El representante de comercio de EU solo supo que Trump había dado una dramática vuelta en U con los aranceles que había impuesto a decenas de países, mientras estaba ante un comité del Congreso justamente defendiendo esos aranceles, según reportó el NYT. De hecho, tras el cambio de opinión de Trump posteado en su red social, su equipo se vio obligado a “presentar la situación como una jugada cuidadosamente calculada, parte de una estrategia magistral al estilo del libro más famoso del presidente, El arte de negociar”. Pero no, la vuelta en U no formaba parte de un plan. Para ser claros, personas del equipo de Trump como Bessent o Peter Navarro, habían sugerido una estrategia mucho más paulatina y estructurada, que realmente tuviera el impacto transformacional que ellos desean obtener. La gran pregunta es si Trump realmente deseaba un impacto transformacional en lo económico, o si estaba pensando mucho más en cuestiones de poder y negociación inmediata. Pero más allá de eso, hay que considerar que paralelamente, está ahí la escalada de la guerra comercial con China, la cual persiste. Y al mismo tiempo hay muchos otros temas en la mesa como los bombardeos masivos contra los houthies, aliados de Irán con quien inician las negociaciones hoy mismo, así como otras negociaciones para la guerra en Gaza o la guerra en Ucrania. ¿Es realmente posible detectar algún estilo en Trump? ¿Es posible eventualmente llegar a conocerlo de verdad? ¿Qué nos dice el pasado y qué nos dice el presente del cual seguimos aprendiendo? Unas notas al respecto

1. Todo parte de un diagnóstico negro de su país tanto a nivel interno como externo. Vivimos en mundo en donde “se ha perdido el respeto a EU”, en el que los actores “se aprovechan y sacan ventaja” de la superpotencia, y en el que se ha negociado tratos injustos y desfavorables para Washington.

2. La meta central de Trump, por tanto, es mucho menos material que simbólica y política. De lo que se trata es restaurar el nombre y el respeto hacia la superpotencia, y solo a partir de esa restauración, negociar términos que él percibe como favorables.

3. Para ello, Trump emplea la amenaza, la fuerza y la presión máxima. Lo mismo en ámbitos como el comercial, que el militar, el político o el diplomático. Para ese presidente, negociar con una contraparte usualmente implica primero colocarla contra la pared aplicando todo el poder de la superpotencia y bajo amenazas que sean consideradas creíbles.

4. Para que las amenazas sean creíbles, Trump necesita mostrar que está determinado a aplicar la fuerza que ha prometido aplicar, a pesar de los costos que la superpotencia tenga que pagar. Esto va desde aspectos que vimos en su gestión pasada como “bombardear a ISIS hasta el infierno” (usando por ejemplo la MOAB o Madre de Todas las Bombas en esos bombardeos), o abandonar múltiples tratados o acuerdos como el acuerdo nuclear con Irán, o incluso asesinar al General Soleimani, entonces el segundo hombre más importante en ese país, o bien, asuntos que podemos observar durante su actual gestión como lanzar bombardeos masivos contra los houthies o incluso anunciar y aplicar el retiro del respaldo estadounidense a Ucrania en armamento y en cooperación de inteligencia.

5. La imposición masiva de aranceles por todo el planeta, aplicables a socios y rivales por igual, forma parte del esquema que señalo, puesto que, aunque se trata de asuntos que se encuentran en el ámbito económico, no en el militar, son componentes centrales de la restauración del respeto, el poder y la revaloración de la forma como los otros países tratan a EU.

