El presidente López Obrador presentará hoy una serie de reformas cuyos detalles pasarán a segundo plano. En sí mismo, ya es algo común. Si tuviéramos que decidir cómo caracterizar a este régimen, bien podríamos decir que en cuanto al “arte de gobernar” es un total fracaso. A este gobierno le importa más anunciar con bombo y platillo algo que definir técnicamente lo que se puede y debe hacer.
Muchos trataremos de encontrarle sentido a lo que propone ¿Qué tiene que ver adscribir la Guardia Nacional a la Sedena con las pensiones y el salario mínimo? Nada. ¿Qué tiene que ver modificar la integración de las Cámaras con una propuesta para evitar la crueldad animal? Otra vez, nada. Enviará una serie de reformas que se discutirán por los meses que quedan de la legislatura y que obligará a las candidatas y al candidato a la presidencia a posicionarse. El PAN y el PRI, en una muestra digna de surrealismo mexicano, ya respaldaron la reforma de pensiones, aunque no la conozcan, aunque todavía no la hayan ni leído. Hacen precisamente lo que AMLO quiere: replican su mensaje, bailan a su son y lo hacen el eje de la campaña.
Y es que ese es precisamente el fin de lanzar hoy el paquete constitucional: que no se discuta nada, que el debate se quede en lo más superficial. Que lo valioso se pierda entre lo superfluo. AMLO sabe que el mar electoral no es racional, sino emocional. No le importa el fondo de sus propuestas, sino el tono con el que se pregonen. Entre mayores sean los decibeles, mejor. Entre más pueda anunciar sus reformas en la mañaneras y atrincherar a la oposición, mejor. Lo tiene muy calculado: independientemente de lo que haga la oposición (ya sea que se sume o que se oponga), encontrará una forma de ganar en el discurso. Y su discurso, —como él bien sabe— crea realidades políticas.
Se perderá otra vez la oportunidad de discutir en serio temas de fondo: una verdadera reforma hacendaria, una reforma profunda a la seguridad interior y pública, una verdadera reforma del Estado. Nada de esto sucederá. Se pronunciarán muchos discursos, se hará uso de la tribuna, se analizarán en medios, pero la sustancia, insisto, se evaporará en la olla electoral.
Además, ésta es sólo la primera batalla. La segunda la librará en septiembre, con el nuevo Congreso. Las reformas que no se aprueben en este periodo las enviará de nuevo en el próximo. Porque de una cosa podemos estar seguros: el presidente quiere dejarle a su sucesor(a) un régimen a su imagen y semejanza: de corte social pero financieramente inviable, militarista y autoritario en lo político. Lo que él ve
cómo su legado será también el yugo para su sucesor(a). Nuestro objetivo es que no lo logre. Es cuestión de exigencia democrática.
X: @MartinVivanco
Abogado y analista político