurrido varias veces en distintos momentos a lo largo de esta guerra. Segundo, porque nuevamente exhibe el poder de los drones y cómo es que este tipo de armamento de bajo costo puede ser tan eficaz en las guerras actuales. Tercero, porque independientemente de que se confirme la dimensión del daño, el hecho de haber atacado tan adentro en territorio ruso, generará sin duda algún efecto—no sabemos de qué tamaño—sobre la capacidad de largo alcance de Rusia para seguir golpeando a la infraestructura ucraniana desde esas distancias. Cuarto, y, sobre todo, por el efecto psicológico, simbólico, político y narrativo que una operación así está logrando de manera inmediata. Me concentro en esto último.
2. Como ha sucedido incontables veces, Ucrania consigue sorprender no solo a Rusia sino al mundo entero. Gracias a esta operación, toda clase de medios realzan las destrezas de las fuerzas especiales de Kiev, la capacidad ucraniana de adaptarse a las nuevas dinámicas de la guerra, y, por tanto, retoman el relato de la resistencia. Al final, Kiev ha conseguido resistir una y otra vez contra un enemigo mucho más poderoso. El golpe político en contra de Moscú es muy fuerte. A pesar de intentar minimizar las pérdidas rusas, las críticas internas por parte de distintas voces y blogueros militares, no se han hecho esperar. Estos temas afectarán sin duda también la propia narrativa de Putin de invencibilidad.
3. Sin embargo, estos vuelcos narrativos en ciertos momentos de los últimos tres años, han incluso levantado las expectativas sobre Ucrania. Hemos documentado ampliamente cómo llega a prevalecer en Occidente, tras hechos específicos—como por ejemplo las ofensivas ucranianas de septiembre del 22 que consiguieron recuperar una buena parte del territorio que Rusia había conquistado, o bien, la ofensiva ucraniana sobre Kursk, territorio ruo, el año pasado—una sensación de que al final del camino, Ucrania no solo podrá conservar su territorio, sino que logrará hacer que Rusia se repliegue y le devuelva lo que invadió, Crimea incluida. El problema es que esas expectativas han tenido efectos políticos entre distintas audiencias, y cuando esas expectativas no se cumplen con la velocidad que los tiempos políticos requieren, se produce un efecto pendular: de la esperanza a la desilusión, impactando en una narrativa que habla ahora sobre la inminencia de la derrota ucraniana y, por tanto, la inevitabilidad de sentarse a negociar con Putin bajo sus términos.
4. Es por ello que es indispensable sopesar adecuadamente hechos como los de ayer, dimensionar adecuadamente los posibles impactos, regresar a lo que está pasando en los más importantes frentes de la guerra, y comprender justamente que una guerra larga es muy fluida. En ella ocurren victorias tácticas de los dos lados todo el tiempo, y suceden demostraciones, como ahora mismo, de la capacidad de adaptación que los ejércitos van logrando conforme el tiempo pasa.
5. En este caso, hay que observar primero la forma como Putin decidirá responder. Hasta ahora, cada vez que Moscú ha sufrido derrotas que estima como importantes, su respuesta ha sido escalatoria, lo que ha incluidos desde movilizaciones masivas y elevar las campañas de drones y misiles contra ciudades ucranianas, hasta explotar la guerra de nervios elevando la retórica nuclear. Este tipo de acciones buscan activar una contra narrativa, haciendo penetrar la idea de que “a una superpotencia como Rusia no se le puede derrotar”.
6. Pero más allá de las guerras de nervios y de narrativas, en el territorio de las hostilidades, lo más importante es entender que esta es una guerra esencialmente terrestre, peleada palmo a palmo entre trincheras, rondas de artillería y campos minados. Los drones ucranianos han jugado un rol central para detener los muy lentos avances rusos, pero ya desde hace muchos meses, no han conseguido parar completamente el progreso de Moscú. Esto último sigue y, por lo que hoy se aprecia, podría seguir ocurriendo ante las nuevas ofensivas que Rusia ya está dibujando.
7. De manera paralela, buscando golpear la moral ucraniana y desgastar a su sociedad, Rusia se ha mantenido lanzando ataques con misiles y drones contra ciudades ucranianas. En este rubro es en el que quizás pueda haber algunas afectaciones, aunque, conociendo a Putin, lo primero que Rusia hará será demostrar que no es así, y que seguirá lanzando estos ataques cada vez que lo desee.
8. En suma, no parece que lo ocurrido el domingo sea suficiente como para alterar los cálculos de largo plazo de Putin y, por tanto, orillarle a negociar de forma distinta a como ya lo tenía planeado. Es decir, como lo vimos acá mismo el sábado pasado, un cese al fuego temporal siempre es posible y con ello Putin enviaría a Trump el mensaje de que está negociando seriamente. Pero si el presidente ruso opta por aceptar dicho cese al fuego, será esencialmente por sus cálculos respecto a Trump, no por lo sucedido con el ataque ucraniano de ayer. O bien, quizás precisamente para impulsar su propia contra narrativa, esta operación ucraniana podría simplemente endurecer la postura rusa.
Lo estaremos observando.
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