Han pasado 2 mil 300 años y el mito aún reditúa a nivel publicitario: es una gran imagen para esta temporada de San Valentín. Pero no se queda en un asunto de consumo; más allá del 14 de febrero, la idea de la media naranja tiene profundas implicaciones en la autoestima y autoexigencia de las mujeres en todo el mundo.
Es una historia platónica que lejos de ser una metáfora romántica, ha servido históricamente como un mecanismo de control social sobre las expectativas impuestas social y culturalmente. La activista y escritora feminista, Gloria Jean Watkins, mejor conocida como bell hooks, reflexiona en su libro All About Love, sobre cómo la sociedad contemporánea perpetúa la idea de que las mujeres estamos incompletas sin una pareja. Interiorizar esta narrativa es uno de los factores por los cuales miles de víctimas de violencia de género no pueden romper el ciclo y llegan al feminicidio emocional o al feminicidio.
Estudios del Instituto Nacional de las Mujeres revelan que el 68% de las mujeres entre 25 y 35 años sienten presión social significativa para encontrar pareja, comparado con solo el 34% de los hombres en el mismo rango de edad. Esta disparidad refleja cómo la narrativa de la “incompletitud” afecta de manera desigual a los géneros.
La cultura popular refuerza constantemente este mensaje. Un análisis llevado a cabo por la Universidad de Stanford en 2022 sobre las 100 películas románticas más taquilleras de la última década demostró que, en el 82% de los casos, el arco narrativo de los personajes femeninos se centra exclusivamente en encontrar el amor, mientras que los personajes masculinos mantienen tramas paralelas de desarrollo profesional o personal.
El análisis de una muestra de mujeres apoyadas por Ola Violeta AC nos revela datos alarmantes, que son analizados en el reporte mensual de Ola Violeta AC de febrero, titulado “¿Media naranja? ¡Mangos!”. Entre ellos destaca que cuatro de cada cinco están conscientes de que realizan dietas no por salud sino por verse mejor; tres de cada cinco mantiene la “esperanza” de conseguir pareja si mejora su aspecto físico. El 100% de las mujeres consultadas se guía para evaluar su aspecto en los patrones estereotípicos de belleza que al menos la mitad de ellas reconoce como inalcanzables.
Como señala la escritora feminista nigeriana, Chimamanda Ngozi Adichie, la soltería femenina se “patologiza socialmente”. Las mujeres solteras mayores de 30 años enfrentan un escrutinio social que sus contrapartes masculinas pocas veces experimentan. Según datos de 2023 del Centro de Investigaciones Pew (Pew Research Center), el 45% de las mujeres profesionales reporta haber enfrentado comentarios negativos sobre su estado civil en el entorno laboral, comparado con solo el 12% de los hombres.
Esta incompletitud construida socialmente tiene consecuencias palpables. Un estudio de la Universidad de Michigan, el año pasado, demostró que las mujeres que internalizan fuertemente el ideal de la “media naranja” tienen 37% más probabilidades de permanecer en relaciones insatisfactorias o incluso tóxicas y 42% menos probabilidades de priorizar su desarrollo profesional.
La investigadora y filósofa estadounidense Martha Nussbaum argumenta que esta narrativa de incompletitud forma parte de un sistema más amplio de “capacidades disminuidas”, donde las sociedades sistemáticamente subvaloran la autonomía femenina. Las estadísticas laborales lo confirman: las mujeres solteras ganan en promedio 23% más que sus contrapartes casadas en posiciones similares, sugiriendo que la presión por encontrar y mantener una relación puede impactar negativamente en el desarrollo profesional.
El problema se agrava en la era digital. Un estudio de 2023 de la Universidad de Barcelona sobre aplicaciones de citas halló que los algoritmos refuerzan estos estereotipos, presentando a las mujeres mayores de 30 años como “casos urgentes” y utilizando lenguaje que enfatiza la necesidad de “encontrar pareja antes de que sea tarde”.
Es así que la herencia del mito platónico no es solo una curiosidad histórica, sino una fuerza activa que sigue moldeando expectativas sociales y trayectorias de vida. Parte del tiempo de mujeres pasa por resignificar el amor e incluir al propio en el centro.