Era el verano de 2015 y yo acaba de ganar la elección de Diputado Federal como candidato independiente. Recibí una llamada del diputado del PT/ Morena, Jaime Bonilla Valdez, ostentándose como representante de López Obrador, y pidiéndome que si lo recibía en mi oficina, a lo que accedí con gusto.

A Bonilla no lo conocía, llegó puntal a mi despacho vistiendo un chaleco color guinda que decía Morena en pleno verano en Culiacán. Lo pasé a la sala de juntas, le pedí se sentara, pero antes de sentarme sacó un pequeño papel blanco que puso sobre la mesa al tiempo que espetó: “Es la letra del señor y te manda decir que de aquí saldrá el dinero para tu campaña”. El papel tenía escrito a mano “IZTAPALAPA”. Me quedé mudo.

Al mes volvió Bonilla acompañado de López Obrador y este me propuso ser el candidato de Morena a la gubernatura de Sinaloa en 2016; les dije que no, que yo seguiría por la vía independiente y asi lo hice. Me sorprendió que buscando convencerme me propusieran un acto de corrupción para financiar mi campaña. Esto decía que no habían hecho la tarea de investigar quién y cómo era yo, y que creían que con dinero, y sin importar su origen, iban a convencerme. Dos cosas me quedaron en mente: son corruptos y cínicos.

Después, ya en el gobierno, López Obrador empezó a abusar del poder y optó por mentir deliberadamente sobre una gran cantidad de temas como: salvar a Pemex, sistema de salud como Dinamarca, no aumentar la deuda pública, acabar con el huachicol, no permitir el nepotismo y los privilegios, que sus hijos no harían negocios con el gobierno y que combatiría la corrupción.

Fue durante el sexenio de López que instituciones y medios como MCCI, LATINUS, Código Magenta, Reforma y EL UNIVERSAL empezaron a desnudar las corruptelas del empresario tabasqueño Amílcar Olán Aparicio, los sobrecostos del tren maya, los incrementos presupuestales en la refinería de Dos Bocas, entre otras anomalías que se operaban a través de los amigos de Andy y Gonzalo López Beltrán, hijos de López Obrador.

Ante dichas denuncias, López no tomó ninguna acción para frenar o combatir dicha corrupción; al contrario, los denunciantes recibieron todo el poder del estado en su contra como represión por su osadía.

A finales del 2021 asesinaron a Sergio Carmona en Nuevo León; era conocido como el rey del Huachicol y el gran financiador de campañas políticas de Morena en las elecciones de ese año. Contra esto, el gobierno de López no hizo absolutamente nada. Hoy en el segundo piso de la 4T se ha denunciado por Código Magenta que la operación de huachicol fiscal cambió de manos y fue operada por una red de amistades de Andy López Beltrán y que esta significó un contrabando de millones de litros de combustible y un desfalco al erario de no menos de medio billón de pesos solo de IEPS.

También se informó cómo Adán Augusto López solapó la corrupción y los actos criminales de su jefe policiaco en Tabasco, Hernán Bermúdez, líder de la organización criminal La Barredora.

Sorprende que ante dichas denuncias, el gobierno de Claudia Sheinbaum ha callado y no ha ordenado ninguna investigación a fondo para deslindar responsabilidades tope donde tope.

Cabe decir que un movimiento político que se fincó en la promesa de no mentir, no robar y no traicionar y que “primero los pobres”, con toda esta corrupción que se ha destapado del gobierno de AMLO, de sus hijos y allegados, además de ser una traición y una mentira a sus principios y seguidores, también es un robo a los pobres.

Ingeniero industrial y empresario

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