6. Dicho todo lo anterior, la aplicación de fuerza máxima por parte de Trump frecuentemente se termina limitando. Trump no tiene una inclinación por sostener conflictos por demasiado tiempo. Efectivamente en su gestión previa, él ordena bombardeos contra Assad, el entonces presidente sirio, u ordena asesinar al general iraní Soleimani, pero velozmente busca replegarse y evitar un conflicto prolongado. Por ejemplo, ante la represalia de Irán contra bases en Irak que alojaban a soldados estadounidenses, declara que, como “no hubo heridos”, el asunto se consideraba concluido. Días después se supo que sí hubo heridos entre tropas de EU, pero Trump nunca retomó el tema. Irán, de hecho, no había cedido ni un pelo ante sus tácticas de presión máxima, y Trump prefirió mantener la lucha en el ámbito de las sanciones.

7. Es decir, no es que sea un presidente que solo “alardea” acerca del uso de la fuerza. Sí la usa. Pero lo que vemos como patrón usual, son tácticas de ataque y repliegue, especialmente (a) si esos ataques producen la percepción de que él está cumpliendo con algo que prometió, (b) si él percibe que sus acciones generan cierto impacto en la conducta de sus contrapartes y/o (c) si él puede encuadrar los hechos como una victoria moderadamente presentable ante sus audiencias interna y externa.

8. En caso de que no se cumplan esas condiciones, Trump busca demostrar que sí está dispuesto a escalar, algo como lo que está pasando con China ahora mismo. Pero solo hasta que su instinto detecte la posibilidad de llegar a un acuerdo.

9. Al final, su inclinación por presentarse como el “hacedor de acuerdos”, prevalece sobre cualquier otra cosa. Trump siempre está buscando acuerdos. Otros en su círculo, probablemente buscan otras cosas como la “transformación de la economía estadounidense”, o “el retorno de las manufacturas a EU”, o incluso “disuadir a China de una confrontación en el Pacífico” o cosas similares. Pero Trump, quien termina tomando las decisiones, más bien busca producir condiciones o acuerdos que él pueda presentar como más favorables que los que antes existían. Piense en el Canal de Panamá. Hemos pasado ya de las declaraciones acerca de que “EU podría tomar el Canal de Panamá” por la fuerza si es necesario, a una considerable moderación: “Juntos, recuperaremos el Canal de Panamá de la influencia china” como lo enunció el secretario de defensa hace unos días. La mesura en sus demandas, tras la aplicación de la fuerza o amenaza del uso de la fuerza, es completamente usual en su mundo.

10. Para lograr todo lo anterior, Trump está dispuesto a negociar con el mismo diablo, si eso se requiere para evitar el infierno (tomando prestado el título de un texto de IFIT). No importa si se trata de grupos designados como terroristas por parte de su propio país o administración, o actores que él considera enemigos intratables. Su necesidad de producir acuerdos para favorecer lo que él estima como sus intereses, es la brújula que determina con quién y cuándo se negocia. Directamente. Esto puede implicar conversaciones directas entre Washington y los talibanes en medio de una campaña de atentados terroristas de éstos en contra de civiles afganos y occidentales, conversaciones con Kim Jong-un, el líder norcoreano, conversaciones directas con Hamás o conversaciones directas con Irán ahora mismo, sin importar el desagrado de aliados como Israel en estos dos últimos casos. La realidad es que a un personaje como Trump nadie le puede decir con quién o cuándo se negocia.

11. Al final del camino, sin embargo, Trump no toma decisiones con criterios técnicos, sino políticos y, por tanto, sus resultados no están en el universo de lo técnico (como las cifras, los datos o la evidencia), sino en el mundo inmaterial en donde se halla el “nombre”, el “respecto”, los mensajes, la percepción y la comunicación de la victoria que sacará a su país del declive y le encaminará a una “nueva era de oro”. Así que, al margen de la realidad evidenciable, parece haber otras realidades narradas que necesitan ajustarse a esa versión de la historia. Lo mismo para hablar de que “no hubo heridos” tras una represalia iraní, o que “Corea del Norte había dejado de ser una amenaza”, o que “ya había eliminado al terrorismo de la faz de la tierra”, que para demostrar que su guerra comercial actual está “haciendo a EU grande otra vez”.

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