Además de las enormes ventajas económicas que tenemos por compartir una frontera de 3,000 kilómetros con el país más poderoso del mundo, también compartimos graves problemas como el tráfico ilegal de drogas, armas y personas que afecta a ambos países. Sin embargo, aunque tenemos los mismos inconvenientes, no compartimos objetivos ni formas de abordaje para resolverlos.
En víspera de las elecciones presidenciales en ambos países, tenemos una crisis de seguridad sin precedentes. En México provocada por la violencia que genera el crimen organizado, responsable de gran parte de los 165 homicidios y 44 mil desaparecidos del sexenio; y en EU por el consumo de fentanilo, que tan solo en 2022 provocó la muerte de más de 75 mil personas. Ambas crisis tienen las mismas raíces, pero no son las mismas preocupaciones.
En el país tenemos un crecimiento de la violencia provocada por los cárteles del crimen organizado, que es producto de la impunidad y corrupción interna, pero también de las miles de armas de alto calibre que venden en el país vecino y cruzan la frontera sin restricción alguna. Esta preocupación, sin embargo, es nuestra no de ellos. Si en Estados Unidos son indiferentes ante las masacres que ocurren en sus universidades, escuelas, centros comerciales y parques, ¿por qué se preocuparían de que aquí maten a policías, militares, presuntos criminales o desaparezcan a cualquiera?
Respecto al fentanilo, López Obrador reconoce que al país llegan los precursores de Asia, pero no admite que en laboratorios clandestinos en nuestro territorio se produce el fentanilo que envían los cárteles a EU. Menos aún que también parte de esta droga se está quedando en México y que los mexicanos están comenzando a morir por sobredosis. Aunque han desmantelado laboratorios y comienzan a salir noticias de muertes por fentanilo, al no aceptarlo el Ejecutivo, su gabinete no se ocupa de estudiarlo y ni de solucionarlo. Obviamente, menos considera que las muertes en el país vecino sea parte de su responsabilidad
Entonces estamos embarcados en el mismo problema con dos visiones que ni uno ni otro es capaz de comprometerse con la misma intensidad en las prioridades del vecino.
Quizás por las elecciones próximas, la presión que tiene Joe Biden hizo que enviara una delegación del más alto nivel, encabezada por Antony Blinken, secretario de Estado y la plana mayor de seguridad y justicia a México. Con esto envía el mensaje de la importancia que tiene para su gobierno el 3er Diálogo de Alto Nivel sobre seguridad (DANS).
En la visita fueron contundentes en afirmar que quieren que se detenga y extradite a todos los líderes de los Cárteles de Sonora y Jalisco Nueva Generación por ser los responsables de fabricar y mandar a su país el fentanilo. No es gratuito —porque en la política no hay coincidencias— que hace tres semanas el gobierno de México les dio una muestra de voluntad enviándoles al hijo del Chapo, Ovidio Guzmán, para endulzar la reunión. De hecho, el fiscal Merrick Garland agradeció a México al calificarlo como un “símbolo poderoso” de cooperación bilateral.
Tiene razón el Fiscal, ciertamente es eso, un símbolo. Recordemos que las agencias de seguridad estadounidenses han tenido por décadas como prioridad la detención y extradición de líderes de cárteles, que les sirven para extraer información y convertirla en inteligencia. También les sirve para incautación de bienes, detenciones de criminales en su país y para inculpar a funcionarios extranjeros con las declaraciones (falsas o verdaderas) de los mismos criminales que ellos extraditaron a EU. Estas extradiciones que complacen a nuestro vecino, en México provocan aumento de la violencia mientras otro (u otros) criminal toma el liderazgo.
Durante el diálogo se establecieron las prioridades de colaboración para el año 2024. Ambos países se comprometieron en realizar mayores esfuerzos conjuntos para detener el tráfico de fentanilo hacia el norte y de armas en sentido opuesto. Sin embargo, ni siquiera está en la mesa volver al decreto que no permitía la venta de armas de grueso calibre durante la gestión del presidente Bill Clinton. Por el lado americano, seguirán buscando extradiciones de líderes criminales, pero en algún momento deberán aceptar el fracaso en la guerra contra las drogas y el consumo deberá ser su prioridad en atender.
Al momento de escribir esta columna no conozco el detalle de lo sucedido en las reuniones, pero por las declaraciones a la prensa, en materia de drogas no hubo nada nuevo. Seguimos en un círculo vicioso que las autoridades de ambos países no acaban por entender y aprender. Aunque EU insista y reconozca a México cada vez que extraditan un criminal, ni allá disminuye el consumo ni aquí la violencia. (Colaboró Lorenza Hope Damm)
Presidenta de Causa en Común