El villano favorito por doce años fue Carlos Salinas de Gortari, antes de ser suplido por Felipe Calderón, a partir del 2006. Con excepción de Luis Echeverría y de Enrique Peña Nieto, todos han pasado por el patíbulo político con más o menos furia. Pero ninguno con tanto encono como , luego del artículo y de la entrevista que el expresidente publicó en las dos revistas más odiadas por el régimen: y Nexos.

Nadie se había hecho acreedor a una campaña de odio tan intensa y rápida como la que se ha enderezado en contra de Zedillo. Entre lo que he leído en los medios proclives al régimen, registro que se le inculpa de haber sido un saqueador del pueblo por las decisiones que tomó con el ; un corrupto incomparable con ningún otro de la historia; un tirano que hizo asesinar a muchas personas para consolidar sus espacios de poder; un criminal cómplice de los cárteles del narcotráfico; y un dictador que se propuso controlar el Poder Judicial de la Federación para ponerlo a su servicio.

Según el gobierno, su partido y sus aliados, los crímenes cometidos por Zedillo durante el último sexenio del Siglo XX fueron tan graves, que resulta necesario formar una comisión legislativa para investigarlos y eventualmente sancionarlos, cinco lustros después. Además, la presidenta Sheinbaum no solo ha decidido ironizar sobre las críticas publicadas por Zedillo, sino que anunció otra campaña desde las conferencias mañaneras, para explicarle al pueblo los agravios cometidos por el expresidente.

¿Cómo explicar esta reacción frente a las declaraciones de Zedillo? ¿Es acaso que le conceden tanta relevancia a su autoridad política y moral, que han decidido devastarla antes que debatir el contenido de las críticas que ha hecho? ¿Es, quizás, que esas críticas hicieron daño por su asertividad? ¿Hay algo que no sabemos de la actividad de Ernesto Zedillo que amenaza al régimen hasta el punto de convertir la difamación en su contra en una política de Estado? ¿Es solo un capricho de la presidenta, movida por la rabia o una instrucción airada venida del rancho de Palenque? No es fácil entender a qué obedece la potencia de esta respuesta del gobierno mexicano en contra de quien, hasta ahora, había optado por guardar silencio.

Con toda sinceridad, lo que escribe y responde el expresidente Zedillo en los dos textos que desataron la furia del régimen, no es nada nuevo. Se duele de la destrucción de las instituciones que habían servido de contrapeso al poder presidencial y dice que la reforma al Poder Judicial no servirá sino para culminar la deliberada muerte de la democracia mexicana, como un propósito planeado y conducido por el presidente López Obrador (a quien califica de demagogo) y continuado por la presidenta Sheinbaum. Es, sí, una crítica dura y directa, pero no añade casi nada a lo que se ha dicho de muchas otras formas respecto el llamado Plan C, concebido y anunciado desde el sexenio anterior, subrayado en la campaña presidencial del 2024 y reiterado en lo que va de este año por el gobierno mexicano. La única diferencia es que ahora lo dice Ernesto Zedillo.

Creo que el gobierno y sus aliados se están equivocando mucho con esta reacción desproporcionada contra el expresidente. Habrán logrado lo que no querían: que la reforma en curso sea discutida desde otra óptica, que se reconozca que el régimen no admite críticas de actores relevantes, que es capaz de usar las instituciones descaradamente para acallar o lastimar a quienes no les obedecen y que, en efecto, esa reacción convalida que se está construyendo un régimen profundamente autoritario. Nadie sabe para quién trabaja: la campaña de odio será más eficaz que los textos de Zedillo para probar que el expresidente dice la verdad.

Investigador de la Universidad de Guadalajara

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