Contra todo pronóstico y pese al escepticismo de la presidenta y su gabinete, impuso aranceles de 25% a México, tal cual lo prometió en su campaña y durante la transición a su segundo mandato presidencial al frente del gobierno de Estados Unidos.

La llamada entre el secretario de Estado, Marco Rubio, y el canciller mexicano Juan Ramón de la Fuente, así como las reuniones de los empresarios mexicanos con integrantes del equipo de Trump en su toma de protesta, sirvieron de poco o nada para disuadir a un radical y amedrentador Donald Trump, quien actúa muy parecido al expresidente de México y mentor político de la actual mandataria del país, Andrés Manuel López Obrador: volcado a complacer a las masas con tal de mantener su poder político; impulsivo y errático en la toma de decisiones.

Al gabinete de la Presidenta de México le tomó por sorpresa las declaraciones del viernes de la vocera de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, quien desestimó las filtraciones mediáticas sobre el aplazamiento de los aranceles y las industrias con las que iniciarían las represalias comerciales de Estados Unidos por la “falta de voluntad” para combatir a los cárteles de la droga y la migración ilegal. Es decir que esta imposición de aranceles no tiene que ver aún con las controversias y diferencias entre ambos países en el marco del T-MEC.

Esa debe ser la primera evaluación del gobierno mexicano. La imposición unilateral de aranceles por parte de Estados Unidos viola el acuerdo comercial y tendría que disolverse. Pero ni el gabinete de Sheinbaum ni los empresarios creen que sea una buena estrategia denunciar el TMEC y responder así a un envalentonado Trump.

La estrategia del gobierno de Sheinbaum es responder con aranceles a ciertos productos de Estados Unidos, aunque el arancel de Trump a México es generalizado. En la reunión de esta mañana entre los líderes de la iniciativa privada e integrantes del gabinete y la Presidenta se discutieron las opciones, aunque todas resultan insuficientes para frenar el impacto que tendrá la economía mexicana en el corto plazo.

La estrategia está enfocada, más que responder agresivamente con aranceles a EU, a negociar los temas que invocó la Casa Blanca en su comunicado: el combate al tráfico de fentanilo y la migración ilegal. México deberá ceder a ser un tercer país seguro, a frenar a como dé lugar la migración ilegal en la frontera con Estados Unidos y a cooperar con las agencias de seguridad e inteligencia de EU para combatir a los cárteles de la droga; todo se deberá reflejar en nuevos programas gubernamentales y con presupuesto.

La acusación de Estados Unidos sobre que las organizaciones de tráfico de drogas mexicanas mantienen una "alianza intolerable" con el gobierno de México es demoledora y tácitamente elimina también cualquier posibilidad de que el expresidente López Obrador pueda intervenir en las negociaciones con Trump -con quien tuvo buena relación durante su mandato-, puesto que la declaración lo alcanza a él.

Trump tiene razón en que el país más perjudicado con una eventual “guerra” comercial es México. Recientemente, la calificadora Moody’s reportó que las exportaciones de nuestro país a Estados Unidos representan alrededor del 30% del PIB nacional, mientras que las exportaciones de EU a México significaron aproximadamente el 1.2% del PIB del país que gobierna Trump. Una diferencia diametral.

De acuerdo con Moody's, la imposición de aranceles del 25% a las importaciones desde México “interrumpirían flujos comerciales por un valor de unos 740 mil millones de dólares”, además de efectos en el tipo de cambio -que se mantiene en 20.7 pesos por dólar, pero que es previsible que en las siguientes horas se deprecie fuertemente-, la inflación y el crecimiento.

Los efectos inmediatos de los aranceles serían de amplio alcance, según la calificadora, tanto a nivel macroeconómico como sectorial, debido a que más del 80% del comercio internacional de México se destina al mercado estadounidense.

Si México respondiera imponiendo sus propios aranceles a las importaciones estadounidenses, dicha dinámica complicaría los esfuerzos de México por reducir el déficit fiscal y aumentaría la presión sobre el perfil crediticio soberano.

Los sectores más afectados serían la manufactura, la industria automotriz y la tecnología, debido al alto grado de integración en las cadenas de suministro entre ambos países.

Así que México está en uno de los momentos más complicados en la historia reciente, y sin una estrategia y plan claros para zanjar las diferencias con Estados Unidos. La presidenta Sheinbaum y su gobierno se juegan todo con la inminente “guerra” comercial. Ojalá que estemos a la altura de la amenaza que ya nos explotó en la cara.

@MarioMal

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bmc

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