Dicen que lo último que muere es la esperanza, pero la que generó Xóchitl Gálvez parece tambalearse. Xóchitl surgió aclamada por medio México, como la única esperanza para la restauración nacional. Ella en sí misma es un fenómeno por su carisma, temperamento y particularmente por sus antecedentes familiares, académicos, empresariales y políticos. Esta belleza escondida surgió a la luz por vérsele como la única opción para 2024. La angustia de la oposición y lo menguado de de sus cuadros convirtió a Xóchitl en la tablita de la salvación nacional.
La candidatura de Xóchitl es viable, pero nada asegura que ganará en automático. Por el contrario, puede descarrilarse si equivoca el camino. Si hablamos de carisma, no existe comparación de Xóchitl frente a la simpatía de Claudia Sheinbaum (una especie de Cuauhtémoc Cárdenas). Esto escribió un personaje acreditado: “Es todo lo que Morena hubiera soñado: una mujer indígena que viene desde abajo, que ha vencido todos los obstáculos sin engañar, sin traicionar a nadie. Es todo lo que el PAN hubiera soñado: una mujer capaz, generosa con aspiraciones y exitosa. Es todo lo que hubiera soñado el PRI: una mujer heroica, valiente y revolucionaria. Es todo lo que el PRD hubiera soñado: una mujer atrevida, diferente genuina” (L. Zuckerman).
No obstante, su desparpajo la ha llevado a excesos incompatibles con el cargo al que aspira. México tiene un régimen constitucional presidencialista, una tradición histórica y cultural indisolublemente ligada al presidente; la imagen presidencial impone seriedad, prudencia, recato, reglas del republicanismo. Xóchitl tendrá que darse cuenta que no todo en la vida política son chistes, leperadas y albures. La república está en otra dimensión: es algo serio, no necesariamente solemne, pero sí pleno de dignidad.
Javier Tejado escribió que la candidata a la presidencia se mete a la cama con el periodista Alberto Peláez para contestarle preguntas; pretende besar un platillo en forma de pene; le presume a Brozo, el payaso tenebroso que “coge todos los días”. Puede resultar atrevido y gracioso, pero incompatible para quien aspira a sentarse en la silla del águila.
México es un país conservador, tan conservador que su presidente de izquierda no habla del aborto, ni de la legalización de la mariguana, ni de la liberación femenina, ni del matrimonio entre personas del mismo sexo. Tengo noticia de que un grupo de auténticos conservadores discutió académicamente si votar por Xóchitl sería pecado, por su loable postura respecto al aborto. Entiendo que después de bizantinas argumentaciones llegaron a la conclusión que eso no afectaría mayormente a los que le van Provida.
Los asesores de campaña tendrán que moderar el entusiasmo xohitlense. Puede resultar gracioso que una señora confiese que coge todos los días, pero no le queda al discurso de la candidata presidencial. Me parece que en lugar de divertido es buena receta para perder votos.
El presidente López Obrador ha creado el aire que todos respiramos. Xóchitl es la única persona en México que tiene la oportunidad de modificar la enrarecida atmósfera que ha implantado el régimen. En los mismos términos que ella acaba de declarar respecto al plagio de sus tesis, es de esperar que no la siga “pendejiando”.