Coincidimos en la fila para esperar mesa en El Buen Sazón, extraordinario sitio para comer en la Narvarte, a muy buen precio y mejor sabor. ¿Es usted Manuel Gil? me preguntó un señor. Sí, le dije. Sonrió. Oiga, le queremos pedir un favor.

¿Quién sigue? preguntó Lupita. Era mi turno: Yo. Pásele. ¿No quieren que comamos juntos?, le propuse. Es que somos tres, aclaró, y no queremos molestar. Para nada, sí cabemos, contesté, la mesa es para cuatro. Pues órale.

Luego de ordenar pasamos a la plática: Somos maestros del Conalep, y estamos muy mal. Yo llevo 40 años de servicio, mi compadre aquí un poco menos, y la profesora va a cumplir 32. Asentían. No tenemos plazas basificadas, ni reconocimiento de antigüedad. Ya estamos mayores y no nos podemos retirar como otros maestros de la media superior, los de Bachilleres, por ejemplo, que a los 30 años ya les dan pensión. Usted escribe, lo hemos leído, y puede que le hagan caso.

La conversación siguió mientras comíamos. No era necesario tomar notas: sus condiciones de trabajo estaban tan lejos de ser dignas, como Estambul de nuestra mesa en la calle de San Borja. Cada uno pagó lo suyo y nos despedimos.

El Colegio Nacional de Educación Profesional Técnica, data de 1978. Desde hace 47 años se abrió como una institución nacional del nivel medio superior. Al inicio, se concibió como una opción “terminal” —qué ruda palabra—, pues otorgaba el título de Profesional Técnico de acuerdo con una lógica de empleabilidad inmediata. No daba acceso a la educación superior. En 1991, modificó su currículo para que fuese válido también como opción previa a la universitaria. El título cambió: Profesional Técnico-Bachiller.

Ahora es parte del Bachillerato Nacional, y es probable que conserve su fuerte carácter técnico, de tal manera que continúe con espacios académicos básicos, pero enfatice la preparación para el trabajo.

No es una institución pequeña: cuenta con 300 planteles en toda la república, a los que asisten 320 mil estudiantes. Han egresado de esta institución 1 millón de personas e imparte 58 carreras (39 orientadas a la industria, y 19 al sector servicios).

Sostienen este esfuerzo 18 mil docentes; como mis contertulios, sin las condiciones laborales apropiadas y, tras de 20 años de luchar organizados, no han logrado estabilidad en el empleo ni condiciones adecuadas de retiro. Una proporción muy grande acumulan décadas de trabajo y advierten, con razón, un porvenir que quizá ni alcance la condición de precario.

La presidenta Sheinbaum ha dado a conocer reformas en el nivel medio superior importantes. Ubica a ese nivel educativo como crucial en el desarrollo de las y los jóvenes. Acierta en ello. Las modificaciones normativas, si bien necesarias, no son suficientes: ajustes a los programas de estudio, nuevas denominaciones, sistemas equitativos en la asignación de lugares y creación de nuevos espacios no son irrelevantes, pero corren el riesgo de quedarse en palabras si no se atiende, y pronto, a cuestiones tan cruciales como la condición profesional y académica del personal docente en ese tramo del sistema escolar.

Es una cuestión de justicia y cumplimiento de la ley. Es un imperativo ético. Es necesario que sean escuchados. Vaya paradoja: a los servidores públicos, en no pocas ocasiones, el Estado los trata peor que las empresas privadas a sus empleados. Este desastre en las contrataciones viene de lejos, es verdad, pero hay que resolverlo hoy. Por el bien del Bachillerato Nacional, no olvidemos a los profes.

Profesor del Centro de Estudios Sociológicos de El Colegio de México. mgil@colmex.mx @ManuelGilAnton

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