El matrimonio infantil es una de las violaciones más graves a los derechos de las niñas, con efectos devastadores en varias dimensiones de sus vidas. No hay justificación.
En el mundo hay 650 millones de mujeres que se casaron siendo niñas y cada año 12 millones más se ven sometidas a esta tortura, de acuerdo con Unicef. Ni sumando la población de Estados Unidos, 332 millones de personas, y México, con 127 millones de habitantes, logramos un “país” tan numeroso como el que poblarían las niñas esposas.
En nuestro territorio, una de cada cinco mujeres se casa antes de cumplir 18 años, una cifra que refleja la persistencia de prácticas nocivas arraigadas en tradiciones culturales y desigualdades estructurales. Como dice Eufrosina Cruz, en abusos y costumbres que deben ser desterrados para siempre.
Esta realidad trunca trayectorias educativas prometedoras. De acuerdo con un informe publicado en 2023 por la ONU, las niñas que contraen matrimonio temprano tienen 26% más probabilidades de abandonar sus estudios, lo que limita drásticamente sus oportunidades laborales futuras. La Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH 2021) del Inegi revela que las mujeres casadas antes de los 18 años logran en promedio 2.5 años menos de escolaridad que las solteras.
El impacto económico es fuerte. El Banco Mundial estima que el matrimonio infantil genera pérdidas del 1.7% del Producto Interno Bruto nacional debido a la reducción de capital humano y productividad. Además, las niñas casadas tienen 67% menos probabilidades de incorporarse al mercado laboral formal conforme crecen, lo cual perpetúa ciclos generacionales de pobreza.
En el ámbito de la salud, los efectos también son graves. Save the Children, encabezado en México por Dirk Glas, reporta que las adolescentes casadas enfrentan riesgos 50% mayores de complicaciones durante el embarazo y parto. La maternidad temprana asociada al matrimonio infantil incrementa en 30% la mortalidad materna entre adolescentes comparado con mujeres de 20 a 24 años, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud en un análisis revelado en 2024.
Por si todo eso fuera poco, el matrimonio infantil fomenta dinámicas de poder desiguales que facilitan la violencia. La Red por los Derechos de la Infancia en México ha documentado cómo las niñas casadas tienen 35% más probabilidades de experimentar violencia de pareja que quienes se casan en edad adulta. En otras palabras, esta condición es un agravante de vulnerabilidad ante el feminicidio emocional, como documentamos en el reporte mensual de Ola Violeta AC titulado “Niñas y el derecho al futuro, la revolución pendiente”.
A pesar de los avances legislativos –en 2019 se estableció la prohibición del matrimonio antes de los 18 años en el Código Civil Federal–, la práctica persiste a través de uniones informales no registradas legalmente. ONU Mujeres y su Programa de Acción Beijing+30 señalan que México forma parte del retroceso global en derechos de niñas y mujeres observado en uno de cada cuatro países durante 2024.
Como dice la escritora feminista nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie, seguimos enseñando a las niñas “a encogerse ellas mismas”, limitando sus ambiciones. Esta realidad contradice el potencial demostrado por las niñas mexicanas, quienes según datos de PISA 2022 superan por 8 puntos el desempeño académico de los niños.
La erradicación del matrimonio infantil requiere un compromiso real, que incluya educación sobre derechos de las niñas, empoderamiento económico de las familias y deconstrucción de estereotipos de género. No es un problema del futuro, sino un desafío del presente. ¿Lo aceptaremos? Esas uniones solo existirán hasta que la justicia las separe.
Presidenta de Ola Violeta, AC.@MaElena Esparza