La redefinición de los mapas en el Caribe no es un simple ajuste diplomático: representa un cambio estructural de cómo se distribuye el poder en esa zona y por extensión, en América Latina. Las transformaciones en la región no son sólo simbólicas sino ya comienzan a tener un efecto concreto en la región.

El gobierno de Trump, para decirlo en términos psicológicos, está en una situación en la que percibe se estaba perdiendo algo importante y esto ha cambiado de manera profunda su conducta; un dominio de pérdidas aplicado en economía conductual y teoría de decisiones. No se refiere a pérdidas reales sino sobre todo a pérdidas percibidas. El concepto tiene un sentido geopolítico y psicológico relevante. Los Estados Unidos históricamente han visto el Caribe, Centroamérica y Sudamérica como su zona natural de influencia (Doctrina Monroe) sin embargo, esa parte de la región hoy es un punto de inflexión geopolítico cuyo epicentro de implosión está en Venezuela.

Una duda razonable, ¿el discurso de combate a los cárteles es realmente un objetivo central o es el punto de partida para justificar mayor influencia, más capacidad de decisión, control y presencia estratégica?

El dictador Nicolás Maduro ha perdido margen de maniobra, aliados e iniciativa. Las señales de la Casa Blanca son irrefutables del timing y la cuestión gira alrededor de una ruta de transición y de cómo será la nueva reconfiguración de las alianzas hemisféricas.

El cambio del péndulo político regional está dejando a México y su cacareada transformación cada vez más aislado en términos de afinidad ideológica, ni hablar de la construcción de una delicada narrativa donde el gobierno de Sheinbaum es visto como aliado intolerable de organizaciones criminales.

No es coincidencia la dura expresión de Trump hace unos días afirmando que cualquier país que produzca y trafique droga hacia los Estados Unidos “...estará sujeto a ataques...” en una clara referencia al contexto venezolano, pero con mensajes directos hacia actores no estatales de la región.

La frase no sugiere invasión sino capacidad y sin politiquería advierte que el narcoestado está mapeado al milímetro y la mentada soberanía no será pretexto para traficar sustancias ilícitas.

Hoy el gobierno de Sheinbaum representa un riesgo multifacético para la hoja de ruta de Trump en una compleja coyuntura geopolítica y de nuevos equilibrios de poder regionales.

Los datos de la economía mexicana y la realidad de un descontento social golpean brutalmente el discurso mañanero. Y la “Grandeza” de la aparición patriarcal desde Palenque, inoportuna y desafiante para la presidenta y con mensaje para los de casa y su minoría corrupta y rapaz, ha levantado algunas cejas bilaterales sobre quién manda aquí.

Si además de las señales incongruentes e hipócritas alrededor del tiradero sucesorio en la FGR se utilizan discursos de corte populista y demagógico, se constituye la condición sine qua non para la generación de un choque político con Washington donde ya pierden la paciencia y Pavimentan el camino de la estrategia retórica en la antesala de la (no)revisión del T-MEC.

Hoy en la sede del sorteo del Mundial 2026 y con la presencia de los tres protagonistas y la posibilidad de breves reuniones, es predecible una maniobra comunicacional y un golpe de agenda. El tema de la seguridad reconfigura prioridades y se vuelve terreno fértil para los intereses geopolíticos de Estados Unidos.

¿Quid pro quo o imposición unilateral?

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