He comentado, en estas o en otras páginas, que desde que me iniciaba en el periodismo he leído todos los planes de desarrollo. Puedo decir entonces que el Plan que presentó el entonces presidente López Obrador era anómalo y ahora el que dio a conocer la presidenta Claudia Sheinbaum también lo es. En vez de usar un lenguaje técnico que dificulte el entendimiento, ambos han presentado planes que buscan la comunicación y la claridad en las políticas por aplicar. El Plan de Desarrollo 2025-2030 muestra en efecto las políticas y los programas con los que se busca construir el segundo piso de la Cuarta Transformación. Esto significa que se reafirma la ruptura con el neoliberalismo que padecimos más de 36 años, y también que hay continuidad con los cambios y programas del sexenio anterior, además de otras líneas que se suman sin alterar el contenido profundo del proyecto de Nación que enarbola la 4T.
En este breve espacio sólo puedo intentar subrayar algunos de los aspectos del Plan de Sheinbaum. Una de las anomalías más notables es que se consultó al pueblo, se realizaron 245 mesas de trabajo y se recibieron 11 mil 523 propuestas.
Otra característica es que no se trata de un documento económico, sino también político y social en el que se mencionan principios éticos. Así, hay un compromiso democrático que atraviesa el documento. También la defensa de la soberanía y de la independencia económica. Está presente la convicción de la necesidad y la eficacia de la rectoría del Estado. Otra línea fundamental es el impulso a la igualdad social, así como el reconocimiento y la protección de los derechos de los pueblos originarios y afrodescendientes, al igual que la preocupación por mejorar las condiciones de vida y de trabajo de las mujeres.
Dos políticas se destacan. La primera es la atención de los problemas ecológicos y la segunda es el establecimiento de una política industrial que recupera el impulso a la sustitución de importaciones, que reemplaza a la orientación hacia el exterior que propugnó el neoliberalismo. Esta vez la sustitución de importaciones se acompaña con una serie de políticas que buscan impulsar el avance tecnológico de México. Esta política industrial incluye, desde luego, al llamado Plan México que abarca otros aspectos.
En general, diría que el Plan de Desarrollo 2025-2030, reafirma el cambio de régimen que se venía perfilando desde el sexenio de López Obrador. Ese cambio de régimen se sustenta en aspectos fundamentales que implican en primer lugar una ruptura con el neoliberalismo.
De esa ruptura, que abarca decenas de políticas, sólo mencionaré algunas. El alza de más del 100 por ciento al salario mínimo y además el abandono de los topes salariales, al establecer en la propia Constitución la prohibición de que los aumentos salariales se coloquen por debajo de la inflación. Un segundo aspecto es el fortalecimiento del Estado como rector y principal impulsor de la economía. Que hayan salido de la pobreza 9 millones y medio de mexicanos. Otro son los programas sociales y el impulso al mercado interno. Y tanto o más importantes son los cambios políticos. Entre ellos el que me parece más relevante es la erradicación de la represión, y desde luego de la tortura, el asesinato o la desaparición forzada o sea la perpetrada por el Estado.
El cambio, qué duda cabe, se ha reforzado con la reciente elección popular del Poder Judicial. Estamos viviendo un momento histórico que está transformando el país y que ya implica un cambio de régimen.
Profesora de la Facultad de Economía, UNAM e integrante del Centro de Análisis de Coyuntura, Económica, Política y Social (CACEPS), caceps@gmail.com
Magdalena Galindo
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