Se nos ha ido el papa Francisco a la casa del Padre. Y es el mismo Padre Dios quien le ha dado en Jesucristo por el Espíritu Santo la luz y fuerza para ser el Papa de la misericordia de Dios, de la Iglesia cercana y del cuidado de la dignidad humana.

A mi juicio, estas son las tres coordenadas que permiten entender el magisterio y la actuación del papa Francisco. De estas tres coordenadas, la misericordia abarca y permite entender las otras dos: promueve una Iglesia cercana que ofrece la misericordia de Dios a todos los cristianos y a todos los seres humanos, y defiende la dignidad humana porque todos somos sujetos de la misericordia de Dios.

Efectivamente, el papa Francisco dijo lo que dijo e hizo lo que hizo porque siempre tuvo en el horizonte la petición de su bula de convocación del Jubileo Extraordinario de la misericordia Misericordiae Vultus del año 2015 a dos años del inicio de su pontificado: que “En este Año Jubilar la Iglesia se convierta en el eco de la Palabra de Dios que resuena fuerte y decidida como palabra y gesto de perdón, de soporte, de ayuda, de amor. Nunca se canse de ofrecer misericordia y sea siempre paciente en el confortar y perdonar”.

Francisco propuso, en su primera exhortación apostólica la Evangelii Gaudium sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual en su primer año de pontificado en 2013, una “reforma de la Iglesia en salida misionera”. Visualizaba a “la iglesia […] como la totalidad del Pueblo de Dios que evangeliza”, que procura “la inclusión social de los pobres” y que promueve “la paz y el diálogo social”: una Iglesia cercana. Transmitió estas ideas una y otra y mil veces en sus mensajes, audiencias, encíclicas, exhortaciones, viajes apostólicos, etc.

Incluso la misma Curia Romana habría de participar de este impulso. Al principio de la constitución apostólica Praedicate Evangelium promulgada hacia el final de su pontificado en el año 2022 se lee: “A esto fue llamada [la Iglesia], a anunciar el Evangelio del Hijo de Dios […]. La Iglesia cumple su mandato sobre todo cuando da testimonio, de palabra y obra, de la misericordia que ella misma ha recibido gratuitamente”. Sigue poco más adelante: “La ‘conversión misionera’ de la Iglesia está destinada a renovar la Iglesia según la imagen de la propia misión de amor de Cristo” y “[…l]a reforma de la Curia Romana se sitúa también en el contexto de la naturaleza misionera de la Iglesia”. En estas frases se descubre con claridad el motor y coordenada principal “misericordia-evangelización” que llega hasta sus últimas consecuencias: hasta la Curia Romana y toda estructura eclesial.

La tercera coordenada es la defensa de la dignidad de toda persona humana, en especial la de los más débiles, pobres y necesitados. Todos podemos constatar esto. Francisco, pastor y también muy buen comunicador no perdía oportunidad defender al anciano, al emigrante, al niño, al descartado, al que sufre por la guerra, al enfermo, al preso, al condenado a muerte, etc. Este llamado puede encontrarse en prácticamente todo texto de Francisco.

A mi juicio, incluso la llamada al cuidado de la casa común en su encíclica Laudato Si’ del año 2015 (con su eco en la Laudate Deum del 2023 sobre la crisis climática) se inscribe en la defensa de los débiles. En Laudato Si’ afirma que san “Francisco [de Asís] es el ejemplo por excelencia del cuidado de lo que es débil y de una ecología integral […].Él manifestó una atención particular hacia la creación de Dios y hacia los más pobres y abandonados”.

Francisco, en su encíclica Fratelli Tutii del 2020, hacía ver que la dignidad humana radica en que “Dios «ha creado todos los seres humanos iguales en los derechos, en los deberes y en la dignidad, y los ha llamado a convivir como hermanos entre ellos»”. El Papa también aprobó y ordenó la publicación de la Declaración Dignitas Infinita del Dicasterio para la Doctrina de la Fe del año 2024 que recoge la invitación del Papa “a la Iglesia a «confesar a un Padre que ama infinitamente a cada ser humano» y a «descubrir que “con ello le confiere una dignidad infinita”»”. Jesucristo, como lo explica en el capítulo segundo de Fratelli Tutti, es quien defiende con palabras y obras la dignidad de todos los seres humanos, de los alejados de Dios, de los descartados socialmente, de los niños. El Papa sigue ese llamado y promovió durante todo su pontificado ese mensaje de defensa de la dignidad de todos en el marco de la misericordia de Jesucristo el Hijo de Dios.

Los mexicanos podríamos quedarnos como recuerdo de Francisco las palabras con las que se despedía de todos los mexicanos –de México– al final de la Misa en Ciudad Juárez el 17 de febrero de 2016: “Tomando estas bellas palabras [de Octavio Paz], me atrevo a sugerir que aquello que nos deletrea y nos marca el camino es la presencia misteriosa pero real de Dios en la carne concreta de todas las personas, especialmente de las más pobres y necesitadas de México”.

Que el Dios de la misericordia acoja a Francisco en su casa, en la casa del Padre. Que las palabras y obras de este Papa de la misericordia, de la Iglesia cercana y de la defensa de la dignidad infinita del ser humano sigan inspirando a todos los cristianos y a las personas de buena voluntad.

Profesor del Instituto de Humanidades de la Universidad Panamericana, profesor de Teología.

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