El 17 de mayo, tras una jornada de trabajo, Carlos llegó agotado a un hotel en Ecatepec. A la 1:35 am sonó insistentemente el teléfono de su habitación, un hombre le dijo que el CJNG tenía tomado el hotel. Carlos colgó, pero enseguida recibió una videollamada al celular. Vio hombres armados en lo que parecía la sala de juntas del hotel. Entró en pánico. Su interlocutor, a gritos, le ordenó no salir ni contactar a nadie. Carlos obedeció y vació sus cuentas y les transfirió todos sus ahorros. Tres años después, aún no se recupera ni emocional ni económicamente.
Este tipo de extorsión —conocido como secuestro virtual— ocurre con alarmante frecuencia en hoteles de estados como Edomex, CDMX, Puebla, Veracruz, Guanajuato, Nuevo León, Colima y Jalisco. Desde Causa en Común lo hemos denunciado desde 2013. Las llamadas suelen salir de prisiones, pero hay complicidad o coacción a los recepcionistas. El patrón se repite, empieza con intervención del teléfono, amenazas de muerte, manipulación de la víctima para obtener datos personales y así chantajear a sus familiares y/o jefes.
Aunque legalmente se clasifica como “engaño”, en realidad es un delito de secuestro porque la víctima es aislada, aterrorizada y despojada de su dinero. El daño psicológico y económico es profundo y duradero.
César, un año después, sigue convencido de que fue secuestrado. Su jefe, al enterarse de la llamada, llamó a una organización civil para asesorarse y, a pesar de que sabía que era un secuestro virtual, le costó mucho decirles: “no les voy a pagar un peso, si lo matan, mañana contrato a otro”. Perla aún sufre insomnio y vergüenza por las fotos que bajo presión compartió con los criminales y su familia. Luciano no ha podido contarle a su esposa lo que le sucedió, ella solo sabe que “desapareció” una suma importante de su cuenta de banco.
Sin embargo, cuando la autoridad se aplica puede haber resultados. Hace tres semanas, Francisco fue víctima de la misma modalidad en un hotel de CDMX. A las 3 am, mientras los extorsionadores le exigían no abrir la puerta o lo matarían, el gerente forzó la puerta y entró acompañado de dos agentes de la Comisión Nacional Contra el Secuestro (Conase). Le arrebataron el celular, cerraron la computadora, le explicaron que era una extorsión telefónica, y no estaba ante ningún peligro real, lo tranquilizaron. La intervención fue posible porque ya investigaban otros casos similares en el mismo hotel.
Por desgracia, estos esfuerzos son aislados porque no hay personal ni recursos económicos suficientes para atender cientos de casos. La Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana no puede sola por lo que las autoridades estatales deben asumir su responsabilidad. Atenderlo implica invertir en seguridad preventiva, protocolos, rendición de cuentas y reparación de daño. Además, se debe clasificar en la legislación como lo que es: un secuestro. No un delito menor. Es una forma de terrorismo cotidiano que erosiona la confianza y vulnera derechos.
La respuesta debe ser integral incorporando capacitación al personal hotelero para cortar llamadas sospechosas; protocolos de emergencia; canales directos con autoridades. Las empresas que contratan hospedajes deben hacer campañas informativas a sus empleados y nosotros, los ciudadanos, debemos estar alertas lo que significa descolgar el teléfono fijo en hoteles y no responder a números desconocidos en el celular.
El miedo no puede ser parte del hospedaje. Actuar es posible, denunciar es urgente y exigir detener este crimen es indispensable.
Presidenta de Causa en Común