Todos los años tiene lugar la reunión de alto nivel en la Asamblea General de Naciones Unidas. Pero este no es un año cualquiera. Además de las dos guerras mayores y los múltiples conflictos armados activos en el mundo (140 según el IISS), 2025 ha sido un año en el que las guerras comerciales y tecnológicas constituyen apenas el telón de fondo de disrupciones a las cadenas de suministro, cortes de cables submarinos y otras formas de guerra híbrida que recuerdan a muchos que, al final, este mundo sí resulta más anárquico de lo que pensábamos. Así, más allá de la relevancia de la cuestión del Estado Palestino —que será central en la agenda—, o de otros temas que se abordarán en estos días, lo que realmente está en juego (no solo esta semana, sino en la época que vivimos) es la capacidad de instituciones internacionales como la ONU para seguir siendo relevantes como mecanismos para procesar y resolver conflictos entre sus estados miembros. Hoy escribo unos apuntes sobre estos temas:
El tema palestino y la guerra en Medio Oriente
1. Sin duda, la agenda estará en gran medida marcada por la situación palestina y la guerra en Gaza. De entrada, Washington negó la visa a la delegación palestina encabezada por el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmoud Abbas, quien se prevé participe de manera remota. Más allá de ello, la ocasión está siendo aprovechada por distintos países para fijar un posicionamiento firme tanto sobre lo que ocurre hoy como sobre los posibles caminos de resolución.
2. Recordar que la ONU ya reconoce a Palestina como Estado no miembro observador (con el mismo estatus que el Vaticano) y que hasta hace poco más de 140 países lo habían reconocido formalmente. Sin embargo, solo el Consejo de Seguridad—donde cinco potencias tienen poder de veto—puede otorgarle la membresía plena. Lo relevante ahora no es solo que un número creciente de países estén otorgando su reconocimiento formal a Palestina en estos meses y días, sino que muchos de ellos son aliados cercanos de Estados Unidos e Israel. Algunos, de hecho, son importantes proveedores de armamento o han participado directamente en la defensa israelí frente a ataques con misiles y drones lanzados por Irán. Entre ellos destacan Francia y Reino Unido, ambos miembros permanentes del Consejo de Seguridad.
3. La decisión de esta serie de países de otorgar su reconocimiento a Palestina no tendrá consecuencias materiales en lo inmediato, especialmente mientras Israel siga contando con el respaldo de Washington y siga en control físico del territorio, cielos, mares y fronteras de Cisjordania y Gaza. Pero la medida es considerada, en teoría como una forma para ejercer presión diplomática sobre Israel, un país cada vez más aislado en el plano internacional, y especialmente sobre Netanyahu y su coalición, a fin de inducir cambios en sus políticas respecto a la guerra en Gaza y respecto al control de Cisjordania. Esto se produce en paralelo a las reuniones que también tendrán lugar estos días, promovidas por Francia y Arabia Saudita, a fin de generar un amplio respaldo para la solución de Dos Estados para Dos Pueblos, la fórmula que hasta ahora ha servido de base para pensar en un futuro para resolver este conflicto de manera definitiva.
4. Todos esos actores han buscado matizar sus posturas, insistiendo en que Hamás debe devolver a los rehenes secuestrados, debe desarmarse y no debe formar parte del gobierno palestino que ahora está recibiendo este reconocimiento y respaldo global. La lógica diría que estas medidas de presión, especialmente excluyendo a Hamás de la escena, debería funcionar para producir mejores condiciones para poner fin a la guerra y para promover o detonar un proceso de negociaciones que resulte en lo planteado.
5. La realidad, sin embargo, muestra un panorama distinto. En la medida en que Netanyahu percibe que cuenta con el respaldo de Trump y en la medida en que las decisiones de ese primer ministro están sujetas al respaldo político de su coalición—muy cargada a la extrema derecha y a posiciones ultranacionalistas—las respuestas que estamos viendo en lo material, lejos de parecer ceder ante la presión diplomática producida, más bien están radicalizando a los actores. Los ministros más extremistas del gabinete israelí están demandando anexar formalmente toda Cisjordania, lo que alejaría aún más la creación del Estado Palestino. Esto, sumado por supuesto, a la intensificación de las operaciones israelíes en Gaza que podrían bien terminar en la conquista definitiva de la capital y una permanencia indefinida del ejército israelí en la franja.
