Falleció el Papa y muchos hemos tenido la oportunidad de revisar sobre todo su pontificado. Lo pudimos apreciar más que cuando lo vivíamos a diario. Y esnatural. Solemos calificar a un líder religioso a través de cómo nos relacionamos con nuestra fe y nuestra realidad, queremos que nos resuelva nuestras dudas y a nuestro modo. Ahora, en cambio, en estos días nos dimos cuenta de la dimensión universal y social de Francisco como líder de todos los católicos del mundo. Y en el balance me pareció un papa todavía mejor aún. Mi visión es compartida por muchos. En estos días he escuchado a muchos hombres y mujeres que no están cercanos a la vida religiosa y que, sin embargo, lo escucharon, lo leyeron y, más aún, lo respetaron.

Desde luego que la subjetividad siempre se hará presente en este tipo de liderazgos, pero me parece que el Papa Francisco marcó un camino importante y un rumbo expresado en un documento como el que le leí con fascinación: Evangelii Gaudium o “La alegría del Evangelio”. Para empezar, el título me pareció que reflejaba entre una instrucción, un reclamo y una certeza. Todo al mismo tiempo. Si uno revisa su pontificado, realmente, encontrará fidelidad a lo escrito en esta exhortación apostólica.

Con este documento, firmado en noviembre de 2013, en el primer año de su pontificado, prácticamente iniciaba su camino y nos marcaba las pautas de su trabajo. Después de leer ese documento, pude poner atención en el significado de términos como la “Iglesia en salida” (que explica la necesidad de una iglesia con vocación al exterior y con mayor impacto social), o el “hospital de campaña” como reflejo de una vocación misionera desarrollada con alegría.

De sus cuatro encíclicas, la segunda y la tercera son más sociales. Por primera vez plantea claramente el reto del cuidado del medio ambiente como parte del deber de todos los seres humanos y, por supuesto, de la Iglesia. Esta encíclica (Laudato si) marcó la importancia de los temas ambientales en la vida humana y nuestro deber del cuidado de la casa común.

Años después, en octubre del 2020, dio a conocer la encíclica Fratelli tutti “Sobre la fraternidad y la amistad social” y la deberíamos de leer todos los que vemos en la política nuestra propia vocación, no sólo porque define la política como servicio sino porque en medio de tanta polarización, el Papa Francisco profundizó en la importancia del diálogo. Poco después el mundo se daría cuenta de lo pequeños que somos frente un poderoso, aunque minúsculo, organismo: empezó el Covid. Y en estos años agradecimos de Francisco su gran personalidad y el despliegue de un liderazgo que supo acompañar y guiar.

En las narraciones de sus funerales hemos oído de todo, incluso de quienes siendo víctimas de polarización rampante, intentaron ideologizar el legado del Papa Francisco; lo cierto es que como dijo el Obispo Javier Acero al iniciar un programa sobre la misa del funeral de Francisco: “…un Papa que es una lección para todos nosotros, …un papa en donde no hay ideologías sino hay Evangelio, donde no hay derechas ni izquierdas ni progresistas ni conservadores, sino una experiencia de encuentro con Jesús y, del encuentro con Jesús, vamos a la solidaridad con los pobres”. Muchas cosas más podríamos decir, acerca de su legado. De hecho, me invitaron a hablar del Papa Francisco y las mujeres. Disfruté mucho participar y hablar de los grandes pasos que logró en ese campo. Y no fueron los únicos.

Los líderes políticos de las más importantes economías del mundo han sabido reconocer la estatura, la inteligencia y la gran fuerza espiritual de quien fuera Francisco. Esto es evidente cuando vemos quiénes asistieron a sus exequias. Con independencia de que seamos un estado laico, me parece que quienes aconsejaron a Claudia Sheinbaum enviar a una representante y no asistir de forma personal, cometieron un gran error y demostraron una falta de interés así como de sensibilidad política, respeto y empatía.

Comparto la idea de que los pasos ya están dados y de que, sin duda, el legado del Papa Francisco será respetado. Podrán cambiar algunas formas, pero ya está marcado el rumbo de una Iglesia en salida. Quizás por eso, entre las personas de Iglesia que conozco, escucho y admiro, alcanzo a percibir tranquilidad en la sucesión de este buen Papa que ahora despedimos. Pronto sabremos quién le sucederá. Mientras tanto, podemos recordar con gratitud los años que dedicó a dos virtudes: el de la Misericordia (2016) que debería ser un concepto que nos defina más como seres humanos y el año que estamos viviendo y que lo nombró como el jubileo de la Esperanza; dos tareas claras que nos dejó para estos años y que habremos de cumplir ambas con alegría.

Diputada federal

@Mzavalagc

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