Israel tomó la decisión, hace unos días, de lanzar un ataque en Qatar contra la dirigencia política de Hamás. Hasta ahora sabemos que varias personas murieron y otras resultaron heridas, pero se desconoce si entre ellas había algún integrante del alto nivel del buró político de la organización. Hamás niega que el ataque haya logrado su objetivo, mientras que Israel ha tardado en dar a conocer los resultados de sus investigaciones. Lo que sí está claro es que el operativo, llevado a cabo a escasos kilómetros de la base militar más importante de Washington en la región, no solo ha generado condenas internacionales y una indignación en el emirato difícil de describir —así como en otros países de la zona—, sino también niveles de tensión entre Estados Unidos e Israel que no habíamos visto en la administración Trump. Según los reportes, el propio Trump se enteró del ataque cuando ya era imposible detenerlo. ¿Qué buscaba Netanyahu con esta medida? ¿Qué repercusiones podría tener? ¿Qué balance estratégico es posible hacer? Algunas notas al respecto.
1. Es importante recordar que Hamás está conformado por distintas ramas. Hasta antes de la actual guerra, en Gaza operaban tanto su ala militar como un ala político-administrativa local, encargada de las funciones de gobierno en la franja. A esto se suma el buró político, la máxima instancia de dirección de la organización, que estuvo basado en Siria hasta que la guerra civil en ese país lo enfrentó con el presidente Assad. Desde 2012, Qatar ofreció refugio a ese buró político, que desde entonces opera desde ese emirato.
2. Lo segundo que conviene entender —y que hemos explicado en este espacio desde hace años— es que Qatar no solo posee una enorme riqueza y abundancia de recursos, sino también una altísima proyección geopolítica regional y global. Es un aliado estratégico de Estados Unidos desde hace mucho tiempo, y en su territorio se ubica una base militar de enorme importancia para Washington. Basta ver un mapa para comprender por qué: desde ahí se vigila el tránsito de casi una cuarta parte del petróleo que se comercia en el mundo. Fue también desde esa base que se lanzó, por ejemplo, el último bombardeo contra instalaciones nucleares iraníes. Además, Qatar es un proveedor crucial de petróleo y gas, particularmente en estos momentos en que las sanciones contra Rusia han hecho que los aliados de EU dependan aún más de esa fuente de energía. No es casual, por tanto, que hace unos años el emirato recibiera de Washington el nombramiento de Aliado Mayor No-miembro de la OTAN, la designación más alta posible para un país que no forma parte de la alianza atlántica.
3. No obstante lo anterior, y muy consciente de su poder —tanto duro como suave—, Qatar decidió desde hace años competir con otros países de la región, en especial con Arabia Saudita, para ganar espacios de influencia en toda la zona. Aprovechando el ascenso de los movimientos islamistas tras la Primavera Árabe, invirtió en ellos, desde Túnez y Egipto hasta Siria, y justamente ofreció refugio a Hamás —una organización con raíces en la Hermandad Musulmana— como parte de esa estrategia. Aunque esto lo enfrentaba con Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos e incluso con Washington, Qatar sabía que su valor estratégico le daba margen para maniobrar de esa manera y mucho más. Un ejemplo claro: Qatar mantiene relaciones cercanas con Rusia, China e Irán, entre otros adversarios de EU.
4. En paralelo, y buscando reemplazar a Irán, Qatar se convirtió en esos mismos años en una de las principales fuentes de financiamiento de Hamás en Gaza. Hay que subrayar que esto no ocurría a espaldas de Netanyahu. Desde la perspectiva de ese primer ministro, los recursos que llegaban a Hamás le permitían gobernar y, en cierta medida, mantenerse dentro de una esfera relativamente moderada, además de mantener divididas a las facciones palestinas. Este tema ha dado pie a una investigación en curso en Israel (conocida como Qatargate), que por ahora apunta hacia algunos de los aliados más cercanos al propio Netanyahu. Habrá que esperar los resultados, pero todo indica que ese es uno de los factores internos que motiva el bombardeo tal como lo explico abajo.
5. Dicho lo anterior, hasta ahora Israel no había atacado a la dirigencia de Hamás en Qatar. Incluso cuando asesinó al entonces líder de la agrupación, Ismail Haniyeh, lo hizo durante un viaje a Irán para la toma de posesión presidencial en ese país, aprovechando justamente que no se encontraba en Doha. La razón de fondo era doble: por un lado, la oposición de Washington a que se perpetrara un ataque de ese calibre en un país aliado; por otro, el riesgo de fractura con los países árabes moderados con los que Jerusalem mantiene buenas relaciones. A ello se suma que, desde el inicio de la guerra, Qatar se convirtió en uno de los dos mediadores principales, logrando hasta ahora dos ceses al fuego y la liberación de cientos de rehenes.