6. No se espera, por ahora, que Trump retire su respaldo a Israel. Esto implica que la dinámica de acción-reacción en el terreno político y diplomático internacional continuará, reforzando un ciclo en el que Israel y su sociedad se verán cada vez más aislados—con consecuencias económicas cada vez mayores—mientras el gobierno de ese país responde con posturas cada vez más radicales. Ese ciclo solo podría romperse si cambian algunas variables: por ejemplo, que Washington adopte una postura distinta o que la política interna israelí conduzca a elecciones que arrojen un resultado diferente.
7. Por último, también hay que considerar que el conflicto en Medio Oriente no se limita al tema de Gaza o a Israel-Palestina. Así, en estos días escucharemos Irán y a otros países hablar de sus propios asuntos pendientes con Israel y EU, o temas relacionados con la proliferación nuclear en la región, o bien, la postura cada vez más empoderada de Israel actuando en la zona sin restricciones. No obstante, lo que señalo arriba también aplica para esta otra temática. Mientras Trump se mantenga sosteniendo la espalda de Netanyahu, incluso si a momentos se frustra o emite alguna declaración negativa en su contra, la realidad es que el gobierno que él encabeza termina percibiendo que puede continuar actuando sin límites para garantizar lo que estima como sus intereses de seguridad para toda la región.
Otros temas
1. Esta semana también escucharemos discursos y reuniones centradas en Ucrania, Rusia y la OTAN. El tema está marcado no solo por la incapacidad de los mecanismos multilaterales para resolver una guerra frontal que ya supera los tres años, y por la ocupación rusa desde 2014 de territorios como Crimea que la ONU y sus miembros no reconocen como propios de Rusia, sino también por la imposibilidad de que actores que operan de manera separada—como el propio Trump—logren gestionar siquiera un alto al fuego temporal.
2. Será interesante el esfuerzo de Zelensky para intentar recuperar atención, dado que como se ha visto a lo largo de dos años, cada vez que la guerra en Medio Oriente acapara los reflectores, la guerra en Ucrania recibe menos espacio no solo en medios, sino también a nivel diplomático.
3. Además de eso escucharemos a Polonia, entre muchos más miembros de la OTAN, externando la preocupación por las incursiones rusas a sus espacios aéreos lo que pone a prueba la unidad de la alianza atlántica y su capacidad de respuesta ante estos embates. También por supuesto escucharemos al ministro exterior ruso defendiendo sus posturas.
4. Habrá también discursos relativos a otra serie de crisis como la de Sudán, el Congo, el Sahel o temas latinoamericanos como Venezuela y los ataques estadounidenses para destruir embarcaciones que han zarpado de ese país. Pero más allá de esos discursos no se espera que demasiado tiempo sea destinado a esos asuntos.
5. Sí habrá una reunión especial para hablar acerca del cambio climático y las medidas que los países están tomando para combatirle. Pero nuevamente, estos temas son difíciles de abordar dada la actual posición de EU, la mayor economía del planeta, bajo la administración Trump.
6. También estaremos pendientes de la participación de países como México o Canadá frente a la realidad mundial que hoy se vive, o bien, la participación de China reiterando su visión multipolar del mundo y abordando los muchos temas que le enfrentan con EU y sus aliados, como lo es la actual guerra comercial y tecnológica.
En fin, será sin duda una semana cargada de discursos y diplomacia, con una agenda fuertemente dominada por la cuestión palestina y la guerra en Gaza, y en segundo plano, por la guerra en Ucrania. Esta coyuntura tan intensa, sin embargo, parece dejar poco espacio para abordar los temas de fondo: la creciente desconfianza de los estados miembros hacia la ONU como institución capaz de prevenir y resolver conflictos de manera pacífica. Lo estaremos observando y lo comentaremos en futuras entregas.
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