El pasado 15 de noviembre tuvo lugar en la CDMX una de las mayores manifestaciones ciudadanas que ha visto el país. El detonador fue el asesinato del alcalde de Uruapan, Michoacán, Carlos Manzo, que llegó como candidato independiente y que fue asesinado arteramente el pasado 1 de noviembre, frente a miles de personas que acudían a un festival con motivo de la celebración del Día de Muertos.

A pesar de contar con una nutrida escolta, el asesino logró dispararle siete veces, lo que ciertamente terminó con su vida. El asesino murió abatido por los escoltas en el lugar de los hechos y, a los pocos días, el gobierno federal tenía identificado el origen y la cadena de mando que llevó al asesinato. Demasiado tarde, la mecha ya estaba encendida.

El detonador es un elemento, aparentemente sin mucha trascendencia, que por el momento y circunstancia en que se activa potencia una energía mayor que estaba latente y que solo necesitaba un empujón. Después del asesinato, en quince días se organizó una marcha en protesta exigiendo al gobierno federal poner un alto a la situación de inseguridad generalizada que vive el país. Interesante que los convocantes sean un grupo poco conocido y numeroso, la generación Z (18 a 25 años), una generación digital con particular aptitud para moverse en las redes sociales.

Lo sorprendente fue la respuesta a la convocatoria. Desde el inicio de la marcha ya había decenas de miles de ciudadanos prestos para moverse en forma pacífica hacia el zócalo en señal de protesta. De acuerdo con los testimonios de marchistas atentos, desde el inicio de la marcha se detectaron grupos organizados de hombres vestidos de negro que se movían a un ritmo distinto al resto de los manifestantes y que sembraban inquietud.

Conforme avanzaron al primer cuadro, empezaron a surgir los obstáculos. Las principales calles de acceso al zócalo estaban bloqueadas con vallas de tres metros, lo que hizo necesario buscar rutas alternativas. El sitio donde estaba los templetes para quienes harían uso de la palabra, también estaba bloqueado. Todo para disuadir a los manifestantes de continuar la marcha.

Cuando llegaron al zócalo, a las vallas se sumaron los contingentes de policías para impedir que los manifestantes se acercaran a Palacio Nacional. En un ambiente de creciente tensión, los hombres de negro se fueron contra los policías en clara provocación, lo que derivó en enfrentamiento físico, desbandada y el fin de la marcha. Siguieron los gases lacrimógenos y los golpes en contra de los manifestantes. La marcha concluyó con un agrio sabor a represión.

Al día siguiente, la presidenta Sheinbaum apareció como la parte agredida, acusando a los manifestantes de las agresiones en contra de los policías, descalificando la manifestación que atribuye a intereses y recursos de la ultraderecha internacional y sin referencia alguna al tema de la seguridad. Barreras físicas y mentales, unas más grandes que otras, para negar la realidad.

Días después, el 24 de noviembre, aparece otra punta del iceberg. El Frente Nacional para el Rescate del Campo Mexicano y la Asociación Nacional de Transportistas (ANTAC) convocan a un bloqueo nacional de carreteras que paraliza el país. Su reclamo es por el precio de garantía del maíz, la inseguridad carretera y la Iniciativa de Ley del Agua en discusión.

De nuevo la presidenta descalifica la protesta aduciendo que quienes la promueven son intereses privados que quieren seguir manejando ilegalmente el agua e impedir que el recurso regrese al pueblo. Para ella toda protesta o inconformidad proviene de intereses oscuros en contra de su gobierno y del pueblo, que es propiedad de Morena.

Como si fuera una competencia, ahora Morena convoca a una manifestación de apoyo para principios de diciembre que en este caso ciertamente será sin vallas, golpes y gases lacrimógenos, pues contará con todas las facilidades y recursos del gobierno para realizarse. ¿Y con ello se solucionan los problemas que dieron origen a las protestas? De nuevo, tapar el sol con un dedo.

Para Sheinbaum, el lema del buen mexicano es apoyar y callar. Por las buenas, agradeciendo sus generosas transferencias directas; por las malas, con barreras físicas y mentales y con la persecución de los aparatos de Estado. Si alguien pensó que México podría ser mejor y distinto con Sheinbaum que con López Obrador, estaba rotundamente equivocado. La presidenta ha retomado con enjundia la ruta de la asfixia de la democracia. Y apenas lleva un año de gobierno.

lherrera@coppan.com

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