“ … Cuando renuncies a oprimir a los demás y destierres de ti el gesto amenazador y la palabra ofensiva; cuando compartas tu pan con el hambriento y sacies la necesidad del humillado, brillará tu luz en las tinieblas y tu oscuridad será como el mediodía” Isaías 58, 9-10
En medio de la destrucción del Poder Judicial de la Federación, seguramente con asombro de la manera en que un grupo, sin derecho, destruye a uno de los poderes de la Unión; en medio de una elección dirigida con ignorancia, pero con mucha alevosía, murió un gran jurista: Mariano Azuela Güitrón
En la vida uno va recibiendo múltiples bendiciones aunque no lo reconozcamos. Entre esas cosas buenas que nos pasan, debemos saber que, también las personas nos las encontramos por la vida y mucho deberíamos agradecer por esos encuentros. Una de las personas con las que Dios bendijo mi vida fue con don Mariano Azuela. Y con su familia: Consuelo y sus hijas.
Puedo decir que durante toda mi vida vi a don Mariano Azuela. Tuve la oportunidad de llevar una amistad cercana con sus hijas, de esas amistades que no se olvidan nunca, aunque se vean poco. Mis padres siempre me platicaron de Mariano Azuela. Siempre bien. Recuerdo la vez en que mi mamá me dijo que el ministro Azuela iba los sábados a prestar servicio social con las Misioneras de la Caridad de la madre Teresa de Calcuta. Quizás por eso le puse mayor atención a sus cargos y particularmente me dio gusto cuando llegó a la Suprema Corte de Justicia como ministro después de una gran carrera judicial. Me alegré, fue para mí un referente siempre presente. Quizás nunca lo supo en toda su dimensión.
Evidentemente mi relación con él fue todavía más grande por las veces en las que en la vida pública de nuestro país nos hizo encontrarnos en distintos eventos. En todas sus facetas era admirable: como padre, como esposo, como maestro, como católico, como amigo, como juzgador y jurídicamente de una gran solidez que nos hace extrañar aquellos tiempos de la Corte.
Creo que estos meses serán un buen momento para repasar su vida, sus empeños, sus enseñanzas y su profundo amor al derecho y a México. Su vida está llena de gestos sencillos y bondadosos como su rostro y su fe profunda. Siempre será un referente de congruencia, honestidad y justicia. Verdaderamente estamos ante un hombre de vida ejemplar.
Confieso que me quedé con la duda de lo que podría pensar, don Mariano, sobre si debíamos o no participar en la votación del domingo 1 de junio. Seguramente tendría su opinión, pero siempre sería respetuoso de cualquier decisión. Yo, votaré, porque creo que es mejor participar que quedarse en casa sin organización alguna. Y sé que don Mariano Azuela lo único que me pediría es que estuviera convencida de la bondad de mi acto y de la libertad en mi decisión. Seguirá la vida, pero su luz ahí estará y brillará en estas tinieblas.
Termino con el mismo profeta con el que inicié: “Y el efecto de la justicia será paz; y la labor de la justicia, reposo y seguridad para siempre” (Isaías 32,17) Adiós, A Dios, sin duda.
Diputada federal. @Mzavalagc