El 30 de abril, Pakistán declaró que tenía “inteligencia creíble” que sugería que India planeaba acción militar en las siguientes 24 a 36 horas. Hasta el momento de este escrito no ha habido una escalada mayor, pero las tensiones entre ambos están escalando velozmente. Esta semana hubo intercambio de fuego fronterizo prácticamente todos los días. El episodio inició el 22 de abril con un atentado terrorista en la zona de Cachemira administrada por la India, el cual causó 26 civiles muertos (la mayor parte de ellos, turistas de religión hindú), además de 17 heridos. India acusa a Pakistán de estar detrás del grupo militante que inicialmente reivindicó el atentado, el Frente de Resistencia, dado que, según autoridades indias este grupo forma parte de una red—Lashkar-e-Taiba--apoyada por Islamabad. Pakistán niega cualquier responsabilidad en el ataque y llama a una investigación independiente para deslindar responsabilidades. El problema es que una combinación de factores internos, tanto en India como en Pakistán, están impulsando una lógica de acción-reacción que, si bien intentará mantenerse dentro de rangos controlados, sí podría, bajo ciertos escenarios, detonar un conflicto mayor entre ambas potencias. Entendiendo el riesgo, hay países como Irán y Arabia Saudita que están buscando mediar para desescalar. Al análisis, además, hay que incorporar el factor China, y el factor Trump, entre otros elementos. Por la importancia del tema y considerando que se trata de dos potencias con capacidad nuclear, hoy compartimos algunas notas al respecto.
1. Sin entrar a fondo en la historia, solo comprender que Cachemira es un territorio musulmán que India y Pakistán disputan desde 1947 tras su independencia del Imperio Británico. Actualmente India controla más de la mitad de Cachemira, Pakistán controla un 30% aproximado, (y China controla un 15%). Como ambos, India y Pakistán, reclaman Cachemira en su totalidad, han librado varias guerras por esa región y mantienen una fuerte presencia militar en la zona, especialmente en la denominada “Línea de Control” que la divide. El ataque del 22 de abril de este año, ha renovado el foco sobre esta disputa.
2. Dicho ataque contra turistas hindúes en la zona de Cachemira controlada por India, fue inicialmente reivindicado por el grupo autodenominado Frente de Resistencia. Este grupo señaló que el acto cometido fue una respuesta al envío de 85 mil “extranjeros” a Cachemira, dado que ello era un “intento” por alterar la demografía local. Se trata de una agrupación que India acusa de pertenecer a la red Lakshar-e-Taiba, la cual ha cometido una serie de atentados contra personas no locales en Cachemira (a quienes llama “extranjeros”). El ataque del 22 de abril, no obstante, es el más letal contra civiles de los que se han perpetrado en la zona. No obstante, unos días después, el Frente de Resistencia desmintió la reivindicación del acto, acusando a la inteligencia india de haber hackeado sus comunicaciones.
3. Aún tras ese desmentido, India acusa a Pakistán de estar tras este atentado. Impulsada por una enorme presión interna, Nueva Delhi ha decidido escalar. India suspendió el Tratado de Aguas del Indo—el cual regula el flujo compartido de las aguas de dicho río—(lo cual podría resultar en acciones interpretadas por Pakistán como “actos de guerra”), además de expulsar a diplomáticos pakistaníes y cancelar visas especiales. Mientras tanto, Pakistán respondió cerrando su espacio aéreo a aerolíneas indias, cortando todo comercio bilateral (incluso indirecto) y anulando visas para ciudadanos indios, salvo para peregrinos sijs. India también identificó a cuatro presuntos responsables del ataque, dos paquistaníes y dos cachemires, vinculados a Lashkar-e-Taiba, uno de los cuales, según Nueva Delhi, habría pertenecido a los servicios de seguridad de Pakistán (Rane, 2025). Además, Aunque Nueva Delhi responsabiliza a Pakistán por el atentado, el gobierno también ha dirigido su respuesta hacia los musulmanes dentro del país, con detenciones masivas, demoliciones de viviendas y una narrativa oficial que los vincula con migrantes ilegales.
4. Antecedentes recientes. En los últimos años, hemos visto escalar las disputas fronterizas entre India y Pakistán tanto en 2016 como en 2019. En este último caso, India había revocado la autonomía especial de Cachemira, lo que generó amplias protestas en Pakistán. Días después, tuvo lugar un ataque suicida en la zona de Cachemira administrada por India que mató a 40 paramilitares indios, el cual fue atribuido a un grupo islamista con base en Pakistán. En respuesta, India lanzó un ataque aéreo en territorio pakistaní, y Pakistán derribó un avión indio, capturando a su piloto. Todo esto ocasionó que India y Pakistán estuviesen al borde de una guerra de mayor nivel. Al final, ambas naciones optaron por negociar y desescalar la situación. Es importante notar, sin embargo, que las negociaciones ocurrieron a través de canales informales, no a través de diplomacia abierta, permitiendo así que cada gobierno emitiera declaraciones dirigidas a sus audiencias internas acerca de su postura firme ante el rival.
