México ha sido el escenario de múltiples episodios en los que la corrupción ha sido el hilo conductor de la política. Cuando nadie se hubiera atrevido, Adolfo Ruiz Cortines al tomar posesión de la Presidencia, legado de Miguel Alemán, sin mencionarlo dijo, eso sí apuntándole con su dedo flamígero, que su gobierno debería: “Protegerse de servidores venales o prevaricadores”. Ruiz Cortines anunció al empezar su gobierno una campaña de moralización de la administración pública, sin que haya perseguido a nadie.
Treinta años después, Miguel de la Madrid, el presidente gris —si bien Federico Reyes Heroles escribió que era efectivamente gris, pero gris como el acero— fijó en uno de sus seis ejes de campaña política la renovación moral de la sociedad. De la Madrid no se quedó atrapado en la campaña. Ya en funciones encarceló a Jorge Díaz Serrano. Éste, buen deportista, obtuvo autorización de las autoridades carcelarias para construir una cancha de tenis en el Reclusorio Sur donde estuvo preso cinco años. Organizaba regularmente torneos de tenis, al final de los cuales ofrecía un buen asado, aderezado con güisqui y bueno vinos, para pasar la tarde jugando al dominó con los amigos.
La corrupción política del gobierno es el instrumento preferido de la oposición. Tan es así que la presunta corrupción de integrantes de la familia, amigos y personajes cercanos a Andrés Manuel López Obrador es lo mejor que les ha pasado a sus enemigos. Corrupción 4T es por el momento, el contenido preferido en las redes sociales, buena parte del acervo comentocrático y del chisme social.
Las imputaciones a los hijos de López Obrador, así como a Adán Augusto, uno de sus más cercanos colaboradores con todo y secuaces, da en el corazón la honestidad valiente, el eje político de la 4T. Hay muchos que le tienen ganas a AMLO. Además, cuando se va por la vida, dando consejos por el mundo, se debe aceptar que el juicio será el más exigente.
En su narrativa, la 4T ha tratado de confundir al público. Para establecer una diferencia, tratando de identificar grados de corrupción, categorías distintas del destino de lo robado. En la metodología oficial debe distinguirse entre quienes roban a favor del partido, de los ideales o de la causa y quienes lo hacen para enriquecerse.
Lo que ha pasado con las corruptelas de los allegados al poder ha hecho que tanto los meros rumores como las pruebas duras, vulneren seriamente la imagen transformadora del gobierno a cargo. No hay remedio. Los políticos en turno, como antes, se dedican al sablazo, al cochupo, al peculado, a las asignaciones directas, al sobreprecio, a la colocación de familiares en los cargos públicos, a la mordida, a las ligas que acomodan los fajos de billetes.
Se están enriqueciendo. A numerosos aprendices de política los ha deslumbrado el lujo y las banalizades del poder que no conocían directamente. Por eso no guardan las formas y brincan ansiosos a lugares que nunca soñaron ocupar: sean asientos de primera clase en el avión o mejor aún los asientos de las aeronaves privadas; los comederos de lujo; los hoteles cinco estrellas; los restaurantes con estrella Michelin; la ropa de marca; los zapatos Golden Goose; los Rolex.
La incógnita es qué hará Claudia Sheinbaum, tal vez la única política de la 4T con credenciales efectivas de pertenencia a la izquierda, con la herencia maldita. Una gran oportunidad para saber si efectivamente se trata de transformar la vida pública o si hará lo que es ya proverbial en la historia política mexicana, volver la vista atrás y esperar que el futuro alcance a los que siguen.
Profesor de la Facultad de Derecho de la UNAM.

