El triunfo contundente de Claudia Sheimbaum se lo dieron 35.9 millones de votos. Ahora, inicia un nuevo periodo que deberemos comprender para caminar en él.
Se trató de una victoria que refrenda la forma de gobernar de Andrés Manuel López Obrador. Un régimen político que inició en 2018 y ahora se consolida. Los mexicanos y mexicanas que votaron favoreciendo a Morena y/o sus aliados quieren una presidenta fuerte, con todo el poder, y además sin contrapesos institucionales. Muchos de quienes votaron por Claudia también lo hicieron porque el Presidente les pidió darles su voto para el Congreso de la Unión y así cambiar a su antojo la Constitución sin diálogo ni consensos con la oposición.
La nueva Presidenta será la responsable de limitarse a sí misma. Lo vimos en el transcurso de la semana, sus mensajes de apertura al diálogo, fortalecimiento de la libertad y la democracia y la cercanía con todos los mexicanos, fueron en respuesta al nerviosismo de los mercados económicos después de que la Secretaria de Gobernación saliera a dar su interpretación de la mayoría calificada que Morena tendría en las dos cámaras. Serán estos los mercados, los nuevos contrapesos.
Sin duda el amplio margen de diferencia entre las dos punteras requiere un análisis profundo en lugar de simplificarlo a una sola causa. Se premió el aumento al salario mínimo (que viene de antes del 2018 pero no supieron comunicarlo) y también los programas sociales en el estrato económico bajo, ya que recibir un apoyo de 3,000 pesos es muy importante, pero no fueron ellos los únicos que votaron por la morenista, lo hicieron de todos los sectores y edades.
Otro punto que llama la atención es que los mexicanos tiene una mala evaluación del desempeño del gobierno federal casi en todos los ámbitos, seguridad, salud, educación, etc. pero votaron por la continuidad. También lo hicieron a nivel estatal donde se premió a los gobiernos peor evaluados, como el de Morelos o Veracruz. Se argumenta que son los millones de personas que se sentían ignorados y ahora escuchados, sin importar si las cosas no van mejor, pero tampoco esto explica la película completa, hay otros dos factores más que ayudaron al triunfo.
El primero fue el piso disparejo de la contienda. La intromisión escandalosa del Presidente en el proceso electoral, que le acumuló más de 100 denuncias, de las cuales en 31 casos le dictaron medidas cautelares. Además del uso de la estructura de gobierno por medio de los “servidores de la nación”, que coaccionaron el voto de quienes reciben programas sociales. Tampoco puede pasar desapercibida la intervención del crimen organizado amenazando, asesinando y haciendo acuerdos con los candidatos. Además de altos niveles de penetración de dinero ilegal. Los gobiernos de Morena lo sabían y lo permitieron.
Por último, las debilidades de la estrategia de la coalición opositora para enamorar al electorado con propuesta que generaran entusiasmo y esperanza. Al igual que el enojo contra los políticos de siempre, Alejandro Moreno, Marko Cortés y Jesús Zambrano, presidentes de los partidos de oposición, quienes fueron incapaces de reconstruir a sus partidos pero, al igual que Dante Delgado de MC, mostraron su codicia al ser los primeros en las listas plurinominales. Al interior del PRI, PAN y PRD (si no pierde el registro), requieren reinventarse, pero nadie les va a creer si no corren a sus dirigentes.
Todas fueron las piezas del rompecabezas que permiten entender la estrepitosa derrota de la oposición.
¿Qué sigue? Es momento de reconciliarnos, la contienda terminó. Toca a todos exigir que la próxima presidenta Claudia Sheinbaum escuche los problemas del país para poder resolverlos, porque de seguir como el Presidente actual, podrán seguir ganando elecciones, pero el país seguirá perdiendo.