5. Esto nos lleva al rol que esas audiencias internas están jugando en el momento actual. Es importante recordar que en ambos países hay un importante nacionalismo. En el caso de India, el gobierno de Modi ha empleado el nacionalismo hindú con una intensidad pocas veces vista, especialmente en contra de la población musulmana en el país, lo que en este momento se activa de manera particular. Pero también en Pakistán el nacionalismo tiende a relucir en momentos como el que se está viviendo ahora mismo. Así, habiendo atribuido el ataque del último 22 de abril a Pakistán, y considerando la dimensión del ataque—el más letal ocurrido contra civiles en la zona—Nueva Delhi se auto obliga a satisfacer a su público interno respondiendo con firmeza. Al mismo tiempo, y al negar cualquier involucramiento en el mismo, Islamabad acusa a India de querer detonar un nuevo conflicto por motivos políticos, lo que naturalmente le obliga a responder ante cualquier agresión.
6. De manera que los intercambios fronterizos que estamos observando no parecen ser sino el inicio que podría activar un escalamiento mayor entre ambas potencias. Ambos países consideran que tienen factores a su favor para escalar. India tiene un ejército más grande, una mayor economía que, en lo general, puede soportar los riesgos de una escalada y sobre todo, está dispuesta a mostrar determinación para pagar los costos de una posible confrontación. Pero también Pakistán cuenta con capacidades y disposición a absorber una potencial espiral de violencia, como lo mostró en 2019.
7. El intento por mantener un conflicto limitado. Aún considerando lo anterior, según la mayor parte de análisis, se espera que ambos busquen limitar el conflicto dentro de rangos controlables (ver CFR, 2025; The Australian, 2025; ó Rane, 2025). India podría buscar lanzar una operación de represalia mediante ataques aéreos o quizás incluso terrestres, pero puntualmente dirigidos en contra de grupos militantes en la zona de Cachemira controlada por Pakistán. Si esto ocurre, y especialmente dado que Pakistán se mantiene negando cualquier involucramiento en el ataque terrorista del 22 de abril, Islamabad se verá presionada a responder, pero se espera que también lo haga de manera limitada.
8. El tema del río. Como dijimos, Nueva Delhi anunció la suspensión del Tratado de Aguas del Indo de 1960. En respuesta, Pakistán declaró que cualquier intento de desviar el flujo del río Indo sería considerado un "acto de guerra" y suspendió el comercio bilateral con India, así como su participación en el Acuerdo de Simla de 1972, que puso fin formalmente a la guerra de 1971 entre ambos países. El uso del agua como una herramienta de presión ya comenzó a ocurrir. El 26 de abril, Pakistán informó que India había liberado agua de una represa sin previo aviso, lo que aumentó un aumento en el caudal del río Jhelum, uno de los principales afluentes del Indo. Islamabad tuvo que emitir alertas de posibles inundaciones. El tema principal es que al anunciar que este tipo de acciones podrían ser consideradas como actos de guerra por parte de Pakistán, se produce aún más presión en Islamabad para responder ante los hechos.
9. El factor internacional. Intentando resumir el contexto, es importante considerar que Pakistán se ha venido alejando de EU en los últimos años disminuyendo paulatinamente su cooperación con Washington, mientras que paralelamente ha incrementado sus lazos con China, una potencia que tiene importantes inversiones e intereses en ese país. Del otro lado, India, un país que tradicionalmente ha preferido conducirse con independencia de bloques o alianzas, y que ha elegido al mismo tiempo colaborar con China y Rusia en esquemas como el BRICS o bien, mantener sus relaciones comerciales con Moscú a pesar de la guerra en Ucrania y la condena de Occidente, también ha venido incrementando su colaboración con Washington en los últimos años, por ejemplo, como miembro del Quad (o Diálogo de Seguridad Cuadrilateral que además de India incluye a Japón, Australia y EU). Ahora mismo, Trump condenó abiertamente el ataque terrorista y pareció colocarse del lado de Nueva Delhi, aunque Washington ya está intentando hacer esfuerzos por desescalar las tensiones. EU tiene lazos militares con Pakistán que datan de años, e incluso buena parte del armamento y aviones de ese país han sido suministrados por EU, pero, dado el lugar que India juega en su confrontación con China, la administración Trump prefiere que ambos resuelvan su disputa lo antes posible. Lo mismo sucede con China a quien estratégicamente interesa la estabilidad regional y buscará no ser percibida como favoreciendo a un solo lado de la contienda. Concretamente, Arabia Saudita e Irán están ofreciendo mediar entre India y Pakistán.
10. El potencial de escalamiento. El tema más importante a monitorear será la posible dinámica de escalamiento que podría escapar al control de las partes a pesar de que ambas buscarán limitar el conflicto, y en todo caso, la eficacia de la intervención de los actores internacionales para desescalar la situación. Particularmente si los ataques de la India ocasionan un número considerable de bajas civiles o militares, o daños materiales que empujen a Pakistán a responder con fuerza, se podría activar una dinámica de presión interna en cada uno de los dos países que les orille a escalar el tamaño de sus represalias y contra represalias más cada vez, detonando una espiral ascendente. En este tipo de situaciones, los errores de cálculo no pueden descartarse y, por tanto, se debe considerar un escenario en el que estas hostilidades comienzan a apuntar hacia un conflicto de mayor tamaño.
En suma, esta situación que ya se está encendiendo no debe ser desestimada. Se trata de dos potencias nucleares que ya han combatido en el pasado y que ahora mismo están decididas a golpearse mutuamente. Asumir que las intenciones de limitar el conflicto garantizan que éste se logre mantener en rangos controlables es siempre el primer error. Es por ello que la comunidad internacional y especialmente los países interesados en la estabilidad, deben actuar más pronto que tarde para tratar de detener la lógica de acción-reacción que ya se ha activado.
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