6. Con el paso del tiempo, sin embargo, las cosas cambiaron para Netanyahu. Para entender por qué cruzó esta línea roja, hay que mirar tanto factores internos como externos.
a. En el plano interno, como hemos señalado en este espacio, el primer ministro enfrenta el riesgo de perder su coalición de gobierno si suaviza sus posiciones o si acuerda un cese al fuego que no pueda presentar como una “victoria total”, en los términos que él mismo ha definido. Esto lo ha llevado a intensificar la operación en Gaza, incluso en contra de la opinión de la cúpula militar, que se oponía a la invasión masiva de la ciudad y —por lo que sabemos— también al bombardeo en Qatar. Bajo la presión de los partidos más extremos, Netanyahu teme el colapso de su gobierno y elecciones anticipadas cuyo resultado es incierto, todo esto mientras enfrenta tres procesos judiciales por corrupción. Y a ello se suma el llamado Qatargate: en este contexto, el ataque contra el emirato le sirve también para marcar distancia de Doha y reforzar, al menos en el terreno político, su defensa frente a ese caso
b. En el plano internacional, Israel busca proyectar no solo la capacidad de su inteligencia, sino también la determinación de emplear la fuerza contra sus enemigos, sin importar dónde se encuentren, aun si esto provoca tensiones con Washington y sus aliados. En última instancia, se trata de restablecer la ecuación disuasiva que quedó profundamente dañada en 2023, cuando la inteligencia israelí no logró anticipar los ataques del 7 de octubre y las fuerzas de seguridad fueron incapaces de proteger sus fronteras y a su población.
c. Si bien, ese restablecimiento de la disuasión es lo que Israel lleva haciendo ya casi por dos años, ahora mismo hay que tener en cuenta que, a pesar de sus muchos éxitos en la zona, su victoria total contra Hamás no ha llegado. Si Hezbollah no pudo resistir más de algunas semanas e Irán tan solo por doce días, Hamás lleva 23 meses resistiendo y sin ceder ante las demandas de rendición total que Netanyahu ha efectuado. Solo desde esta lógica, atacar a la dirigencia de la agrupación, incluso si ésta estaba refugiada en un país aliado de EU, tiene sentido pues representa una escalada que ese primer ministro estima necesaria.
7. Dicho todo lo anterior, acá Netanyahu pudo haber incurrido en varios errores de cálculo.
a. Primero, porque desconocemos si el ataque fue eficaz en eliminar a la dirigencia de Hamás, y por lo que hasta ahora sabemos, hay dudas al respecto.
b. Segundo, porque este ataque tensó las relaciones Netanyahu-Trump al grado de recibir serias críticas de su parte (“Esto no ayuda a avanzar los intereses de Israel ni de nadie”, dijo) y al grado de asegurar a Qatar que el emirato no será atacado de nuevo, lo que disminuye las probabilidades de un nuevo ataque israelí en caso de que el liderazgo de Hamás hubiese sobrevivido.
c. Tercero, porque las negociaciones de cese al fuego colapsan sin un futuro cercano a la vista, en un momento muy complicado de la guerra. Si la dirigencia de Hamás efectivamente murió, se ha roto la comunicación con esa agrupación, y probablemente ha endurecido la postura de los comandos militares que operan en Gaza, sin mencionar que cualquier negociación con dichos comandos parece imposible bajo las condiciones de guerra que se viven en la franja. Y si la dirigencia sobrevivió, ahora mismo su posición negociadora será incluso más dura. Por tanto, la única alternativa que resta para Netanyahu es prolongar la guerra hasta la “victoria total”, algo que sus propios militares consideran poco viable en un contexto de guerrilla urbana y subterránea. Esto no significa que Israel no pueda conquistar la ciudad de Gaza o la franja entera si se dispone a ello. Sino que ello difícilmente pondrá fin a la resistencia de guerrilla por parte de Hamás y por supuesto, pondrá en peligro a los pocos rehenes que aún permanecen con vida.
d. Por último, este bombardeo genera acusaciones globales contra Israel por violar el derecho internacional y lo deja aún más aislado en el plano diplomático. Pero, sobre todo, choca de frente con las promesas de Trump, pese a que Israel actúa de forma muy similar a la de Estados Unidos cuando combate a una organización que Washington también clasifica como terrorista. El punto es que Trump se había comprometido a liberar a los rehenes, a negociar “la paz” y a expandir los Acuerdos de Abraham. Lo relevante aquí no es solo que todo apunta a que ocurrirá lo contrario, sino que, además, deja muy mal parado al presidente estadounidense en su esfuerzo por proyectarse como un mandatario que cumple—algo que, en el fondo, es central para su personaje político.
Daremos seguimiento a todo lo anterior y lo estaremos comentando por acá.
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